n el oasis del UAE Tour, La carrera del desierto, el ciclismo moderno, el que cada vez atiende más a la industria que al deporte, eleva la carpa del WorldTour. El escaparate de lo más pudientes brilla en el centro del dinero: Emiratos Árabes Unidos. Nada posee mayor capacidad tractora que la causa económica, más en una especialidad que en su génesis siempre fue un modo de salir de la miseria. Son legión las historias que parten de la subsistencia como hilo conductor; campeones que nacían para huir de la pobreza. Ese tic permanece inalterable en el alma del ciclismo. La tradición es un asunto vintage, un recuerdo en sepia y que pertenece a los libros de la memoria. El desierto, donde era impensable que brotará el ciclismo, no solo sirve de abrevadero para el WorldTour, también es la primera parada del curso para Tadej Pogacar, último campeón del Tour, y Chris Froome, el emperador de la pasada década en la carrera francesa. El encuentro desértico calibrará el amanecer del fulgor de la supernova eslovena y el de la luminaria británica que se resiste al ocaso.

Pogacar, apenas 22 años, se encuentra ante un horizonte en el que debe certificar su meteórica irrupción en la aristocracia del ciclismo. El esloveno, después de su tremendo hit en la Francia ciclista, se encuentra ante una campaña que se presupone vital para afianzar su estatus. Al igual que ocurre con no pocas bandas de música que se elevaron al cielo con el primer disco, el esloveno debe afrontar la reválida de su segundo gran curso una vez diluido el efecto sorpresa. La exigencia será mayor para el astro esloveno, al que se le medirá por la cima conseguida en el Tour. Ese será su metro patrón. La presión comenzará a posarse sobre su maillot desde que arranque el Tour de Emiratos. Una vez conquistado el Tour, de no reproducir ese hito se le señalará.

Aunque Francia todavía se ve lejos, a Pogacar se le examinará al microscopio desde el comienzo del curso. “Es mi primera carrera de la temporada, así que estoy emocionado por volver a competir”, argumenta Pogacar, dichoso con la puesta a punto de cara a la presente campaña. “Mi preparación ha ido muy bien. Hemos estado en el Teide entrenando en altura durante las últimas semanas con un buen grupo y hemos hecho un bloque de entrenamiento de calidad con un gran ambiente”, establece el prodigio esloveno, en la antesala de la carrera del desierto.

Sobre ese escenario de arena, Froome busca a sus 35 años su mejor versión estrenando el maillot del Israel, el equipo que le ha acogido tras su marcha imperial a través del Sky y el Ineos. El británico tratará de volver sobre sus pasos y reinar por quinta ocasión en los Campos Elíseos y entrar de ese modo al selecto club compuesto por Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain, los guardianes de la gloria del Tour. No se atisba un regreso sencillo para el británico, que no ha alcanzado el nivel anterior a la caída que sufrió en el Dauphiné de 2019. Tras un largo y penoso periodo de rehabilitación para reconstruirse, Froome dice estar preparado para ser el que era. “Estoy seguro de que el proceso de rehabilitación ha quedado atrás. Siempre será una debilidad en la que tendré que trabajar hasta el final de mi carrera. Pero en términos de las cifras que veo en la bici, tengo el mismo equilibrio, si no mejor, de izquierda a derecha que antes del accidente. Eso es muy alentador”, expuso el británico tras completar su proceso de rehabilitación en Santa Monica.

Es consciente Froome del empuje de los más jóvenes en el WorldTour, un universo que antes le pertenecía. “En los últimos dos años desde que me alejé del Tour de Francia, el deporte ha cambiado significativamente. Hay muchos jóvenes corredores realmente fuertes y mucho talento”, expone el británico, que busca en el futuro las sensaciones del pasado. “Empiezo la temporada 2021 con gran entusiasmo, será mi primera carrera con el Israel Start-Up Nation y el comienzo de una nueva y emocionante aventura para mí”.

Ambos compartirán aventura. Froome y Pogacar se testarán en una carrera que completará 1.045 kilómetros en siete etapas dentro de una burbuja para garantizar el desarrollo de la prueba sin sobresaltos sanitarios. Con cuatro oportunidades para los velocistas, una contrarreloj de 13 kilómetros y dos finales en alto, -los tradicionales de Jebel Hafeet, una ascensión de diez kilómetros que alcanza los 1.000 metros sobre el nivel del mar, y Jebel Jais-, el británico y el esloveno se peritarán pensando en París en medio de montañas de arena. Lo viejo y lo último coinciden en el desierto.

Por delante de Mollema. El canadiense Michael Woods (Israel Start-Up Nation) hizo suya ayer la segunda etapa del Tour de los Alpes Marítimos, con salida y llegada a Fayance, de 168,9 kilómetros, vistiéndose además con el maillot de líder de la general en detrimento del holandés Bauke Mollema (Trek Segafredo), que entró a dos segundos en la fracción y al que ahora saca un segundo. Woods, de 34 años, logró su primer triunfo con los colores del Israel Start-Up Nation, y lo hizo imprimiendo un fuerte y constante ritmo en la ascensión final, con un desnivel de 9,8%. A dos segundos del canadiense entraron Mollema y el ecuatoriano Jhonatan Narváez. Gorka Izagirre fue 65º y Jon Agirre, último.

Pogacar se encuentra ante una campaña que se presupone vital para afianzar su estatus entre la aristocracia del ciclismo

Chris Froome, a sus 35 años, tratará de volver sobre sus pasos y reinar por quinta ocasión en los Campos Elíseos