e coge el teléfono en el coche, de vuelta de Medrano, donde acaba de ganar junto a Lara, a Picote y Loza, dos chavales de la zona. “Estoy llegando a casa”, me dice, “en un cuarto de hora hablamos más tranquilos”. Ya en Laudio -alavés nacido en Cruces en 2004, como la mayoría de niños y niñas de la zona-, se mete en la habitación y me atiende. Para ordenar sus ideas, desparrama sobre la cama la colección de txapelas que ha ganado en el frontón y señala la primera de todas, la que se llevó en Orozko en 2012, en un mano a mano contra un chaval del pueblo. Antes que ésta, pudo ser otra la primera, “una final en Arratia contra dos chavales de Zeanuri, con Ekhi de compañero”. Aquel día, reconoce, “lloré un montón”.

Arkaitz Eskuza Reyes es un joven pelotari de 16 años que, según dicen, en un rato estará jugando con los profesionales. “Me preocupa cero eso”, repite a lo largo de la charla, “que pase lo que tenga que pasar”. Ni el medio ni el largo plazo le hacen perder un segundo. Hoy por hoy “sólo pienso en disfrutar, jugar bien y ganar torneos”. ¡Como si fuera fácil!

El futuro es mañana y el próximo partido; la semifinal del torneo de Oñate el 29 junto a Arrillaga, el Diario Vasco, que se ha presentado esta semana, el torneo de Gartzaron y el Provincial de Bizkaia. Hasta ahí llega la planificación. El día a día casi. Da lo mismo si Aspe le tiene en cartera y piensa en él de cara al futuro. “Me gusta la pelota”, resume. “En casa no me dan mucho la chapa ni me meten presión”, reconoce, la excepción a la regla general en lo concerniente a la especial relación padres/aficionados e hijos/pelotaris durante los partidos, en el coche de vuelta a casa y, ya en el domicilio, cuando toca repaso, verdadero suplicio para los chavales.

Arkaitz y Loza son dos de los críos controlados por Aspe. Dice de Carmelo que “es muy bueno”. También le gusta mucho Iztueta, de Tolosa, y Ekhi Irribarria, de Arama. “Tener precontrato con Aspe me ilusiona mucho, claro, pero no tengo más presión por eso”. No contempla otro porvenir que no sea el siguiente partido “y disfrutar jugando a pelota”. De abajo a arriba: disfrutar, jugar, aprender y... “luego ya se verá; ojalá llegue”.

Zaguero pegador, de buena defensa y más que aceptable volea, “que sabe bajar bien la pelota”, añade cuando define su juego. Pendiente de mejorar con la izquierda -“tienes que jugar igual que con la derecha”, le indica una y otra vez Humberto Alzaga, su entrenador en Herriaren mucho antes de que el chaval pegara el súper estirón-. Arkaitz asume que sólo el trabajo diario y “ser humilde y tranquilo” le llevarán donde se lo proponga. “Me gustaría parecerme a Zabaleta”, apunta refiriéndose a su jugador favorito, aunque también admira a Ezkurdia y a Altuna, dos delanteros muy diferentes entre sí. “El chaval sólo piensa en entrenar y aprender, fajarse con los mejores y ganar partidos”, nos cuenta Humberto. El pelotari de Herriaren, el último año, insiste Humberto, “ha evolucionado mucho y bien en lo físico y en lo técnico”. A todo ello, suma otro factor que sin duda ha contribuido de manera positiva para que Aspe haya decidido firmar un precontrato con el chaval de Laudio: el apoyo familiar y de su club. Como sucediera tres años atrás con otro joven alavés, el talentoso delantero de Amurrio Iker Larrazabal, profesional con Baiko desde hace un año, Arkaitz Eskuza trabajará las dos próximas temporadas para ganarse el sitio entre los profesionales. “Es un poco cabeza cuadrada, muy alemán en asuntos de pelota. Cuando no le salen las cosas o descubre alguna carencia en su juego, no para hasta superarlo y, entonces sí, se queda tranquilo”, concluye su entrenador en Herriaren desde que llegara cumplidos los seis, a rebufo de su hermano Unai, procedente de la ikastola del pueblo donde Asier Pagaza les había iniciado en el juego.

¿Por qué no te apuntas tú?, le preguntaron cuando acompañó al hermano a los primeros entrenamientos. Tenía tres años. La madre, Maricarmen, se había decidido por la pelota “porque en el frontón no nos íbamos a mojar ni a pasar frio”, cuenta Arkaitz, “nosotros y ella”, añade con una sonrisa. “Vemos juntos todos los partidos”, reconoce la madre, “conoce a todos los pelotaris desde que era pequeño”, y añade, “cuando le toca jugar es tranquilo, pero de espectador se le sale el corazón del pecho”. Aprovecho, y le pido que me describa al hijo. “Es estupendo”, dice, “no para de vacilar a su hermano todo el tiempo y éste se arma de paciencia. Es noble, cariñoso, y no para de sonreír. Cualquier pared le vale para darle a la pelota. La lleva siempre consigo. La toca más que al móvil”. Y termina: “en la ikastola están ya un poco hartos de tanta pelota. Todas sus redacciones son iguales: pelota, su entrenador y compañeros... hasta fotos incluye”. También a Carlos, el padre, le gusta la pelota -“algo jugó de pequeño, poca cosa” cuenta el crío-, pero “tampoco agobia, se mantiene al margen”.

Siendo un chaval aún, al principio jugó en Álava, con Asier Sánchez y Aimar Fernández, pero después decidió que le “convenía jugar en Bizkaia”. Pura estrategia evolutiva. Hasta hoy ha ido alternando los calendarios alavés y vizcaíno con los torneos más prestigiosos del calendario.

El título de Euskadi de 2019, en el mano a mano ante el mocetón de Astigarraga Lizeaga, compañero en la edición de este año del torneo Bankoa Avanca -debutarán el 26 de noviembre en Soraluze, el mismo día que Leire Garai en categoría femenina- lo considera “el más importante hasta el momento”. Pero tiene más. 2021 ha sido un año increíble. Ganó en Zumaya con Irribarría, la Trinidad con Jon Jara, en Sopelana con Mikelarena, el Cuatro y Medio alavés ante el también alavés Olaizola, el parejas de Bizkaia junto al pelotari de Aramaio -otro de los nuestros embarcado en la temporada vizcaína-, en Getaria en compañía de Bilbao y el individual de Bizkaia, el Baqué, tras imponerse en la final a Arbaiza. Un palmarés envidiable en una temporada señalada que, ya está dicho, le ha puesto en el disparadero y en la mirilla de del aficionado.

Él está a lo suyo. El joven Eskuza sólo piensa en el día a día. Mejorar en el Cuatro y Medio, donde “necesito mejorar el remate y la movilidad”, entrenar, jugar y ganar partidos por parejas y en el mano a mano “donde me siento cómodo” y llevar a la práctica su máxima: “dominar el peloteo, tirar atrás, aguantar, pegarle duro y que fallen ellos”. Esas son las artes de un trabajador de la pelota que ha sido señalado para ser el siguiente. Un pelotari que cumplirá los 17 en noviembre al que le guía la ilusión, la afición, el esfuerzo y la humildad.