- Lieja-Bastogne-Lieja: territorio Alejandro Valverde. El murciano, en el día de su 41 cumpleaños, infinito, perseguía su quinto trofeo en La Decana, que en su 107ª edición servía 259 kilómetros y 11 exigentes cotas, para codearse con Eddy Merckx en la carrera más antigua del ciclismo. De longevo a longevo. Vivaz como un imberbe, con mirada de ávido depredador, Valverde enfiló la recta de meta en un grupo de cinco corredores, los distinguidos, cuatro de ellos pendientes del veterano. Asumió el peso de la responsabilidad, cortando el viento, mientras miraba por debajo de su hombro, pegado a las vallas, cubriendo espacios. Lanzó un esprint largo, porque Alaphilippe es más explosivo. El Bala disparó. El francés le rebasó. De pronto, el joven que quiere comerse el mundo asomó su rueda en cabeza para confirmarse como el ciclista total: Tadej Pogacar, ahora también clasicómano. “No soy quién para decir si soy el rey del ciclismo”, dijo. Lo está siendo. Esta temporada ha conquistado el Tour de los Emiratos, la Tirreno Adriático, la Lieja y fue tercero en la Itzulia, su única mota, donde ganó una etapa.

Siete valientes emprendieron la fuga inicial. La diferencia se estiró hasta los 11 minutos. Pero las hostilidades se desabrocharon cuando restaban 90 kilómetros. En la Cota de la Redoute, donde se cocinan las aspiraciones, el Ineos puso la locomotora en marcha para anular a los fugados. La formación británica desplegó después a Caparaz, cuando a 18 de meta buscó la épica en solitario. En la Roca de los Halcones y ya a 13 de meta, la presa ecuatoriana fue cazada. Pogacar extendió sus alas para contactar, demostrando que tenía fuerzas y plena ambición. Previamente, había sufrido un pinchazo que también le obligó a remontar.

Una vez anulado Carapaz, fue Woods quien agitó la carrera. Se llevó a rueda a Pogacar, Valverde Alaphilippe y Gaudu, condenados a entenderse para ampliar sus opciones. Y así se enfiló la estirada recta de meta. Valverde, que apenas había dado relevos, aceptó ejercer de sherpa, como veterano de Lieja. Lanzó a la manada. A la derecha del murciano asomó rápido Alaphilippe, con ganas de resarcirse de su grave error en la pasada edición, cuando celebró antes de tiempo. Pero más a la derecha surgió Pogacar, desbocado, para en el último mordisco llevarse el tercer monumento de la temporada y el primero de su breve pero excelsa trayectoria. Alaphilippe fue segundo y Valverde, cuarto. “Amo esta carrera y ganar ante estos grandes campeones es increíble”, dijo el esloveno de 22 años, que gobierna el presente y plantea una tiranía al futuro. Lieja también le pertenece.

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