UNA de las preguntas clave en el mundo económico es ¿por qué el Estado español destruye en esta crisis muchos más empleos que los principales países de la UE cuando la caída de su PIB no ha sido mayor, al revés, que otros? Con casi cuatro millones de parados en el Estado y 165.000 en Euskadi, la proliferación de Expedientes de Regulación de Empleo han hecho girar la vista hacia los modelos vigentes en los países más avanzados de Europa para dotar de más flexibilidad al mercado laboral y evitar tan masiva destrucción de puestos de trabajo. Alemania, un país en el que se fija el Gobierno español, y Dinamarca, una opción de destacados economistas vascos, son dos referentes claros. En esta crisis ha constituido una gran paradoja el observar que Alemania, una economía exportadora que tenía que haber sufrido más que nadie la recesión en 2009 como consecuencia del colapso del comercio internacional, ha registrado un deterioro de su tasa de desempleo mucho menor que el de la economía española, cuyo PIB, sin embargo, ha caído bastante menos en cómputo interanual. La razón por la que el desempleo en Alemania ha respondido relativamente bien al deterioro de la actividad se llama, según los técnicos de la patronal de empresas de trabajo temporal Agett; Kurzarbeit. Este ERE a la alemana consiste en la reducción de la jornada laboral en una proporción variable con la misma reducción del salario y la intervención del Inem germano en la compensación de una buena parte de la reducción de la renta laboral sufrida por el trabajador. El Estado compensa en un 60% la diferencia entre el neto de su nómina a tiempo completo y el neto de la jornada reducida y en un 67% a los trabajadores con hijos a cargo. Si el trabajador no tiene hijos a cargo, la prestación baja del 67 al 60%. Puede por tanto llegar a suponer hasta entre el 40 y el 33% del salario. Los trabajadores afectados mantienen su afiliación a todos los seguros sociales sin que consuman su derecho a la prestación por desempleo. La Agencia Federal de Empleo asume el 50% de las cotizaciones correspondientes a las horas de trabajo reducidas. En caso de que el empresario ofrezca formación a los trabajadores afectados, este porcentaje asciende al 100%. La reducción temporal de la jornada laboral se ofrece en tres modalidades: por motivos coyunturales, por motivos estacionales, en la construcción en invierno aquí en Euskadi podría ser el tema de la costera de la anchoa, y la derivada de un ERE con reducción indefinida de la jornada y cesión temporal de los afectados a la sociedad de rescate. La reducción de la actividad laboral puede mantenerse hasta por 24 meses. En el Estado español, según recuerdan los responsables de Agett, ya existe una fórmula asimilable a la reducción de jornada alemana, el ERE de reducción de jornada. Al igual que en el modelo alemán, este supuesto de regulación temporal de empleo, permite combinar la reducción de jornada con el cobro del desempleo. El modelo alemán, según Francisco Aranda, de Agett, es una medida que hay que estudiar y puede ser muy útil y positiva en una situación como la actual, en la que el ajuste cada vez más intenso en el mercado de trabajo del empleo estable conlleva que las medidas de preservación del empleo como podía ser la reducción de jornada a la alemana sean estudiadas con el máximo interés en el seno diálogo social. El modelo germano es positivo, según Aranda, porque las empresas reducen considerablemente sus costes laborales y pueden hacer frente a la caída de la demanda y de la actividad en mejores condiciones. Se benefician también de una mayor productividad de los trabajadores y éstos, a su vez, pueden aprovechar el tiempo de ocio para adquirir más formación que aumente su empleabilidad. El Estado, que corre con la financiación, tiene, sin embargo, gastos bastante menores que si los trabajadores estuviesen en el paro. A medio camino entre las políticas de protección de los trabajadores y las de protección de los desempleados, el esquema del Kurzarbeit es una solución que se aplica en el sector de la automoción en España. El modelo alemán también tiene inconvenientes: son pocas las empresas que aprovechan el período de la reducción temporal de la jornada para formar a los trabajadores y, según economistas, el uso masivo de la reducción de jornada retrasa el cambio estructural.
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