- Un zarpazo de Tadej Pogacar desniveló a Primoz Roglic en la última contrarreloj del Tour de Francia del curso pasado. Era la penúltima etapa. Duelo de eslovenos. El veterano acabó con 1:56 por detrás del mozo, un muchacho llamado a instalar su impronta en el Planeta Ciclismo. El del UAE conquistó la Grande Boucle y suma ya dos victorias seguidas en París. Un ciclón. A pesar de la decepción, Roglic se lamió las heridas en Madrid, al sumar su segunda Vuelta seguida. En la presente edición de la ronda francesa, en la que apuntaba a reeditar el duelo con su compatriota, el del Jumbo se cayó en la tercera etapa. Asumió que tenía que seguir, aunque fuera vendado hasta el pelo, pero solo aguantó seis días más. Era insostenible su continuidad. Ayer hizo un mes de la caída en Pontivy. Enésimo golpe, enésima resurrección. Su poder contra el crono se hizo carne en los Juegos Olímpicos de Tokio, donde alcanzó ayer la presea dorada con autoridad, desmantelando los augurios sobre el favoritismo absoluto de Wout Van Aert, al que se le vieron las costuras de su royal rumble en la prueba de ruta. El belga alcanzó la plata en un escenario de confrontación total, únicamente superado por el sorprendente Richard Carapaz, solitario en las hostilidades, pero no fue capaz de descabalgar del podio olímpico a Roglic, Tom Dumoulin y Rohan Dennis, calificando como sexto al paso por meta, a 36 segundos de las medallas.

El esloveno se abrazó a una cadencia de pedaleo infernal -llevó una velocidad media de 48,2 kilómetros por hora- para evitar cualquier indicio de peligro en la punta clasificatoria. Roglic se repuso de los golpes para afincar su oro. También aguantó las faltas de respeto de Kasper Asgreen, al que dobló y que se amarró a su rueda y le pasó tres veces en una escena más propia de una escapada que de una crono. Feo. Muy feo. Lo del esloveno fue un recital. Aplastante. La cuestión no es caer, sino levantarse. Mentalmente es una roca. Aventajó en 1:01 a Dumoulin y en 1:04 a Dennis. Los tres estarán en el Jumbo la próxima campaña. Pleno.

Y la magia de las historias también se abraza a la plata. Dumoulin abandonó el ciclismo profesional en enero. Ya bastaba para él. Detestaba las cronos. El sacrificio personal le estaba pasando factura. El peso era enorme. Se planteó seguir en el ruedo profesional. Nada tenía sentido. “Ha sido como quitarme una mochila de 100 kilos de los hombros. He tomado esta decisión y me siento feliz. Ahora lo que quiero es tomarme un tiempo para mí”, dijo entonces el neerlandés. Se lanzaron preguntas al aire. ¿Regresará al pelotón? En junio retomó la actividad. ¿Será el mismo? ¿Volverá a ser competitivo? En Izu acabó en el segundo cajón del podio. No hay más preguntas, señoría. El destino es maravilloso.

Ion Izagirre, por su parte, tuvo que abandonar tras sufrir calambres en la primera parte del trazado. “He tenido problemas en los dos sóleos, no podía ni pedalear”, desveló el de Ormaiztegi al finalizar la prueba.

Por otro lado, en categoría femenina, la neerlandesa Annemiek Van Vleuten encontró la redención en la contrarreloj japonesa después de haber perdido el oro en ruta al olvidarse de Anna Kiesenhofer, escapada. La del Movistar cruzó la meta pensando que había ganado el oro, pero solo besó la plata. Ayer resucitó con un tiempo de 30:13, 56 segundos mejor que la suiza Marlen Reusser y con 1:01 de diferencia sobre su compatriota Anna Van der Breggen. Golpe de autoridad. Miércoles de resurrección.

Contrarreloj masculina (44.2 km)

Contrarreloj femenina (22.1 km)