- Es imposible imaginar Tiburón, Indiana Jones o Parque Jurásico de Steven Spielberg sin la magia musical de John Williams. Es innegable la aportación de Ennio Morricone a la Trilogía del dólar de Sergio Leone -con la inestimable ayuda de los pulmones de Kurt Savoy en el icónico silbido-, a la estupenda Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore o a la genial Los odiosos ocho de Quentin Tarantino. ¿Qué sería del cine sin una partitura que eleva a los humanos a la categoría de héroes? La banda sonora de la pelota a mano profesional regresó el viernes en el frontón Larrunarri de Amezketa con la entrada del público a las canchas. Con ella, el innegable “perejil de todas las salsas”, tal y como reconoce Benjamín Lazkano (Zizurkil, 1950): los corredores de apuestas, que ya ven la luz al final de un túnel de más de siete meses de barbecho profesional. Sin público no hay traviesas. “Sin corredores, al público también le falta emoción”, explica el artekari.

“Este periodo ha sido bastante largo”, reflexiona Lazkano, quien sostiene que “personalmente, estoy acostumbrado a trabajar y ha sido demasiado tiempo”. “Da pena haber estado viendo partidos por la televisión sin público y sin ambiente. Afortunadamente, la gente ha regresado a los frontones este pasado fin de semana. Tenemos esperanzas en que la pandemia vaya remitiendo y vuelvan los aforos en su plenitud”, certifica el corredor de Zizurkil, que lleva desde la veintena en las tablas de contracancha cruzando apuestas y cantando momios. El guipuzcoano augura que “va a necesitarse un cambio generacional”. “Hasta el momento se estaba viendo un público mayor que ahora se retendrá un poquito. Esperamos que los más jóvenes hayan visto el espectáculo en la televisión y se apunten al frontón. En los tres festivales que llevamos, la verdad, nuestro trabajo ha sido efímero (Amezketa, Leitza y Donostia). No ha habido prácticamente nada, ya que en el Atano III los favoritos eran claros y el sábado coincidió con una competición de herri kirolak. Estamos en un impasse en el que habrá un cambio. Tiene que haberlo forzosamente”, determina Lazkano. Con todo, desde el sector, están “esperanzados” con respecto al verano. “Zarautz, Lekeitio, Donostia, San Fermín o San Mateo solían funcionar bien”, desgrana.

Así las cosas, la apuesta en el frontón sufrió mucho con la crisis. Lazkano valora en un descenso del 90% desde 2008. Sin embargo, el de Zizurkil no cree que la actividad vaya a desaparecer. Hay que reconvertirse, afinar la partitura de la pelota a mano profesional. Toca renovarse. “Lo que nos viene es otro sistema de juego, de cuadrillas de jóvenes que juntan dinero o de apuestas más pequeñas. Aquella época de papeletas grandes ha quedado atrás”, cuenta el guipuzcoano, quien evoca que “en época de vacas gordas, si alguien pedía cien euros, se le relegaba a la última posición; ahora, hacemos todo lo que se pide. Llevamos tiempo moviendo cantidades más modestas”.

“La apuesta en el frontón no va a desaparecer. Eso sí, puede quedar como algo simbólico. Soy veterano en estas lides, pero los corredores más jóvenes son de la filosofía de hacer papeletas con lo que salga: si hay veinte euros, se harán”, admite el corredor, que apostilla que “quizás nuestro problema puedan ser las máquinas, pero, aparte de que el porcentaje que ganan ellos es superior al nuestro, la salsa que aporta acudir al frontón y apostar unos euros no va a perderse nunca. Quizás se juegue menos, pero se jugará”. “Antes igual nos podíamos centrar en hacer cinco apuestas gordas, pero ahora igual nos toca hacer 150 pequeñas”, finaliza el artekari de Zizurkil. La asistencia limitada, no obstante, tampoco ayuda. Sin banda sonora no hay película. Sin perejil no hay salsa.