e lo comentó la pequeña, Izaro: "este es un deporte familiar y, aunque he probado otros, en ninguno me siento tan bien como en el pádel". Y punto. Los Otxoa le han echado "loctite" al asunto y andan super pegados, juntos, conectados. Mientras la nena gateaba por Padeleku empachada en arena y Gaizka, el mayor de tres años, en libertad vigilada y pala en ristre, andaba de un lado para otro, la madre, Maider, supervisaba el panorama desde su atalaya y el macho alfa se entretenía en la cancha con los amigotes. Así, un día y otro, hasta que los lobeznos crecieron y los criadores pudieron tomarse un respiro. La historia de los Otxoa-Garmendia es un relato grupal. La familia que practica unida permanece unida: "hemos pasado muchos domingo juntos dándole a la pelota, el padre con la hija y yo con el chaval", dice la madre. Los triunfos se repartían al 50%, "aunque muchas veces dependía de cómo les iba la cosa a madre e hija"; para que nos entendamos, "si veías que la loba erizaba el pelo del lomo... mala cosa", cuenta el cabeza de familia. Maider Garmendia Imaz, de Zaldibia, ha cumplido 48 y es una mujer "de armas tomar" según su marido, "pero fácil de llevar". Ha sido y es deportista toda la vida, aunque empezó con el pádel "por pura inercia, dejándome llevar". Practicante habitual de pala y frontenis -en el pueblo "había un frontón y poco más"-, no le fue difícil hacerse al nuevo juego pero dejó que fuera el chico "el que compitiera". Lo de estar el fin de semana pendiente de un torneo no iba con ella, "yo me quedaba en casa, en el campo base haciendo mis cosas". Jugó al frontón, ha andado en bicicleta y ha practicado rugby. Es una mujer fuerte, pero tanta práctica ha pasado factura; el hombro, el codo, el brazo: "lo he tenido que dejar". La catapulta humana, le decían, por cómo marcaba el golpe: "se apartaban en cuanto armaba el brazo". Era pura fuerza bruta.

Aitor Otxoa Plágaro, gasteiztarra que en breve cumplirá los mismos años que su compañera -se conocieron en la Cuchi, "algo tocados ambos", cuando Maider estudiaba en Vitoria Magisterio Deportivo-, electricista de profesión, comenzó a jugar de casualidad, integrando un grupo municipal de iniciación. "Era chulo, las palas eran caras y no había mucho practicante", dice, así que no le hizo mucho caso "hasta que no abrieron Padeleku", la lobera. Aprendió con Patxi Pérez de Mendiola, "soy un obrero del pádel, un metebolas, un paquete", reconoce, y "lo que me gastaba en fumar me lo ahorré entrando en la secta". Aitor era de los que acudía cada domingo a Mendizorrotza con un Cohiba de los caros "que un día pagaba Germán y al siguiente me tocaba a mí". Se desenganchó del tabaco y se enganchó al pádel.

14 años jugando, los que tiene Izaro -Maider aguantó solo 8- y muchos compañeros al lado, todos amigos, aunque con quien mejor lo hizo fue con el chaval, con Gaizka, "que ganamos tercera, cuando el crío tenía 11 ó 12, superando en la final a Txomin y Diñeiro". El crío tiene 17 y un nivel superlativo. Juega en primera, los vascos con Nico Poza y el CAP con quien toque, "siempre a la derecha". Su mejor resultado lo obtuvo en unos cuartos de 1ª junto a Cañete tras ganar a Tato y Posse; "nos echaron Alvarito y Crespo por un doble 7/5, fue increíble"! La chica de 14 aprendió con Aníbal y Sara -a Gaizka le enseñó Roberto Calle- y en plena pandemia pegó el salto para presentarse en la final del vasco junto a Izaro Robledo y jugar el estatal con Euskadi en agosto del 21. Irune Rubio, "que ha templado mi juego" y Iara Aguado son sus compañeras habituales en el cuadro principal de féminas. La niña es una "polvorilla". El pádel, para los Otxoa-Garmendia, es válvula de escape, la mejor manera de disfrutar del ocio "y anti estrés". Un deporte familiar que ha unido más a la manada. Aitor y Gaizka son más tranquilos pero tienen nervio. Maider e Izaro llevan gas incorporado. Los cuatro han hecho del pádel una actividad que les ha permitido estar más juntos. Ojo con los "otsoa", no muerden, no gruñen, pero aprietan.