ún confío en seguir viéndole de blanco más adelante. La pelota sigue necesitando pelotaris como él. Un jabalí que, cuando se le iba la cabeza, "adiós al partido". El chaval reconoce el debe, las lagunas de su juego, la inconsistencia de su manera de entender los compromisos en la cancha. Era, es, un pelotari valiente y temerario, algo cabezón y "echao palante", con chispa, velocidad y remate, valiente y temerario, uno de esos que no rehúye el cuerpo a cuerpo ante contrarios de superior categoría aunque le vaya el desastre en ello. Tiene 19 años y varias vidas por delante pero, hoy, desde que tomó la decisión dos semanas atrás, es un ex pelotari. Continuar en la pelota pondría en riesgo su salud. El actual estado de sus manos requiere una especial vigilancia. No para jugar a pelota tan solo, también para llevar adelante una vida normal. Decimos adiós al pelotari, al jabalí, al lobito predador, y saludamos al hortelano de Zúñiga, el furtivo Aritz Otxoa de Okariz.

Aritz ha cogido una mala mano en la jugada. Ha sido afortunado porque los hay que son de mano blanda y, a cada nada, tienen que parar para recuperarla desaprovechando las grandes posibilidades de su juego. Aritz es de manos duras, de las que no duelen a sus dueños, y sin embargo, precisamente por eso, ha sufrido más que nadie por no cuidarlas debidamente. Ha jugado con poca o muy poca protección casi siempre; algo de esparadrapo y una base de texoplast y "a pegarle duro a la pelota que sea".

Las manos protegidas te cuidan del dolor, que no era ni es el caso y, fundamentalmente, del bienestar de músculos, huesos y vasos sanguíneos. Una mano sana y fuerte, cuando se ve afectada por el recurrente golpeo a algo tan duro como una pelota de frontón, de las de verdad, reacciona y se defiende. La cabeza del pelotari se sacude a una llamada del sistema nervioso que corta el paso normalizado de sangre por las venas y se encoge. En ese punto, el riego sanguíneo disminuye, la mano se enfría y, los dedos comienzan a sufrir. "El dedo blanco del pelotari", me alecciona Iñigo Simón, especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte, "no es sino la consecuencia que tiene el sistema vascular de protegerse". En cristiano, "con tanto golpe, el sistema nervioso se contrae y el riego sanguíneo disminuye". El doctor me instruye, "se denomina síndrome de Raynaud, las arterias se estrechan y disminuye el flujo sanguíneo".

El sistema nervioso simpático es, además, muy listo. Este grave problema no se considera un mal de manos sino un mal en la mano de ciertos pelotaris. Lo sufrió y aún lo padece Asier Monreal, mundialista y trinquetista de élite. En 2011, a los 31 años, comenzó a sentir evidentes signos de mala circulación. Le aparecieron unos puntitos negros en la punta del dedo índice. "Es peligroso, te tiene que ver un cirujano vascular". Decidirse por el quirófano o por el tratamiento depende de la edad o de las expectativas de cada uno. La necrosis no se cura, el mal se mitiga o va a más. Medicación, cuidados, protección y especial vigilancia ante el frío te permiten llevar al menos una vida más saludable. Ahora, cada vez que se mete al trinquete, Asier se toma la pastillita y se desquita.

Aritz, en el mejor momento de su vida deportiva, tiene que dejarlo. Y ponerse en manos de los médicos. Tiene ambas manos en mal estado, sobre todo en invierno. Moradas y blancas. Debe protegerlas del frío y tomar una decisión a largo plazo. En el corto, paro absoluto. El médico le ha aconsejado dejar la pelota y, "aunque estoy hecho polvo, no quiero seguir".Patxi y Yoli, los padres, y el primo Fran, "los que han estado ahí toda la vida", le han aconsejado bien: "lo primero es la salud". Tras 11 años en el frontón, desde que comenzara en el pueblo, en Korres, junto a otro primo, Iban, Aritz hace un parón. Los estudios de jardinería, la huerta y la caza serán las tres actividades en las que se apoyará para aliviarse. Adi y Ega, sus dos perros, podrán disfrutarle un poco más a partir de ahora. Mientras tanto, nuevas consultas médicas, le irán abriendo o cerrando puertas de cara a un posible regreso. Él confía.

La cuadrilla de Zúñiga, Dani, Álvaro y las chicas -que son mayoría-, el grupo de pelotaris de Txukun Lakua, "a los que no dejaré de seguir, por supuesto", la familia y el hermano pequeño, Orkatz, pelotari "que se cuida más que yo y tiene la mano más blanda", estarán al lado para hacerle pasar el mal trago. ¿Quién sabe?, ha sido una mala mano pero quizá haya tiempo para una jugada mejor, más adelante, si los médicos le encuentran solución para volver un día. "Te quedan manos para los tomates", le ha dicho algún compañero. "Podrás matar el gusanillo en Laguardia, en verano", le tranquiliza Mikel, y el padre de éste, Oscar, "te va a doler dejar algo que amas tanto y llevas toda la vida practicando, es una pena", le lanzó por wasap. Los veteranos, como Ramos, han querido mostrarle su apoyo y recuerdan "cuando te colabas entre nosotros, con apenas 6 años, pequeño y desgarbado, con gafas. Muchos ánimos".

Es una pausa, ojalá, tras once años de pelota, de los 8 a los 19, donde ha tenido la oportunidad de jugar contra los mejores, evolucionar y pasarlo bien. Disputar los grandes torneos como el Biharko Izarrak y el GRABNI, pelear con los más destacados como Ganboa, Morgaetxeberria, Etxaniz o Larrazabal. Ante éste último, poco antes de su debut con los profesionales, en el Virgen Blanca de 2020. "Me quedo con las 7 finales en 2017, con 15 años, mi mejor momento, cuando pude ganar en Laudio junto a Mikel Unanue", remacha; la semifinal contra Atutxa y Lazkano y la final frente a Yuste y Muguruza, terminaron con idéntico resultado, 18 a 17. Apunta al fin el nombre de Markaida y su gran conexión en el Provincial, txapela incluida. "Si hay solución€ me gustaría poder volver, pero ahora sólo quiero poder disfrutar de una vida normal y sana".

El mal de manos es un término histórico que han sufrido y sufren los pelotaris, "pero que no dice nada, es una patología de la pelota a mano", insiste el doctor Íñigo Simón, el médico de los pelotaris. Afortunadamente, la experiencia y los años "nos han permitido aprender -observando- lo que sucede al golpear reiteradamente un objeto extremadamente duro". De esta forma, los doctores, los deportistas, todos hemos descubierto que la pelota produce lesiones en torno a los tendones, desde el antebrazo, y en la musculatura intrínseca de la mano: roturas y sangrados. De una manera u otra, tales dolencias tienen un tratamiento quirúrgico, lo que pudiera resolver la vuelta de Aritz a los frontones.

El mal de manos, el tan referenciado problema del pelotari, es un problema menor. El callo, un hematoma en la piel de la mano, o el clavo, un dolor intenso en la zona de golpeo, tienen una solución más simple. Descanso y visitas al masajista. En todo caso, eso de golpear una pelota tan dura, viva y correosa, con una zona tan sensible del cuerpo humano es lo que tiene, que duele. Tanto como ver a Aritz fuera de la cancha. Aunque sea por un tiempo.