- Cuando se mira en el espejo, el Giro de Italia se ve alto y guapo con una traje rosa bien cortado y unos zapatos brillantes. Dicen que en Italia se puede permitir un desliz ético, pero no uno estético. La Corsa rosa se gusta. Le sobra personalidad y autoestima. Por eso apuesta por su biografía. En lo viejo reside lo moderno. El Giro no pretende inventar nada porque no lo necesita. Ajeno a las modas que imperan en la pasarela del Tour y de la Vuelta, siempre dispuesta en el laboratorio de ideas, infatigable su búsqueda de lugares recónditos que esconden rampas imposibles, la carrera italiana sigue fiel a su estilo de gran carrera de fondo en un paisaje donde se agasaja la épica y el rastro de la supervivencia como eje gravitacional de una carrera de 3.450 kilómetros.

El Giro de Italia que florece entre el 8 y el 29 de mayo, se entrega a la bello, a lo cruel y a lo salvaje. La cita que pinta los pueblos de rosa a su paso, con ese fascinante aire de fiesta, pasión y algarabía, emerge desde las alturas, como los fastuosos frescos que decoran los cúpulas de un país irremediablemente vinculado a la belleza. El Giro es una carrera que se corre por los tejados de las grandes cumbres, sus catedrales, donde sobresalen los finales en el Monte Zoncolan, Cortina de Ampezzo y Alpe Motta, reservadas las tres jornadas para resolver una competición que totalizará ocho finales en alto diseminados durante las tres semanas en la etapas: cuarta (Sestola), sexta (Colle San Giacomo), novena (Campo Felice, Rocca di Cambio), decimocuarta (Monte Zoncolan), decimosexta (Cortina d’Ampezzo), decimoséptima (Sega di Ala), decimonovena (Alpe di Mera) y vigésima (Alpe Motta).

El Giro se festejará en las alturas con apelotonamiento de las grande cumbres merodeando la tercera semana, la clave de bóveda la cita italiana, que también pisará la tierra de la Strade Bianche. La llegada sobre el colosal el Zoncolan, casi 10 kilómetros con una pendiente media del 12% y un tappone dos jornadas después que hará cumbre en Cortina d’Ampezzo serán los dos hitos que decidirán en gran medida los opositores a la victoria final en Milán. La etapa de los Dolomitas contará con el Paso Fedaia (Montagna Pantani), el Paso Pordoi (Cima Coppi) y el Paso Giau antes de la meta en la ciudad que albergará los Juegos Olímpicos de Invierno 2026. Los que resistan se la jurarán en la crono de cierre entre Senago y la capital lombarda de 24,9 kilómetros. La otra crono del recorrido se sitúa en la etapa inaugural de carrera italiana, que asomara con una contrarreloj individual de 9 kilómetros para abrir la puerta a una odisea ideal para escaladores.

Para el reto italiano está convocado Mikel Landa, que ama el Giro. El ciclista de Murgia fue tercero en 2015, el curso de su descorche. El líder del Bahrain tendrá como compañía de asalto a Pello Bilbao. Al gernikarra le seduce una carrera en la que cuenta el sexto puesto de 2018 y el quinto de 2020. El reparto del Giro será de primer orden. Egan Bernal, campeón del Tour de 2019, ha fijado la Corsa rosa como objetivo prioritario de la campaña tras el padecimiento en la Grande Boucle del pasado curso. El colombiano, uno de los mejores escaladores, deberá enfrentarse a Vincenzo Nibali, Thibaut Pinot, Emmanuel Buchmann, Simon Yates, Alexandr Vlasov, Dan Martin, Marc Soler, Romain Bardet, Daniel Felipe Martínez o Pavel Sivakov. Todos ellos han rotulado en rojo las fechas de mayo. Remco Evenepoel, el prodigio belga que se afila tras el accidente que padeció en Il Lombardia, también quiere probar en Italia siempre que recupere su mejor versión tras sufrir una rotura de pelvis. Todos ellos se medirán en las altas bóvedas de Italia. El Giro insiste en la tradición.