viso a navegantes: el próximo domingo 25 de septiembre toca madrugón de los gordos. Se disputa el Mundial de ciclismo, en Australia y con lo que esto implica en cuanto a horarios, así que habrá que levantarse prontito para ver quién se viste de arcoíris. Habiendo rodado ya en el circuito, dice Mark Renshaw, exciclista local, que no descartemos a velocistas puros. Pero todavía falta mucho para la cita de Wollongong y antes debemos analizar la de ayer en Viana, que al fin y al cabo es lo mismo. Quizás no para los capos del pelotón, pero sí para Euskaltel, Caja Rural, Kern Pharma y Burgos BH. En esos coches se respiró más tensión que en los de muchas selecciones dentro de seis meses.

Mientras a Mikel Nieve e Ibai Azurmendi les danzaban el aurresku de honor, los cuatro equipos estatales de la segunda categoría tomaban posiciones en la salida de Leitza. En primera línea estarían los dos ciclistas de casa. Después, los líderes de las distintas clasificaciones, cuestión de protocolo. Y tras ellos, pleno de maillots naranjas, verdes y morados. Figurar en el calendario World Tour ya es un caramelo. Ganar una carrera del mismo, el premio gordo.

Por eso dolió en nuestra alma txirrindulari ver al grupo de escapados racanear esos relevos tan jugosos. No dio la sensación de que atrás anduvieran con la calculadora a cuestas: cazaron como podían no haberlo hecho. ¿Cuántos segundos de más habría necesitado la fuga para llegar a buen puerto? ¿20? ¿30 a lo sumo? Ciencia ficción. Más claro parece que el principio del fin estuvo en la pelea por la montaña que dirimieron Okamika e Ibon Ruiz: desenmascaró a Julen Amézqueta. Él era el más débil del grupo, y su desentendimiento posterior a la hora de relevar supuso un rejón de muerte para el cuarteto. Oportunidades así escasean y no apuntan a repetirse en la presente Itzulia, ni siquiera en las próximas. Fue una auténtica pena.