LA CRÓNICA DE LA DÉCIMA ETAPA

Me las prometía muy felices cuando salía del albergue de Bercianos, por cierto un albergue humilde pero perfecto para descansar, además de muy familiar.

Allí conocí a Aleix, un barcelonés que estaba realizando el camino cuando todo su entorno le decía que no se atrevería. Aprovechó un momento de ruptura de todo y mira por dónde, mañana llegará a León. Bravo por ti amigo.

Volviendo a mi introducción, yo pensaba que algo cambiaría de la tediosa jornada del día anterior. Pues para nada, hemos ido a peor todavía.

Inmensas rectas en la ancha Castilla, tan solo rotas por algún pequeño pueblo cada cinco o seis kilómetros.

Por no haber no había ni tractores, ni ganado. Tan solo la solitaria pista que me llevaba pegado a la N-120 dirección hacia León.

Sobre el kilómetro 23 de la ruta del día, por lo menos entré en un precioso pueblo llamado Mansilla de las Mulas. Allí me esperaba una espectacular muralla, un puente de piedra espectacular y sus dos preciosas iglesias hacen que por un momento olvide la rutina de pastos y soledad.

Poco dura la alegría ya que vuelvo a mi pista recta al lado de la Nacional. Tras pasar el bonito Puente Villarente vuelvo de nuevo al tedio. Por no cruzarme no me cruzo ni con peregrinos. Incluso puede ser peor ya que la entrada en León se hace por una zona industrial de polígonos.

Finalmente tras dejar León a mi derecha me encamino a La Virgen del Camino, lugar donde pernoctaré. Tengo ganas de llegar a Astorga de la que me han hablado muy bien y pongo en ella mis esperanzas de que el terreno varíe algo.

Mientras tanto seguiré tirando de cabeza, pensando en todos los niños afectados de Ataxia Telangiectasia y, claro está, apoyándome en la música de Maroon V, que me alegra estos infernales últimos 3 días.

Mañana Rabanal. Hasta entonces, buen Camino.