or si no fueran suficientes los despropósitos vividos con motivo de la celebración de la Eurocopa, nos encontramos ante el penúltimo desatino: la decisión del Gobierno español de vacunar a la carta a los jugadores, técnicos y séquito de la selección española de fútbol saltándose las normas y protocolos aplicables al resto de los ciudadanos del Estado. Hay que recordar necesariamente que la priorización de los deportistas, sean futbolistas profesionales o no, participen en una competición o en otra, a la hora de recibir la inmunización no está prevista en el llamado plan nacional de vacunación y carece de todo soporte legal.

Aún si se contemplara esa preferencia el juicio que nos merecería habría de ser el mismo: no es aceptable que los futbolistas de la Roja (o de otro combinado o equipo) se superpongan en derechos sanitarios a colectivos que siguen guardando su turno para ser vacunados, incluidos enfermos crónicos, otras ocupaciones que sí son esenciales en la sociedad (véanse empleados del comercio y servicios personales básicos), o en todo caso los ciudadanos que por edad son más gravemente afectados por el virus. Porque los criterios preferenciales aplicados para la vacunación parecía que eran la vulnerabilidad del grupo concreto y la exposición continuada al riesgo de contagio, de ahí las franjas de edades descendentes con las solas excepciones de profesiones sanitarias y esenciales para la comunidad o de población con dolencias que así lo aconsejen. ¿Dónde está la esencialidad, dónde la mayor vulnerabilidad de un deportista, dónde se fundamenta el mejor derecho de un integrante de la selección española de fútbol para excepcionar las reglas de general y necesaria aplicación?

Se pretende justificar desde las instancias gubernativas y federativas que los futbolistas “defienden a España”. Falso. Los jugadores representan formalmente a la Federación Española de Fútbol, ente privado, no son legación pública ni tienen estatus representativo de autoridad. Resulta llamativo que quienes realmente encarnan a la ciudadanía, como son parlamentarios o miembros de los Gobiernos central o autonómicos aguarden su turno por edad para la inoculación (así lo ha hecho modélicamente nuestro lehendakari) y que los “pobres” futbolistas se salten el orden por una representación, esencialidad o vulnerabilidad inexistentes. La ministra de Salud (sí, de Salud) entiende que ésta es una decisión “tremendamente importante y necesaria”, y el de Deporte que se vacunará “no a los futbolistas, sino a la selección que nos representa a todos”. Que se lo cuenten a mi cuñada peluquera, que pasa del fútbol y espera el pinchazo como agua de junio.

Se alude al “mismo criterio” aplicado a los deportistas olímpicos, que ya fueron vacunados hace un mes. Y lo fueron sí, como ahora los futbolistas, por el Ejército español, precisamente por no entrar ni unos ni otros dentro de los colectivos incluidos en el sistema reglado. No hay cobertura legal cuando no se incluyó (con razón) a los deportistas en los grupos esenciales a priorizar en la vacunación frente al Covid.

Lo de los privilegios de los jugadores españoles profesionales llueve sobre mojado, pues han tenido ilimitado acceso a las pruebas PCR siendo restringidas y onerosas al común de los mortales. Esta nueva prebenda, el otorgar este rango, alegal, al futbolista de élite y enfundado en rojigualdo, no puede sostenerse ni aun siendo apasionados del deporte o de la española. Y lo decimos también si pretende aplicarse a otra selección o equipo con el que cualquiera de nosotros podamos identificarnos.

La chapuza nacional se consuma cuando la vacunación de los integrantes de la selección española se va a hacer a gusto del consumidor, eligiendo vacuna y desoyendo las prescripciones médicas generales de asignación (las monodosis de Janssen no están recomendadas a menores de 40 años). Y sin embargo sin conseguir con ello una inmunización real durante el campeonato (se requieren quince días) y con la exposición, además, a posibles efectos secundarios debido a la administración próxima a los partidos. Todo un disparate. Se conculcan normas y principios y encima con una efectividad nula. Inútil afrenta al resto de ciudadanos que no damos patadas al balón ni defendemos el honor patrio. Todo por la Roja. Otra vez.