En Hondarribia, pictórica, bella, colorida, acodada al mar, recostada en la montaña, recogida entre los hombros de su muralla, deletreada por el entramado adoquinado, lucía el sol y a la Itzulia se le encendió una sonrisa estupenda de inmediato. Se temía a la fertilidad de la lluvia, a las nubes grises y ventrudas dispuestas a escupir lágrimas de lluvia. Hubo tregua para dispararse en la Plaza de Armas. Se escucharon las ráfagas. No hubo resuello. Un tiroteo a quemarropa sin espacio para el silencio. Un sonido se solapaba con el otro, como una traca final que en realidad era el comienzo de la pirotécnica de la Itzulia. Ensordecedor. Imposible pestañear. Carretera y trueno entre la algarabía de la afición, enloquecida, vociferante, feliz.

En ese ecosistema tronó la voz de Primoz Roglic, el rey de la Itzulia. El esloveno, campeón en 2018 y 2021, demostró su autoridad con otra exhibición. Es una roca el esloveno, que venció por aplastamiento. Se catapultó Roglic como lo hizo un año antes en Bilbao. Es el dueño del tiempo. Empula la Itzulia. Roglic marcó la hora de la Itzulia. 9:48. El resto de candidatos, salvo Evenepoel, que mantuvo el pulso, y se dejó cinco segundos, apilaron alrededor de veinte segundos de desventaja. Roglic agarró la carrera por la pechera. No falló Roglic, un ciclista muy fiable. Campeón de cuerpo entero, no concedió ni una pulgada. Es el señor del tiempo de la Itzulia. Con anterioridad recolectó las cronos de Lodosa, Eibar, Bilbao y se subrayó en Hondarribia. Su idilio con la carrera vasca es absoluto. Amor a primera vista. Thomas, Yates y Vlasov concedieron 18 segundos. Ion Izagirre y Vingegaard perdieron un par de segundos más. Todos juntos salvo Roglic, fuera de categoría. “Ha sido un gran comienzo. Veremos qué pasa de aquí en adelante porque no son grandes diferencias. Esto solo ha sido el inicio”, dijo. Alarde de Roglic en Hondarribia.

La crono del primer día es el credo de la Itzulia, vigorizada con el adelantamiento del reloj de la prueba. Los 7,5 kilómetros de juicio contra las manecillas señalan el norte. Es la brújula que después enloquece entre las clásicas que se amontonan en la carrera. Desembarcaron los dorsales en la playa, el oro de un pueblo que resopla salitre y sudor. El faro de Higuer servía para dirigir a los favoritos hacia la balconada de San Telmo, el punto más alto de la crono, con rampas que negociaban el 12%. Un instante para los sofocos, 1,5 kilómetros, antes de invocar un descenso zigzagueante.

En paralelo a la mar, sin hacer caso de la belleza que llegaba con las olas serenas, Omar Fraile fijó la primera marca sobre el adoquín que enlazaba con en el corazón de Hondarribia, el latido de la parte vieja. La Puerta de Santa María, rematado el arco con el escudo de la ciudad, desenrolló el adoquín de la calle Mayor, el traqueteo del tiempo. La puerta, abierta, anunciaba la llegada a las calles antiguas. Rebotaban los cuerpos, taladrados, temblorosos por las piedras hasta La Marina.

TODOS APRETADOS

Fraile y después Tullet fueron las liebres que animaron el despegue de Adam Yates. El inglés se subió a la buena ola: 10:06. Su compañero, Geraint Thomas, le sisó el trono por un chasquido. Unas décimas le favorecieron. La silla de la espera era propiedad del Ineos. Ion Izagirre, castigado el pasado curso en el reloj de Bilbao, se arrancó aquel mal recuerdo con una crono que se asemeja a lo que es. El de Ormaiztegi, sólido en todo el recorrido, una crono que cosió la sociología de Hondarribia, el universo de los pescadores y el planeta de los agricultores, concedió apenas un par de segundos. “Las sensaciones son muy buenas. He empezado bien. Lo necesitaba”, analizó Izagirre, campeón de 2019 y tres veces podio de la Itzulia.

Vlasov, el hombre sin bandera, blanqueada con lejía su nacionalidad rusa desde la invasión de Ucrania, también aspira a la Itzulia. El líder del Bora apretó al máximo y se emparejó con Thomas y Yates. Otra cuenta de décimas. El ruso limó seis segundos de retraso. Un puño apretaba la cabeza de la contrarreloj. Embutidos los favoritos. Daniel Martínez, otro representante del Ineos, también se coló en el baile en una crono sin fisuras. No había poros abiertos en el equipo británico salvo por Carlos Rodríguez, que desentonó. En el escaparate del Ineos se entrometió Rémi Cavagna, el TGV de Clermont Ferrand, que fue sobre raíles. Un expreso atravesando las piedras. Se encaramó al primer puesto el francés, un especialista. 10:04 para él.

PELLO BILBAO, LEJOS

Jonas Vingegaard, el alfil de Roglic, solo concedió cuatro segundos ante el galo. Era una reunión de favoritos, todos en el mismo palmo. Segundo en 2021, el subcampeón de la pasada edición del Tour, también demostró que desea pelear en la jardín de Roglic. A Urán se le escapó el tiempo, siempre escurridizo. A Alaphilippe, el campeón del Mundo, pizpireto y saltarín, le visitó el infortunio. Un problema mecánico le apartó de todo. Tuvo que cambiar de bici. Penalizó. A Latour le fue mejor. Se instaló entre la nobleza a pesar del requiebro en una curva antes de verse con el final. A Sergio Higuita, campeón de la Volta, se le atragantó el reloj. Indigesto para el colombiano. También para Enric Mas, lejos de su mejor versión. Le tocará remontar al del Movistar. Se dejó 36 segundos. El mismo destino para Pello Bilbao, que no encontró su tempo. Se trastabilló el gernikarra. Perdió 29 segundos.

DUELO ENTRE EVENEPOEL Y ROGLIC

En el otro extremo se situó Remco Evenepoel, un puño de músculos. Despegó con furia el belga, con la rabia en cada músculo. El exfutbolista, que fuera capitán de Bélgica en sus años mozos, se adentró en la subida a San Telmo como un misil tierra-aire. Evenepoel zarandeó el crono. Devoró a Cavagna, su compañero. Se sentó en el suelo de piedra. La ley de la calle. Pero la ley de la Itzulia es cuestión de Roglic. El esloveno, despiadado, voraz, elevó el tono y puso tierra de por medio. El crono de Cavagna dejó de tener sentido. Pertenecía al pasado. Tan veloz era Roglic que derrapó mientras levitaba por los adoquines de la calle Mayor. Roglic se impuso por cinco segundos sobre el belga. Al resto le endosó una veintena. Lanzó un puñetazo de autoridad el esloveno. Truena Roglic en la Itzulia.