l tiempo que se tarda en correr una ultra de 130 kilómetros, como era el caso este fin de semana no son, aunque pueda a priori parecer, las 16 horas de ganador ni las 27 horas que tardo el último en cruzar la línea de meta. Son meses y meses, con muchas horas de entrenamiento, bastantes de ellas robadas al sueño nocturno, a paseos con la familia, a tiempo libre en general.

Yo me presentaba en la línea de salida de Vitoria con los deberes bien hechos, mucho entrenamiento acumulado, con mucho tiempo ya sumado en mi mochila. Seguramente es la carrera para la que más he entrenado, con rigor, con prudencia, haciendo las cosas bien, cuidando incluso la nutrición, una de las cosas que, aunque importantísima, siempre había dejado más o menos de lado.

Pues bien, a pesar de todo esto nunca, y digo bien claro nunca, puedes tener la certeza de que las cosas vayan a salir bien, puedes intuirlo, aproximarte, tener una idea, pero nunca estar seguro de que cruzaras esa línea de meta.

Después de descansar bien todo el día y de preparar todo lo que iba a llevar a esta gigantesca prueba, ropa de recambio, material obligatorio, comida y bebida para consumir durante la carrera, me acerco a la línea de salida situada en el céntrico parque de la Florida, en Vitoria-Gasteiz. Allí después de un plato de pasta, en un restaurante cercano, me encuentro con muchos amigos y conocidos de estas locuras que hacemos por el monte. Allí están Borja y Alex, compañeros de mi club de monte Basajaun. También se encuentran Abel, Belda, Javi, Richard y Xabi, con los cuales tendría la oportunidad de coincidir en diferentes momentos de la prueba. Y por supuesto con mis compañeras de aventura Lexuri y Amaia.

En esos momentos previos a la salida, la cual iba a tener lugar a las diez de la noche, con las últimas luces del día, se respira nerviosismo y ganas de arrancar. Pero justo ahí llegó la primera mala noticia. El Tribunal de Justicia de Navarra ha avalado el toque de queda y la carrera tiene que terminar como muy tarde a la una de madrugada del domingo. Eso supone que el tiempo límite para terminar pasa de 33 horas a tan solo 27.

Nos miramos las chicas y yo, lo primero que se viene a nuestras cabezas de forma inmediata y unánime es que no vamos a poder llegar a meta en ese tiempo. Teníamos la idea de hacer la carrera en unas 30 horas, con lo que teníamos dos opciones. La primera correr más, esforzarnos más, llevar nuestro cuerpo más al límite si cabe, pero la descartamos rápido. No íbamos a renunciar a acabar en esas 27 horas, pero no al precio de poder tener un susto. La segunda, que es la que tomamos, es salir a hacer la prueba tal y como la teníamos previsto y ver hasta dónde llegamos. Por suerte la organización dio la opción de que si llegábamos al kilómetro 102 en 25 horas nos considerarían como si hubiéramos acabado. Esta noticia nos tranquilizó un poco.

Pues bien, después de despedirnos de la familia y amigos, llegó el tiempo de la cuenta atrás. Y salimos disparados, bueno disparados los primeros. Nosotros aprovechamos esos primeros kilómetros por las calles de Vitoria para coger nuestro ritmo y ver cómo la noche caía definitivamente mientras subíamos a la cruz de Olarizu, momento donde encendimos nuestros frontales. Subida corta pero dura con su consecuente bajada. Amaia se quedó un poco atrás, la esperamos y cuando llegó a nuestro lado nos comentó que tiráramos para adelante, que no nos quería ralentizar en nuestro ritmo. Por supuesto no la hicimos caso ya que esa demora en la bajada estaba provocada más por los nervios y la emoción del inicio, lo que le hacía ir un poco alta de pulsaciones, y de los nervios propios de estos primeros kilómetros.

Así llegamos los tres, casi sin darnos cuenta al primer avituallamiento, en los Cruceros. Después de cargar con lo necesario salimos en busca del primer pueblo, Okina, previo paso por Pagogan y Zalbizkar. Se trata de un tramo muy bonito entre árboles, rodeados de vegetación y que encima con la noche de luna llena y la luz de los frontales lo hizo espectacular. Antes de llegar a Okina coincidimos con Javier un chico de Miranda el cual no estaba gestionando bien la noche a pesar de llevar solo tres horas y abandono en el avituallamiento. Mucho ánimo Javier.

Nosotros salimos en la hora prevista y animados. Tocaba afrontar un tramo complicado, sobre todo por la niebla que se nos echó en la primera parte. Una primera parte con una muy dura subida al Butxinsolo, sin camino, pero gracias a las marcas de la organización, pudimos llegar hasta arriba. Tras dejar atrás el Kapildui, la niebla desapareció y toco el momento de disfrutar de verdad. Hasta Azaceta este tramo atraviesa un hayedo increíble, que encima iluminado con la luz de la luna hizo que fuera uno de los lugares mágicos de la carrera. En este camino coincidimos con Nuria y con Julián, dos chicos catalanes, más tarde se uniría Esteve. Aquí nos encontramos, pero fuimos toda la carrera adelantándonos mutuamente ya que llevábamos ritmos parecidos. Finalmente llegaron a Ollo, kilómetro 102 en hora, con lo que terminaron; así que Zorionak para ellos.

Llegamos a Azaceta, kilómetro 32 y después de un avituallamiento muy rápido, encaramos el tramo más corto de la carrera. Tan solo 6 kilómetros con la subida a Indiagana y la bajada hasta Laminoria. Aquí después de avituallar de nuevo nos mentalizamos para poder con el que sería el último tramo nocturno, pero seguramente el más difícil de toda la noche. Son 12 kilómetros los que separan Laminoria del puerto de Opakua, pero entre ellos están las subidas al Santa Elena, interminable y entre la niebla y a Arrigorrista. Para esa segunda subida ya nos había amanecido. Fue impresionante. Subidos a la cresta de los montes de Iturrieta, vimos cómo el sol comenzaba a iluminar poco a poco la llanada. Una mezcla de colores, naranjas, rosáceos, morados, que hicieron de ese amanecer otro mágico momento.

Aquí Amaia y Lexuri empezaban a notar, al igual que yo, los kilómetros en las piernas, pero nuestras cabezas iban frescas todavía. Lexuri en este tramo grabó algunos videos del amanecer y Amaia seguía con sus cuentas en la cabeza para ver en qué tiempo aproximado llegaríamos a meta. Había empezado a hacer esas matemáticas kilómetros atrás. Posteriormente se daría cuenta que esto no es exacto, pero por lo menos le mantenía distraída y lo más importante de todo animada.

En Opakua, ya con los frontales fuera de nuestra cabeza, nos damos cuenta de que vamos a un ritmo por encima de nuestras posibilidades. Toca resetear y bajar un poco el ritmo. De todas formas, empezamos trotando para entrar en calor. Durante toda la noche nos ha pasado lo mismo, al salir de los avituallamientos nos hemos quedado fríos y ha costado entrar en calor. Este tramo, por lo menos hasta llegar a Andoin (puerto), es muy cómodo, apenas unos pocos repechos. Nos viene bien para charlar un buen rato y contar entre los tres alguna anécdota. Aquí veo a Lexuri un poco más baja de ánimo. En una ultra se pasan por muchos ratos buenos y malos. Es como una montaña rusa de sensaciones y ánimos. Tan pronto estás arriba y fresco de piernas como empiezas a darle vueltas a la cabeza y te empieza a doler todo. Pero bueno Lexuri le dio la vuelta y ya tenía otra cara cuando afrontábamos un trato tan bonito como complicado.

Antes de llegar al Ojo de Legunbe, la prueba transita por un sendero estrecho lleno de piedras, lo que unido a una bajada desde el ojo muy incómoda por las rocas y la pendiente hace que lleguemos a la pista que nos conducirá a Urbasa un poco cansados. Yo aquí atravieso un pequeño bajón, pero rápidamente le doy vuelta y junto con mis compañeras llegamos al Camping donde está el avituallamiento. Ya estamos en el kilómetro 66.

Al salir de Urbasa teníamos por delante más de 17 kilómetros hasta el siguiente avituallamiento, la base de vida de Arbizu. Fue sin dudarlo el peor tramo de toda la prueba, incluso para mucho el ultimo. Salimos con ganas, había que tenerlas ya que lo primero era subir al Bargagain una durísima subida tengas o no 66 kilómetros en las piernas. La hice acompañado, además de con Lexuri y Amaia, con Aitor, un chico que conocí en la primera prueba donde hicimos reportaje de "hoy corremos". Lo cierto es que se hizo muy amena. Subía a buen ritmo con mucha fuerza y antes de lo que me imaginaba llegué arriba. Lexuri también ascendió muy bien, a Amaia le costó un poco más. Ya se notaba el cansancio. Pasada esa subida y el sendero que bordea toda la cresta llegamos a lo que fue, por lo menos para mí, el momento clave de la carrera.

Desde que salimos del abrigo de los árboles hasta encontrarlos de nuevo nos enfrentábamos a un tramo que, si bien no tenía mucho desnivel, nos machacó a los tres por el enorme calor que sufrimos. No corría nada de aire, incluso cuando lo hacía era caliente. Todo el rato era una sensación de bochorno muy duro. Había la posibilidad de que hubiera un avituallamiento extra para hidratarnos, pero finalmente no lo hubo. A Amaia sus rodillas le empezaron a dar guerra, a Lexuri los pies y a mí, quizá por no gestionar bien el beber, bebí demasiado pronto toda el agua que llevaba, la cabeza en forma de mareo que con cada kilómetro que pasaba iba a más.

Cuando ya por fin conseguimos llegar a una zona más sombría, la bajada a Arbizu, yo ya sin saberlo todavía había terminado la carrera. Estaba totalmente mareado, como luego sabría por un fuerte golpe de calor. Conseguí bajar hasta Arbizu gracias a Amaia y a Lexuri, que en ningún momento se separaron de mí. Gracias chicas por cuidar de mi tanto y tan bien, no sé qué hubiera pasado si no es por ellas. También el ser bastante cabezón y quererlas ver en Ollo, la meta para nosotros, tiró de mi para abajo. Como bien decía al principio, hay factores que no se pueden prever en una carrera tan larga y dura. Pensaba que lo llevaba todo controlado, pero al final son cosas del día de la carrera.

Como bien sabía una vez llegados a la base de vida de Arbizu, el médico y las enfermeras no me dejaron continuar. Bueno realmente me dijeron que no me lo aconsejaban, blanco y en botella. Después de un chequeo bastante exhaustivo allí terminó definitivamente la carrera para mí. 85 kilómetros y 3600 metros de desnivel positivo después en 18 horas de tiempo. Amaia, con sus maltrechas rodillas, y Lexuri, con los pies llenos de ampollas, sí que continuaron. Bravo por ellas, me alegré mucho a la vez que, por dentro, no se lo dije a ellas por supuesto, estaba bastante hundido. Así que las vi partir directas al coloso Beriain y a por los últimos 19 kilómetros que les quedaban para llagar a Ollo.

Allí en Arbizu también estaba Xabi, que se tuvo que retirar por un desgarro en la zona posterior de su pierna. Xabi, sin más, decirte que habrá más oportunidades y teniendo en cuenta lo bien que lo preparas todo seguro que más temprano que tarde tienes tu recompensa.

Yo me dirigí junto con Txetxu, el chico de Amaia, que se portó de diez conmigo, hasta la línea de meta para ducharme, comer algo e intentar recuperarme un poco antes de ir con él hasta Ollo para ver llegar a las dos guerreras del monte. Y allí aparecieron sobre las diez y cuarto de noche, después de kilómetro 102 y 4500 metros positivos, donde fueron declaradas finishers de la BUTS. Zorionak a ambas por no rendirse, por dar una lección de pundonor en cada metro de la prueba. Yo cada carrera que hago aprendo mucho y en esta he aprendido mucho de vosotras. Espero volver a tener la oportunidad de compartir mas kilómetros y cruzar la línea de meta a vuestro lado. También terminaron Belda, Abel que llegó hasta Erice en el 113 e incluso Richard que llegó a Oteiza kilómetro 120. Bravo y mi admiración a todos ellos.

Como final de esta crónica cabe decir que no tengo más que un pequeño 'pero' que ponerle a la organización. Lo digo desde la parte constructiva como siempre, me consta que tenían algún avituallamiento más previsto que finalmente se vino abajo, pero con el calor que iba a hacer estaría bien el saber y sobre todo hacer saber a los corredores otros lugares alternativos para poder hidratarse, fuentes, ríos, etc... No solo yo sufrí un golpe de calor. Pero entiendo que con todo lo que pasó el toque de queda y demás, bastante y eso hay que agradecerlo sacaron con nota la carrera hacia delante. Por cierto, nos han declarado a todos los que salimos, independientemente de los kilómetros recorridos, finishers de la prueba y nos recompensarán con la prenda que los constata. Gracias, muy pocas pruebas tienen estos detalles y son cosas que hacen que vuelvas otros años. Yo, aunque no la tuviera volvería y volveré. En 2022 tendremos ración doble de BUTS. Ahora me tomo un descanso hasta septiembre por vacaciones. Pero volveremos con más aventuras en poco más de un mes.