- Egan Bernal honró al Giro. A la maglia rosa. Venció con el maillot de líder. Es un campeón de cuerpo entero el colombiano. Por eso, cuando le bastaba con esperar al deshielo de sus rivales, congelados en el Giau, entró en combustión. Clase y orgullo. Al líder intocable le empujó el alma y unas piernas formidables. Bernal es el señor de las cumbres. En las bóvedas de Italia pintó una obra maestra. Firme en el pulso y magnífico con el empleo de la paleta de colores, el colombiano completó un cuadro maravilloso. Formidable el trazo, con la energía exacta, el líder desnudó su talento. Dibujó Bernal una victoria estupenda que le colorea aún más de rosa. Es su color. Pura pasión. Bernal posó de rosa en Cortina d'Ampezzo. Se regaló un paseo triunfal, como un general victorioso de regreso de la batalla. El de Bernal es un triunfo interior. El del ser humano que retorna de las tinieblas del dolor. No hay victoria como esa. Arrancados los clavos que crucificaban la espalda, Bernal se exhibe el Giro. Nadie puede sostener la mirada al colombiano.

Su ataque en Giau, un techo por encima de los 2.000 metros, descompuso a sus rivales. Bernal tiene las mejores vistas del Giro, las del trono tapizado en rosa. El líder observa al resto desde un plano cenital. Bernal es inaccesible. El Giro lo estruja en su puño. Nadie parece capaz de arrebatárselo. Caruso, que ofreció su versión para subir a la segunda plaza, está a 2:24 del colombiano. Carthy, que arriesgó para eliminar rivales, suma una pérdida de 3:40. Vlasov, otra vez agrietado, está a 4:18. Simon Yates, fagocitado por la montaña que le hizo tiritar, observa a 4:20. Ciccone pierde 4:31 y Bardet, en progresión, está a 5:02. Ajeno a ellos respira Bernal. El colombiano es el jefe. A falta de seis días de competición, el Giro es suyo. Hoy la carrera descansa.

Decapitada la etapa reina por la guillotina de las adversas condiciones meteorológicas, rodaron las cabezas del Fedaia (Marmolada), de 2.057 metros y del Pordoi, de 2.239 metros de altitud. El monstruo de los Dolomitas encogió, acosado por el frío, la lluvia y la nieve. La organización del Giro decidió achicar la jornada. El recorrido, de 212 kilómetros, se estrujó hasta los 153. Solo La Crosetta, el puerto inicial, y Giau (2.233 metros), antes de acabar en Cortina d'Ampezzo, quedaron en pie. La lluvia vistió al pelotón de pena. El frío garabateó los rostros con ojeras. El esfuerzo acható las narices. Día para la supervivencia. En ese territorio hostil, Gorka Izagirre, Almeida, Formolo, Pedrero, Nibali y Ghebreigzabhier se abrieron paso de la fuga de 22 que alumbró La Crosetta.

Los costaleros de Bernal jugaron con el sistema nervioso de los favoritos. Almeida era una amenaza. Al líder no le preocupa el portugués, pero a Carthy, la idea de la resurrección del luso no le entusiasmaba. El inglés ordenó a los suyos afilar las tijeras. El empeño del Education First recortó las distancias en la base del Passo Giau, la cima Coppi, una vez desaparecido entre la niebla de la polémica el Pordoi. Antes del coloso, Gorka Izagirre, excelso bajador, a punto estuvo de estrellarse contra una furgoneta en el descenso de Santa Lucía. Hijo de la lluvia, su habilidad y destreza, le sirvieron para rectificar la trayectoria milagrosamente.

Cuando el Giau elevó el mentón, Izagirre se diluyó como lágrimas en la lluvia. Formolo se encorajinó y Pedrero tomó la cabeza. Dentro de las fauces del coloso, con el suelo espejado, con la humedad mordiendo hasta el tuétano, Carr, Bardet, Ciccone, Martínez, Caruso, Bernal y Yates sobresalían enmarcados en la épica. Giau inició la limpia. Vlasov, un ciclista procedente del frío, se quedó tieso. Yates se descolgó de las cuentas del rosario cuando al puerto le faltaba una montaña. De Evenepoel no había noticias. El belga se quedó aislado. En su regreso a la competición, el esfuerzo del belga es conmovedor. Bernal, que también acude del dolor, representa el vuelo del ave fénix. Bernal es de fuego.

En el frigorífico del Giau, con la nieve recostada en las cunetas, acechando los cuerpos, el líder prendió su llama. Bernal se desató. Todos claudicaron ante el monarca del Giro cuando se encendió. Pedales de rabia. El colombiano, un cóndor, apresó a Pedrero. Bernal voló libre. Feliz en las alturas. Ese es su hogar. El líder coronó la cima Coppi en solitario, con 45 segundos sobre Caruso. Bardet purgaba a 1:13, Ciccone cedía 1:30 con Carthy, Almeida, Vlasov, y Martínez. A Yates le engulló la montaña de plomo: 2:40. Bernal se zambulló en el descenso. Rosa al rojo vivo. Solo y al comando.

Bardet, en su mejor versión, se aproximó a Caruso. Bernal era inalcanzable. Corre contra sí mismo. El hombre que desenterró la maglia rosa de la tierra de Campo Felice, talló un triunfo monumental en Cortina d'Ampezzo tras demostrar su superioridad en las entrañas de Giau. Bernal, exuberante, tuvo tiempo de enfatizar su rotunda victoria. Se desvistió. Así mostró su esencia de campeón. Se desprendió del chubasquero negro. Adiós al pasado. Se despojó del luto que le vistió durante meses con una actuación memorable. Bernal se mostró en todo su esplendor. Se rompió la camisa para enseñar su dominio. Caruso y Bardet perdieron 27 segundos, Carthy, Ciccone y Almeida, 1:27, Vlasov, fuera de foco, concedió 2:11. Izagirre asomó por delante de Yates. El inglés, desconchado, acumuló un retraso de 2:37. El colombiano manda a pecho descubierto en el Giro. Bernal honra la maglia rosa.

Pierde 24 minutos. Bernal venció, mostró la maglia rosa, besó a su pareja y se encaminó al podio. Allí le aguardó el confeti rosa, el tono de su Giro, y el champán. Probablemente Remco Evenepoel llegó después de todo aquello. El prodigio belga, que retornaba bajo los focos en la carrera italiana tras su brutal caída en el Lombardía, alcanzó la meta 24 minutos después que el colombiano. A Remco, que desafió a Bernal durante la primera semana, le aplastó la versión recortada de la etapa reina. Evenepoel estaba aislado antes de acceder al Passo Giau. Luego, solo pudo contar una montaña de minutos que le tachan de cualquier opción. El belga aún necesita tiempo para recomponerse.