Aunque ayer entré en Galicia por O Cebreiro, hoy era el primer día íntegro por esta comunidad autónoma. Ganas había muchas. Recorrer sus senderos rodeados de árboles centenarios, sus pequeñas aldeas con sus característicos hórreos... Sin más, un auténtico disfrute de etapa.

Pues no, ha sido la peor de las catorce, y no por el recorrido, que era espectacular, sino por la aparición de la lluvia. Mejor dicho del mayor aguacero que recuerdan en las últimas semanas. ¡Qué manera de llover!

Y eso que arrancaba el día sin agua, pero a los tres kilómetros ya hacía acto de presencia. Me acompañaba en toda la subida a San Xil. Realmente no me iba a abandonar en todo el trayecto.

Es cierto que el recorrido de la etapa de hoy (por ayer) era muy bonito pero la lluvia no me ha dejado disfrutar de él.

En Sarria, sobre el kilómetro 20, paro en un bar para tomar algo caliente. El dueño no solo me ofrece el café. Además, un buen trozo de bizcocho y me enciende la estufa para que pueda salir seco. Qué buena gente.

Le agradezco mucho el gesto pero la ropa seca me dura media hora, lo que tarda en caer una enorme tromba de agua.

Hago un esfuerzo hasta pasar por el hito que marca que solo faltan 100 para Santiago y a partir de ahí sobrevivo como puedo hasta Portomarín. Eso sí, en la última media hora sale el sol y por lo menos me puedo calentar algo.

Todo no va a ser malo. En el albergue de Triacastela he tenido la gran suerte de conocer a tres personas maravillosas. Javi, Mari Mar e Isra son madrileños y compartimos habitación. Tuve muy buen rollo con ellos y se les ve una gente magnífica. Gracias chicos por esa tarde/mañana que pudimos disfrutar. Espero que tanto el Camino que os queda como la vida en general os vaya de miedo. Sin duda lo merecéis.

Ya solo quedan dos días para completar este reto para mis chic@s, los afectados por la ataxia telangiectasia.

Buen Camino.