uando vas a hacer una carrera de 25 kilómetros -en realidad fueron unos 23- con bastante desnivel positivo y en estas épocas del año, hay que tener unas cosas claras. Por lo menos unas básicas. Si bien es cierto que muchas veces la ilusión es capaz de tapar defectos y nos puede catapultar a logros insospechados, no hay que dejar todo a merced de ella, porque podemos tener un susto.

Todo esto viene a colación de cosas que ocurrieron el pasado sábado en Labastida, nada grave, pero todo a mi modesto juicio evitable. Más adelante ya ahondaremos en estos temas, porque lo primero es introducir la carrera como hacemos siempre.

El día amanecía con alguna nube en el cielo e incluso alguna que otra gota también caía mientras la luz poco se abría paso en una fresca mañana. Llegamos al lugar donde cogeríamos el coche mi amigo Gustavo y yo. Para mí era la segunda carrera con dorsal. Para él, además de ser la primera, suponía la vuelta después de una larga lesión a la competición. Tenía una sensación encontrada, por un lado las ganas de volver a probarse, por otro las dudas de no estar a la altura de su gen competitivo.

Gustavo, además de un excelente compañero y amigo destaca en esto de las carreras tanto de monte como de asfalto, donde en ambas ha cosechado varias victorias, algunas de ellas de renombre. Nos juntamos con Asier y con Txema. Todos juntos nos encaminamos ya a Labastida. Allí se nos uniría Koldo. Ni que decir tiene que no estoy ni de lejos al nivel de estos cuatro cracks, así que nos sacamos la foto de rigor y después de desearles suerte les veo alejarse mientras me encamino a la salida.

Allí me junté con Xabi y Raúl, a los que tampoco podría seguir. No es del todo cierto, ya que les aguante un kilómetro, para después dejarles ir. Antes de ello, volvimos a sentir todos -y creo que no me equivoco al decir todos- la emoción de las salidas juntos. Con mascarillas, pero juntos, a la par de un gran speaker realizamos la cuenta atrás hasta llegar al cero, momento en el que los gallos salieron quemando la zapatilla. El resto poco a poco fuimos pasando bajo el arco de salida entre los aplausos de mucha gente que allí se concentró.

La salida, como no podía ser de otra manera, fue tranquila gracias a un cuestón que iba rodeando la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Incluso esa rampa sacó a más de uno de punto. Yo estuve al lado de Xabi y Raúl, hasta que la lógica se impuso y los vi alejarse por la pista que nos conduciría a la base de la primera cumbre. Son momentos donde siempre me da la sensación que vamos más rápido de lo que debemos. Esa adrenalina de la salida y de la gente corriendo a tu lado, a mi por lo menos me hace ir siempre por encima de lo que debo.

Poco a poco voy cogiendo un ritmo más lento, el mío. Son momentos de duda ya que me pasa mucha gente, pero bueno es lo normal. Yo rindo mejor en carreras más largas y con más dureza. En sus primeros 5 kilómetros la carrera de este sábado fue bastante llana y rápida.

Tras pasar por varios tramos de pistas enlazadas por alguna carretera e incluso con algún paso por viñedos, justo antes de llegar a las faldas de San Cristóbal, comparto unos kilómetros con Borja. Se le está haciendo un poco duro este tramo ya que son ratos donde el camino siempre va picando hacia arriba y poco a poco se va acumulando el cansancio en las piernas. Me cuenta que no es su terreno ya que a él le gusta que sea un poco menos corredero y de esa forma poder llenar un ritmo más bajo pero que pueda mantener más tiempo. Tras charlar un poco del reto que tiene en mente, como es correr la Hiru Haundiak en octubre, casi sin darnos cuenta nos topamos con el cortafuegos por el que prácticamente sin descanso llegaremos a la cima del monte San Cristóbal.

Se trata de un kilómetro con casi el 20% de desnivel positivo, donde Borja se queda atrás y además voy pasando a mucha gente. El terreno es complicado y en algunos sitios hay que ayudarse de las manos por lo inclinado y resbaladizo del piso. Al llegar arriba me tomo un momento para echar alguna foto.

Es unos de los momentos donde me doy cuenta de un par de las cosas que hay tener claras las cuales comentaba al inicio de esta crónica. Por esa dura subida con tanto desnivel y a plena sol, muchos de los corredores suben sin protección en la cabeza y aunque parezca increíble, ni con agua o sin ningún tipo de sistema de hidratación. Esas son las cosas que en mi opinión hay que cuidar por lo menos mínimamente para no tener lamentos luego.

Cuando alcanzamos la majestuosa cornisa de este monte en lugar de ir directos a su cima, aparece uno de los regalos de la organización. Regalo envenenado eso sí. A las maravillosas vistas desde esta atalaya le sigue una bajada y una subida empinada, muy técnicas ambas. Ahí creo que estuvo el error en mi participación en la carrera. Tiré de subir y bajar de puntera, lo que hizo que mis gemelos, no acostumbrados a esa forma de correr sufrieran y empezarán a dar avisos de lo que vendría después. Antes de eso, ahora sí, bajamos desde el buzón camino del primer avituallamiento.

Aprovecho para beber bien y rellenar además mis botellas de hidratación. Comparto otro buen rato de charla con los voluntarios. No me cansaré de decir que gracias a ellos es posible esta bendita locura que tanto nos gusta.

Nos toca ir a por la segunda subida. Es dura, pero más cómoda, ya que al subir podemos apoyar toda la planta del pie, lo que hace que no me moleste el gemelo, pero aunque yo no lo sabía el daño ya estaba hecho. Durante esta subida me uno a una pareja de hermanos que ha venido desde Vitoria para participar.

Son Raúl y José Ángel, o los Aldeanos, como quieren que les nombre. Raúl va contento ya que va tirando de su hermano cuando suele ser al revés. El motivo no es otro que a José Ángel le han vacunado hace poco y no tiene el motor al cien por cien. Va vigilando cómo va su hermano pero por dentro va con una sonrisa traviesa disfrutando de este pequeño momento de gloria al ir delante de él.

Subimos bien animados por la charla y sin apenas darnos cuenta llegamos al segundo avituallamiento, donde reponemos líquidos y comemos algo de fruta. Es aquí donde veo a Koldo en la hierba. Problemas musculares y a buen seguro, una noche en la que no ha tenido el descanso que le hubiera gustado le hacen abandonar antes de romperse del todo. Sabia decisión, muchas veces una retirada a tiempo es una victoria. Ánimo Koldo, nos vemos en la siguiente.

Salimos los dos hermanos y yo camino de la tercera y última subida. En el camino nos juntamos con Elías, otro asiduo de estas pruebas. Coincidí con él en Galdames. Además de las cuestas y el monte el tema en el que ambos coincidimos fue en el de la hidratación de la meta. Una buena cerveza fría no nos puede faltar. Es como el tercer tiempo en el rugby, tan importante o más incluso que el resto.

Al llegar los cuatro juntos arriba tengo que dejarlos ir. No puedo correr. Los gemelos se me suben a cada paso que doy. También habrá influido el parar y arrancar para tomar fotos. Soy de ritmo constante y no lo he tenido en la Bastida Trail. Con pena y con rabia veo como coronan el Toloño mientras yo con la ayuda de la Cruz Roja procuro relajar mis piernas.

Mientras tanto veo otra de las cosas que no deberían pasarse por alto. Me cruzo con varios corredores con zapatillas de asfalto, sin nada de taco. Es verdad que el terreno quitando alguna subida y bajada era fácil pero hay ciertos mínimos que deberían cumplirse y a la protección ante el sol, a la hidratación, factores que comentaba antes, hay que sumarle el calzado adecuado.

Una vez con los gemelos algo liberados y habiendo comido algo de plátano para aportar magnesio y tomar algo de sales me dirigí a la larga bajada a meta. Empiezo bajando muy bien hasta el punto que cojo a los dos hermanos y los paso pero en cuanto transcurren un par de kilómetros no el gemelo, sino el isquiotibial, se sube hasta arriba provocando un calambre tremendo.

Gracias a José Ángel y Raúl después de 5 minutos conseguimos ponerlo en su sitio. Afrontó la bajada mucho más tranquilo junto a ellos pero al final, en los últimos 3 kilómetros no puedo ni seguirlos. Aún así paso a varios corredores sumidos en deshidrataciones severas y con más calambres que los míos. Sin duda el calor ha hecho mella en muchos de nosotros.

Consigo llegar a meta por encima de las 3 horas que me había marcado pero por debajo de las 3 horas y treinta minutos que había de límite. Antes he visto a mis amigas Vero y Ana animando como si no hubiera un mañana. Y no solo a mí sino a todo el que pasaba. Otra de las cosas que me hacen amar este deporte, es cómo se vuelca la gente con todos los que corremos, sobre todo con los del furgón de cola. Gracias chicas por los ánimos, seguro en nombre de todos los que corrimos el pasado sábado.

Ya en meta me junto con mis amigos Raúl y Xabi los cuales, como no podía ser menos, han hecho ambos un carrerón, tardando casi 50 minutos menos que yo. No esperaba menos de ellos, carrerón el suyo. Zorionak chicos. Y qué decir de Gustavo que llegó a meta el 13. Y por un calambre inoportuno porque estaba luchando por la séptima posición. No tengo palabras. Sin estar en forma, su primera carrera en muchos meses. Como dicen en el autor del mundo del deporte, está en otra liga. Bravo Gus.

Destacar de nuevo la labor de la organización, sobre todo en una cosa que a muchas personas les puede parecer poco importante. Bastantes corredores llegaron fuera de control, pero al contrario que en otras pruebas aquí había algo diferente. estaba puesto el arco de meta, disponible el avituallamiento final e incluso el speaker animando a cada uno que llegaba. Todo esto es digno de elogio.

Son muchas las carreras que si no cumples unos tiempos de corte, incluso algunas aunque los cumplas, cuando llegas a meta te encuentras que están desmontando todo. A veces ya no queda casi nadie. Es a esa gente, la que llega en las últimas posiciones, a la que verdaderamente le ilusiona pasar por meta y ver que todo está como cuando llega el primero. A mí además de parecerme una forma de respeto al corredor, creo que es lo mínimo que se puede hacer por la gente que llega al final. Muchas veces son los que sustentan estas pruebas y los que a mí me han parecido siempre los verdaderos protagonistas.

Poco más que añadir. Dar por último las gracias a Félix por su colaboración y su buen hacer en esta primera edición. Si nos ponemos críticos habrá cosas que mejorar, pero como en todo. Yo creo que la organización ha estado más que a la altura y yo la marcaré como una de esas carreras a las que seguro que volveré. Me tengo que quitar la espina del tiempo en 2022.

Ahora a descansar bien y recuperar, que en tres semanas llega uno de los objetivos de 2021, como es la BUTS Vitoria-Pamplona, el 23 de julio. Y como no lo contaremos en Hoy Corremos... Nos vemos en unos días en la previa de esta descomunal prueba.