Mauro Vegni, director del Giro de Italia, trató de seducir a Tadej Pogacar, bicampeón del Tour, con el gancho de la grandilocuencia. Le planteó un desafío a modo de señuelo. Quiso tocarle el orgullo al campeón dándole cierto aire dramático al asunto, exagerándolo, cargándolo de un tono mítico, incluso metafísico. Vegni quiere a Pogacar en el Giro y como el esloveno se resiste porque su idea es conquistar el tercer Tour de manera consecutiva, le provocó. Lo hizo a la manera italiana. Le tentó con el lenguaje tramposo, restando mérito al esloveno, porque en realidad le desea fervientemente. Psicología inversa. Un clásico.

“No creo que ganar el Tour de Francia tres o cuatro veces marque una gran diferencia en la carrera de un corredor. Cuando lo ganas una vez, has demostrado que eres un gran corredor y hay poco más que demostrar. Es una pena que nadie parezca tener ganas de intentar ganar el doblete del Giro-Tour”. Hablaba Vegni de Pogacar en la Gazzetta dello Sport, aunque no le mencionaba directamente. El joven esloveno, que solo tiene ojos para el Tour y su luz cegadora porque es consciente de que nada hay en el ciclismo más glorioso que entronizarse en los Campos Elíseos de París, no se dio por aludido y dejó que las palabras de Vegni las acartonase el tiempo.

En la época de lo inmediato, nadie se acuerda de la provocación de Vegni. La pena del director del Giro es algarabía en otros opositores a la victoria final en Italia, que saben que frente al prodigio esloveno, salvo cuestiones más próximas al esoterismo que a la realidad, se está más cerca de la derrota que de la sorpresa de un triunfo improbable. La ausencia de Pogacar le resta altura al Giro por la púrpura inequívoca de su jerarquía, pero abre la carrera a los otros, que son numerosos y muy buenos.

De hecho, que Pogacar focalice su atención en el julio francés genera un ecosistema más amable al resto de participantes, que eluden el encontronazo con el astro esloveno. Solo Primoz Roglic, tres veces campeón de la Vuelta y su máximo rival, y Egan Bernal, ganador del Tour de 2019 y el Giro de 2021, parecen capaces de interponerse a los deseos de Pogacar. Roglic y Bernal acudirán al Tour en el gran duelo del curso. El resto hará campaña en el Giro.

OPORTUNIDAD PARA LANDA

Mikel Landa, tercero en el Giro de 2015 y cuarto en el de 2019, señala el Giro aunque luego acceda al Tour, su gran objetivo. Sus aspiraciones tienen más suelo en Italia. “El gran objetivo es el Tour de Francia, pero también el Giro de Italia puede ser una buena oportunidad. No sé si finalmente estaré en uno u otro, pero lo ideal sería hacer las dos carreras”, diserta el de Murgia. A la carrera italiana se ha alistado recientemente Tom Dumoulin, campeón en 2017. El neerlandés, compañero de Roglic, sabe que el esloveno es el líder indiscutible de su formación en el Tour. Después de un 2021 en blanco en la grandes vueltas, será el reencuentro de La Mariposa de Maastrich con la Corsa rosa. Otro vencedor del Giro, Richard Carapaz, que se alzó con la victoria final en 2019, tratará de revalidar el título toda vez que Bernal, su colega en el Ineos, será la apuesta de la formación británica para responder a Pogacar en el latifundio francés.

El ecuatoriano, campeón olímpico, es uno de los grandes nombres de la carrera italiana. Richie Porte, que se estrelló la pasada campaña en el Tour, será la otra alternativa del Ineos en Italia, un imán aún más potente al constatar que el gran dominador del ciclismo no asomará. Esquivar el radio de acción del temible Pogacar es la nueva modalidad que emparenta con aquellos años en los que Chiapucci y Bugno pensaban que era mejor no correr donde lo hiciera Indurain, aunque se enfrentaran a él. No es sencillo medirse a los más grandes.

Así que Miguel Ángel López, Vincenzo Nibali, ganador de Tour, Giro y Vuelta, Alejandro Valverde y Simon Yates también consideran la Corsa rosa como el mejor de los lugares para exponerse. Valverde cierra su aventura ciclista y prefiere Italia a Francia. Nibali, un viejo campeón, se siente más cómodo en su hogar. Superman López busca la redención en el Giro con el maillot del Astana, el mismo que vestía cuando cerró el podio en 2018. Esa edición de la Corsa rosa la acarició Simon Yates hasta que en la Finestre, Chris Froome, emulando a Coppi, atacó a 80 kilómetros de meta para entrar en la historia con una cabalgada lisérgica que noqueó al inglés. Yates, tercero el pasado año, regresará con la idea de coronarse en Italia, donde todos parecen más felices sin Pogacar, salvo Vegni.