ue la primera vez que los Juegos marcaban el calendario ciclista. Y es que, a pesar de que el deporte de la bicicleta figuraba en el programa olímpico desde la primera edición de la era moderna, es decir, desde Atenas 1896; tuvieron que pasar 100 años para que una cita olímpica reuniera a los mejores corredores del mundo. Una centuria entera para que el pelotón más destacado del panorama internacional rodara por la medalla de oro. Hasta entonces, en el ciclismo ocurría lo mismo que en el fútbol: solo podían participar deportistas de categorías inferiores. Pero en Atlanta 96, el Comité Olímpico Internacional (COI) levantó el veto a los profesionales. Justo cuando a Miguel Indurain se le acababa la mecha, justo cuando acababa de perder el que hubiera sido su sexto Tour de Francia consecutivo ante Bjarne Riis -que años después confesó su dopaje-. Sin embargo, para los Juegos Olímpicos, el navarro demostró tener aún lumbre. Un motor en combustión. Y es que el hecho de poder conseguir algo que se le impidió a Bernard Hinault, Eddy Merckx o Jacques Anquetil hizo que Indurain extendiera su leyenda unas pocas semanas más. De hecho, la prueba de ciclismo contrarreloj de Atlanta 96 aún es recordada como la primera y única vez que dos vascos se subieron a dos escalones diferentes del mismo podio: el navarro se llevó el oro mientras que Abraham Olano saboreó la plata.

El caso es que Indurain llegó a la villa olímpica con cinco Tours, dos Giros y un campeonato del mundo contrarreloj en su palmarés. Y con la experiencia de Los Ángeles 84 -cuando aún era amateur- en sus piernas. Es decir, se presentó en Atlanta 96 como el rival a batir. Pero no fue el único representante vasco en las carreteras estadounidenses porque Olano arribó a los Juegos como una baza importante. No obstante, el guipuzcoano ya sabía lo que era vencer al todopoderoso corredor navarro, puesto que apenas un año antes se proclamó Campeón del Mundo en Colombia al entrar en meta por delante de él. Fue en la modalidad de ruta -en contrarreloj tuvo que conformarse con un segundo puesto por detrás de Indurain-, pero era un antecedente que recordaba que, en una jornada de ciclismo, cualquier cosa era posible. Asimismo, los dos vascos no fueron los únicos corredores de renombre en la cita olímpica. Marco Pantani, Alex Zülle, Tony Rominger y Chris Boardman también quisieron aprovechar el levantamiento del veto a profesionales.

Por eso, Indurain y Olano dejaron hacer a los demás en la prueba de ruta. No entraron ni en la guerra, ni en los diplomas. Se reservaron para la batalla contra el reloj. De hecho, ninguno de los dos llegaba en plena forma, ambos lo sabían, pero la confianza que desprendían caló en la afición y en los rivales, que les vieron como ganadores incluso antes de comenzar. Sin embargo, quien se colocó en primera posición tras la vuelta inicial fue Boardman. El británico fue la primera referencia en una prueba en la que los organizadores no previeron forma alguna de conocer los tiempos durante la carrera. En una época donde no había pinganillos ni comunicación constante, los ciclistas fueron a ciegas. Y eso favoreció a un Indurain en combustión. El navarro no dejó que Boardman se creciera y picó en los repechos. Poco a poco fue imponiendo su ritmo y, para el kilómetro 32, ya ostentaba el mejor tiempo. Mientras, Olano, por detrás, se las tuvo con el británico y con una lluvia que en algunos tramos fue incluso torrencial. El guipuzcoano intercalaba posiciones con Boardman. Plata y bronce. Bronce y plata. Pero a falta de 20 kilómetros le adelantó definitivamente y manejó el reloj hasta el final. Aceleró tanto que incluso terminó a 12 segundos de Indurain. De esta forma, por primera vez en la historia del olimpismo vasco y estatal, dos deportistas se repartieron las mejores preseas de la misma prueba.

Desde el escalón más elevado del podio de Atlanta, Indurain supo que su era se terminaba. Su ausencia en el Giro de ese año, su derrota en el Tour y las desavenencias con los directores de Banesto, su equipo por aquel entonces, hicieron que fuera La Vuelta del 96 su última prueba como ciclista profesional. De hecho, el navarro no llegó a completar la ronda estatal puesto que en la décimo tercera etapa tuvo que bajarse de la bicicleta por falta de fuerzas. Su mecha se había extinto, su motor se había apagado. Pero con una medalla de oro olímpica y desde lo más alto.

Doce segundos es el tiempo que separó el oro de Indurain de la plata de Olano en la prueba olímpica de contrarreloj

Atlanta 96 fueron los primeros Juegos en los que el COI permitió la participación de ciclistas profesionales