s una final muy esperada por todo el público. La gente estaba pidiendo a gritos que Unai Laso y Jokin Altuna se enfrentaran en un partido de tanta trascendencia como una final del Cuatro y Medio desde el verano.

Aunque son dos pelotaris diferentes, uno más técnico y otro más de látigo, lo que siempre queda patente es que la velocidad es la que hace daño en el Cuatro y Medio. Estos meses, aunque Laso no ha ganado a Jokin ninguno de los tres partidos individuales, Unai ha demostrado que ha ido mejorando en cada uno de sus encuentros. En el Adarraga, si hacemos memoria, tuvo contra las cuerdas al amezketarra por 14-7, pero le faltó dar ese último pasito. Ojalá se ponga con esa diferencia en la final.

Para lograr el triunfo, Laso tiene que ser él mismo. Tiene que hacer lo que le sale. Es un manista impulsivo. No tiene que pensar en el cómo y el cuándo. A los artistas y los genios les salen las cosas al momento.

A pesar de que la apuesta se va a cantar del lado de Jokin, debido a la tendencia, los números no son reales con respecto a las probabilidades de juego de cada uno. Se ha demostrado en el campeonato. A la hora de salir favorito, siempre hay uno, pero no siempre gana el que lo es. Veo un compromiso con incertidumbre, con alicientes. Altuna III teme a Laso y Laso teme a Altuna III.

Respecto al material que se puso en el cestaño, Laso tenía tremendamente claro qué es lo que quería. Es un chico con las ideas claras. Busca siempre una pelota que le entre bien en la mano. Le he inculcado que no siempre hay que sacar cueros iguales, porque los partidos pueden ir por diferentes vertientes. Así que en ocasiones es necesario optar por alguno más tosco y otro más rápido, por ejemplo. En la elección de material se decantó rápido. Acabó muy a gusto.

De todos modos, el sistema utilizado es bueno, porque las pelotas llevan tres semanas apartadas y se ponen según el frontón, sin saber quiénes van a ser los contendientes. Son pelotas para el espectáculo.

El autor es técnico de Baiko