El último fotograma que se recuerda de Primoz Roglic es el que enmarcó a un campeón con mascarilla en el cielo de Madrid. El esloveno cerró el curso conquistando por segunda vez la Vuelta a España. El logro conviene resaltarlo porque el esloveno tuvo que reconstruirse después de una derrota devastadora. El Tour de Francia que era suyo se lo quedó Tadej Pogacar en La Planche des Belles Filles en el penúltimo día de carrera. El joven esloveno, que se retorció los días anteriores, firmó la remontada imposible. Nadie los esperaba. Entró Pogacar como un cohete en la historia de la Grande Boucle con una actuación prodigiosa que aún cuesta digerir sin evitar cara de asombro. El tremendo impacto generado por Pogacar fue un directo al alma de Roglic, que jamás pudo imaginar semejante desenlace. Roglic, con el casco torcido y el gesto desencajado, se quedó a un dedo de la gloria, tal vez a menos. Derrengado, completamente ido, con la mirada perdida, Roglic acabó sentado sobre el suelo, tratando de entender algo que escapaba a su capacidad compresiva y al sentido común.

El resultado de todo aquello quedó plasmado en Code Geel, el documental con el que el Jumbo mostró las interioridades y la experiencia del equipo durante el Tour. Lo que se suponía la filmación de un festejo concluyó de modo abrupto con un giro de guion inesperado y cruel para la formación neerlandesa. Enlutó el equipo. Fundido a negro. Réquiem por Roglic. Despojado del amarillo, arrancado a tiras por Pogacar, una de las escenas del documental recoge las reflexiones de Roglic, intentando dar con un hilo de lógica a los sucedido. La incredulidad redacta el pensamiento del esloveno “No puedo creerlo. Dos minutos. Esa es una gran diferencia. Tienen que calcular qué tipo de potencia se necesita para eso. Está pedaleando a un nivel completamente diferente. No puedo entenderlo. Si puedes pedalear tan rápido, puedes ganar todas las etapas con una pierna”, dijo Roglic sobre la hiperbólica gesta de Pogacar.

Esa profunda herida no logró, sin embargo, destruir a Roglic, un competidor excelso sobre cualquier escenario. No hace distinciones el esloveno. Siempre sale a ganar. Donde la mayoría hubiera renunciado, Roglic decidió seguir peleando. Odia rendirse. Así que en octubre, el esloveno se alistó a la Vuelta para honrar el triunfo del año anterior. Roglic, no sin suspense, venció la carrera en una enorme demostración de carácter y capacidad de concentración tras sobreponerse a la fatiga física y al hondo daño anímico que le provocó la derrota del Tour. A todo eso se sobrepuso Roglic, que inicia este domingo su camino hacia el trono de los Campos Elíseos a través de la París-Niza, que se disputa entre el 7 y el 14.

El esloveno, que no sabe correr sin buscar la gloria, asoma como el máximo favorito para la corona de la cita francesa. En las carreteras galas se medirá a Tao Geoghegan, vencedor del Giro, Jai Hindley, segundo en la Corsa rosa, y a Maximilian Schachmann, que tratará de retener el título obtenido en 2020. La París-Niza servirá de termómetro para comprobar el estado de forma del esloveno. La carrera tiene como primer punto de inflexión la tercera etapa, una crono de 14,4 kilómetros. Al día siguiente, llegará la montaña. Aguardan seis puertos de Segunda y final en Chiroubles. La sexta etapa cuenta con cinco puertos y un final en repecho, antes de acometer la etapa reina con llegada a Valdeblore la Colmiane. El cierre en Niza enfocará la Cote de Peille y el Col d’Eze como principales escollos en el retorno a la escena de Roglic, el competidor infinito.