- Aleksandr Vinokourov, mánager del Astana, suele decir a quién quiere escucharle que le gustan los ciclistas vascos porque son trabajadores y competitivos. Esa máxima es aplicable al papel desarrollado por los dorsales de Euskal Herria que concluyeron en Milán el Giro de Italia. Rota la esperanza de Mikel Landa en una caída que aún le tiene convaleciente, el resto de integrantes de ese selecto club contribuyó a remarcar el ascendente vasco entre los tres mejores del Giro; Bernal, Caruso y Yates.

El colombiano, campeón de la carrera, se apoyó constantemente en Jonathan Castroviejo. El ciclista vizcaino fue crucial para proteger los intereses del colombiano. El abandono de Sivakov, obligó a Castroviejo a tomar más responsabilidades en las etapas de montaña. En la última semana del Giro, él y Daniel Martínez, fueron los encargados de guiar a Bernal, que la traca final del Giro no mostró la exuberancia de las dos jornadas precedentes. Castroviejo fue el alfil del colombiano. Uno de sus hombres de confianza.

En ese órbita se situó Pello Bilbao, que creció en la semana definitiva de la carrera para elevar a Caruso, segundo en el Giro. Su actuación en la victoria de Caruso en Alpe Motta resultó determinante. El gernikarra fue el hombre al que acudía el italiano para sentirse protegido. Pello Bilbao se vació por sus líderes. Primero, por Landa, y después por Caruso. Mikel Nieve, aunque no pudo alcanzar la excelencia de otras citas, fue un puntal importante para Simon Yates, tercero en el podio final. Gorka Izagirre, por su parte, protegió con acierto a Vlasov y buscó un triunfo de etapa a través de una fuga. Todos ellos brillaron en el Giro.