Afincada desde hace varios años en Madrid junto a su marido, el periodista deportivo Julio Maldonado, y sus dos hijas, Maite no pisa ya suelo alavés tanto como le gustaría. Tras celebrar el pasado 28 de diciembre en Londres sus 51 primaveras, esta alavesa de adopción no dudó en pasar unos días junto a su familia en la ciudad en la que dio sus primeros pasos para terminar convirtiéndose en la más grande del medio fondo español durante la década de los 80 y 90. Pocos podían pensar que aquella metódica niña formada en el colegio Miguel de Unamuno bajo la tutela de Víctor Clemente obtendría al final de su carrera 22 títulos de campeona estatal, sería dos veces finalista olímpica, ganaría la medalla de bronce en el Mundial indoor del 95 o alcanzaría la friolera de 62 internacionalidades.

Para los que le hayan perdido la pista, ¿qué hace hoy en día Maite Zúñiga?

-Trabajo en la Federación Española de atletismo con las categorías inferiores. Llevamos el programa de tecnificación que depende del Consejo Superior de Deportes y nos dedicamos a captar talentos. Básicamente, hacemos una visualización de lo que hay, vamos a los campeonatos, analizamos las nuevas generaciones y les hacemos un seguimiento para satisfacer todas sus necesidades. Tratamos de solventar todos los problemas a los atletas que consideramos unos talentos.

Entonces, ¿no ha desconectado nunca del atletismo desde su retirada?

-Pues la verdad es que no. Empecé a trabajar en la Federación desde el 2001 y me había retirado justo un año antes. Terminé mi carrera deportiva y me vinculé enseguida a la Federación Española porque el atletismo me lo ha dado todo en la vida.

Echando la vista atrás, ¿qué recuerdos conserva de su exitosa trayectoria? ¿Qué le hace sentirse más orgullosa?

-Me siento orgullosa básicamente de todo: de dónde vengo, de cómo fueron los inicios, de las ilusiones que puse y del techo que alcancé. Lógicamente, mi primera Olimpiada de Seúl (1988), en la que fui finalista, se mantiene como mi primer referente importante y mi primera conquista. Los Juegos de Barcelona también fueron inolvidables por muchos motivos, ya que venía de un par de años malos en medio y allí resurgí cuando mucha gente ya me había retirado. Sin embargo, no puedo decir que ambos hayan sido los únicos momentos trascendentales viendo otros éxitos. Las vivencias en mis inicios con Víctor Clemente me ayudaron a crecer como atleta. Los viajes, las técnicas de entrenamiento y el amor que nos inculcó este hombre por el atletismo me ayudaron a alcanzar lo máximo.

¿Por qué decidió abandonar su Eibar natal y venir a Vitoria?

-No fue una decisión mía precisamente. Mi padres son emigrantes zamoranos y llegaron a Eibar por una cuestión laboral. Allí estuve únicamente ocho meses hasta que le trasladaron a mi padre a Vitoria, así que desde los ocho meses ya estaba por aquí junto a mis hermanos, y en un momento dado, y por el deporte, decidí años después cambiar de aires y venirme a Madrid.

A diferencia de sus compañeras de Unamuno, usted sí alcanzó el profesionalismo. ¿Fue fruto de una decisión muy meditada?

-A lo mejor se enfadan conmigo, pero recuerdo los momentos en que Víctor me mandaba cualquier tipo de trabajo alrededor del colegio. Si él decía 20 series, yo era de las cumplidoras. Posiblemente era la peor de todas cuando empezamos. En los primeros pasos que corrimos en Errekaleor quedé última y me dieron una cazuela de porcelana que regalaban como una especie de premio de consolación por ser la más lenta. Empecé sin ser la mejor, pero sí es verdad que era la más metódica. Muchas veces pasa lo de siempre, que algunas lo dejan por estudios, otras porque el primer novio te corta las alas... Ellas optaron por otra forma de vida.

En su caso, ¿había en su interior más talento o sacrificio?

-Yo creo que sin talento no se puede hacer nada. El talento te puede aparecer más pronto o más tarde. Hay atletas de altísimo nivel que surgen tarde y han llegado a la élite cuando ni siquiera aparecían en un ranking. También es verdad que el talento llega hasta donde llega y toca apelar a otros intangibles para subir un escalón en tu rendimiento. Luego, resulta fundamental tu mente. La cabeza es importantísima para superar los malos momentos o los problemas de lesiones.

¿En qué ha cambiado el atletismo de su época al de ahora?

-Ha cambiado mucho. En algunas cosas, para bien, y en otras para mal. Para bien en que tenemos más practicantes, hay más mujeres haciendo atletismo, a nivel popular está siendo un boom o hay muchísimas más instalaciones que cuando nosotros empezamos. ¿Quién no tiene zapatillas de clavos o equipación entre las personas que practican hoy en día atletismo o quién no puede entrenar en una instalación más o menos decente? También es gratificante que haya muchos más técnicos, ya que antes había cuatro. Y para mal, sin embargo, ha cambiado en que el atleta tiene una vida mucho más fácil y la capacidad de esfuerzo es mucho menor.

Eso sí, cada vez se atisban menos atletas españoles optando por medallas en Europeos o Mundiales. ¿No ha golpeado de lleno la crisis?

-No creo que eso haya sido por la crisis. De hecho, lo que sí noto yo al trabajar con niños pequeños es que la crisis nos ha beneficiado. El atletismo es un deporte bastante más barato que cualquier otro. La mayoría de los padres apenas pagan 200 euros anuales por apuntar a sus hijos a una escuela. Eso, por ejemplo, no lo pagas ningún trimestre para hacer tenis. Hay otras modalidades más costosas que no pueden sustentarse por la crisis. Negativamente, sí ha afectado en la élite en el tema de que las becas son menores, los requisitos para adquirir una beca son mayores o que el plan ADO ya no lo tienes para preparar un campeonato importante. Eso conlleva que los atletas, además de entrenar, también deban trabajar para costearse los gastos.

¿Se echan de menos referentes en el medio fondo como usted?

-Siempre digo que esto es una cuestión de generaciones espontáneas. Si te paras a pensar, antes tampoco éramos tantos los que dábamos mucha guerra y lucíamos mucho. Nunca hemos sido una potencia mundial como Estados Unidos en que das una patada y salen 60 grandísimos atletas. Éramos cuatro que alcanzamos una gran regularidad durante muchos años y poco más. Antes de nosotros no hubo nadie y después se ha producido un bajón. Pero vendrá en el futuro alguna generación que se ponga al mismo nivel o lo supere. Es verdad que el tema del dopaje lo ha complicado todo. España no es el país más sucio del mundo, aunque algunos quieran venderlo así. Es una lacra a nivel mundial. Nosotros tenemos nuestros casos, pero solo hay que ver lo que ha pasado con los rusos o los americanos. Cuando un referente cae por temas de este tipo es muy difícil en categorías inferiores hacerles ver a los padres o a los propios niños que no todos son así y que deben seguir luchando para conseguir una meta. Muchos padres te dicen hoy en día que si su hijo no va a llegar nunca a ser campeón no quieren que siga para pasar por esto. Que caiga un referente por dopaje hace mucho daño.

Viendo que el atletismo únicamente hace de oro a unos pocos privilegiados, ¿resulta fácil la captación de atletas?

-La captación es mucho más fácil en la actualidad. En cualquier ciudad, ya hay escuelas de atletismo, hay técnicos en casi todos los sitios, también hay muchísima gente que trabaja con la base... El problema viene cuando llegan a un determinado nivel y si coincide con estudios o con edades de 20 años en las que tienen que empezar a organizarse la vida de otra manera. Ahí está el corte entre el que, en realidad, quiere ser un deportista de alto nivel y el que ha hecho atletismo teniendo buenas condiciones y ha sido divertido pero ha dicho hasta aquí hemos llegado y quiere que su vida vaya por otros derroteros.

¿Le queda tiempo para seguir desde la distancia el atletismo alavés?

-Sí, claro. Iván Fernández empezó conmigo en las categorías menores y ha ido a las concentraciones de la selección española siendo yo la directora. Por supuesto, no pierdo detalle porque, además, controlo todas las competiciones cadetes y juveniles, sean de Álava o cualquier lugar. Lógicamente, en las de Álava me fijo más. Ojalá surgiesen más atletas de gran nivel, pero es muy difícil. Martín Fiz ha sido un referente y un gran entrenador. Hay mucha gente de un nivel bueno, pero el salto para llegar a ser luego como él es muy grande.

¿Es el atletismo un deporte limpio con la reciente proliferación de tantos casos de dopaje?

-El doping es igual ahora que antes. Ahora sale más por los medios, pero te garantizo que antes había más. Así de claro. Hemos estado hartas en nuestra generación de salir por el mundo y ver a las atletas del Este con unas barbas de 20 años y unos bigotes que dices “¡Esto no es una tía!”. Las chinas corrían en 1.51 los 800 metros y no era muy normal. Eso quiere decir que el atletismo es hoy en día más limpio. Si el nivel ha bajado mucho es porque todo está más controlado. En España nos estamos machacando y hemos sido siempre un referente en la lucha contra el dopaje. La Agencia está trabajando mucho en pos de la limpieza, pero hay muchos intereses. A ver quién es el guapo que les mete mano a los alemanes o los americanos. En Rusia ha cantado tanto el dopaje que al final no les ha quedado más remedio que actuar.

¿Se nos ha caído un mito a todos con Marta Domínguez?

-Yo, que verdaderamente he vivido su caso desde dentro, creo que es una tía con unas condiciones bárbaras, que ha luchado, trabajado, sufrido y sacrificado como ninguna. Posiblemente no hubiera sido campeona del mundo, pero habría sido una atleta fantástica. Lo único que marcaba la diferencia entre todo eso y ser la mejor del mundo era EPO. Es una pena porque ha sido un referente para todos nosotros, los niños y todo un país. Lo entiendo, pero no comparto lo que ha hecho.

Ya fuera del atletismo, ¿continúa siendo Maite Zúñiga una mujer de hierro que ganaría el concurso de ‘Supervivientes’?

-(Risas...) Maite Zúñiga está ya muy mayor y ya no está como cuando tenía 25 años. Continúo saliendo a correr de vez en cuando (tres o cuatro días por semana) porque no entendería mi vida sin el atletismo y también hago elíptica y voy al gimnasio. Y aunque esté casada con un apasionado del fútbol como Julio (Maldonado), todavía estoy más volcada en el atletismo y sigo sin entender de fútbol.