Más teniendo en cuenta que lo ha conseguido en una disciplina, el patinaje sobre hielo, completamente minoritaria en España y teniendo que recorrer el durísimo camino hasta la cima en solitario. Pese a estas enormes dificultades nada pudo, sin embargo, apartarlo de su sueño. Hasta que en enero de 2019, tras haber anunciado su retirada unos meses antes, se despidió en lo más alto conquistando en Minsk su séptimo campeonato continental. El paso del tiempo no le ha hecho añorar una competición que exige hasta el extremo en todos los aspectos pero tampoco ha menguado su amor por un deporte que considera excepcional. Ahora, al margen de diferentes proyectos artísticos y solidarios, se dedica a transmitir sus conocimientos a los jóvenes valores y a tratar de que dispongan cuanto antes de las condiciones de entrenamiento que él tuvo que buscar muy lejos. Una misión que le llevó a recalar este fin de semana en Vitoria para impartir una jornada de tecnificación a las jóvenes patinadoras del Bipolo Nerea Grandoso, Alejandra Lavín, Nora Sáez de Maturana, Alba González e Irati Llanos. Una experiencia inolvidable que a buen seguro les será de mucha ayuda y quién sabe si les empujará hasta alcanzar las cotas de su ídolo y a hacer realidad también el sueño de Fernández de reeditar como entrenador las gestas logradas sobre el hielo.

¿Cómo, cuándo y por qué empezó en el mundo del patinaje?

-Comencé a patinar con seis años gracias a que mi hermana empezó antes que yo. Al verla entrenar me llamó muchísimo la atención. La verdad es que tengo pocos recuerdos pero sí me acuerdo de ir a recogerla con mis padres a los entrenamientos y después querer patinar yo también. Realmente fue una decisión nuestra, porque mis padres nunca habían sido patinadores ni tampoco deportistas de élite.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención?

-Es un deporte muy diferente. Por lo menos para mí es uno de los más bonitos del mundo porque aprendes mucho más que en otras disciplinas. Ya no solo es la parte técnica o la de un poco más de potencia de los elementos técnicos sino también que trabajas con música y una parte muy artística. Aprendes muchos valores que no te los dan otros deportes.

¿Se puede compaginar tantas horas de entrenamiento con el colegio?

-Bueno, no era de los mejores de la clase pero al fin y al cabo los estudios son algo importante para nuestro futuro porque nunca se sabe. Un deporte lo hacemos por hobby y no se sabe si va a poder ser una profesión o no. Por eso es muy importante intentar compaginar los estudios con los entrenamientos y darle mucha importancia al curso académico. Después si llega el momento de que quieres dedicarte a una profesión que a lo mejor no está relacionada con el deporte o sí lo está pero no a nivel de competición está claro que te van a ser muy útiles. Yo no he tenido nunca ningún problema aunque sí que es cierto que cuando me fui a vivir fuera de España dejé los estudios un poco de lado porque quería realmente dedicarme al patinaje. Fue una decisión mía pero claro es una apuesta y decir 'si esto no sale sé que tengo que volver otra vez a estudiar y a elegir algo que quiera hacer'.

A los 17 años se marcha a Estados Unidos. ¿Cómo surge esa opción?

-En un campamento de verano en Andorra vino Nikolai Morozov, un entrenador ruso, a impartir dos semanas de clases y yo estaba allí como patinador. Y al terminar quiso reunirse conmigo para ofrecerme ir a entrenar con su equipo a Estados Unidos. Gracias a esa oportunidad tuve la ocasión de irme a vivir fuera de España y entrenar con él, que en esos momentos era uno de los mejores entrenadores del mundo y tenía uno de los mejores equipos de patinaje.

¿Y cómo es la vida de un chaval de 17 años solo en Estados Unidos?

-Pues para empezar sabía muy poquito inglés pero cuando estás en un sitio en el que se habla al final terminas aprendiendo sí o sí. Gracias a que fue otro entrenador español a trabajar allí también con el mismo técnico ruso hicimos como una pequeña piña. Era Mikel García, un entrenador de Jaca que ya me había entrenado a mi hacía tiempo, y nos fuimos a vivir juntos compartiendo apartamento. Era mayor que yo y me ayudó muchísimo, sobre todo con los inicios. Porque con 17 años en la otra punta del mundo imagínate...

¿Y quién paga todo eso?

-Mis padres. Sobre todo mis padres hasta ya un poquito más adelante que la Federación podía aportar alguna ayuda. Podría decir que prácticamente los primeros 5-6 años viviendo fuera tuvieron que ser mis padres los que se hicieron cargo de absolutamente todo. Ellos también lo pasaron mal a nivel económico. Tuvieron que trabajar horas extras, mi padre tuvo que hacer diferentes trabajos para intentar sacar más dinero, mi hermana incluso dejó de patinar para que hubiera más dinero para poder darme a mí... La verdad es que fue un poco un caos familiar económico pero lo dieron todo para que yo pudiera seguir patinando y eso no se lo voy a poder agradecer nunca.

Y de repente se encuentra con Brian Orser.

-Sí, después de haber estado casi tres años viviendo fuera aparece Brian y la verdad es que irme con él fue una de las decisiones más importantes que tomé. Porque creo que di en el clavo con este equipo de entrenamiento. Desplazarme a Canadá y conocer a Brian y a Tracy -que era mi segunda entrenadora- fue clave. Creo que es donde más he aprendido. En esa etapa de ocho, nueve años que estuve en Canadá. Son grandísimas personas y grandísimos entrenadores.

A partir de ahí empieza la cascada de títulos. ¿Qué medalla es la que más satisfacción le ha dado?

-Yo creo que no podría escoger ninguna. Es cierto que cuando ganas por primera vez un Europeo, un Mundial o una medalla olímpica tiene algo especial pero es que las otras también. No podría quedarme con una sola. Cada medalla, cada competición, cada programa, cada traje... todos son como pequeños trofeos de toda la trayectoria deportiva.

¿Es comparable una medalla a ser el abanderado olímpico?

-Es otro momento especial. Un orgullo al fin y al cabo porque estás representando a las personas de tu país y a los deportistas que están detrás tuyo a nivel mediático y se tiene que tomar como un orgullo absoluto. Son momentos y regalos preciosos que me han hecho la vida y el deporte que jamás voy a olvidar.

¿Hace ya dos años de su retirada, cómo ha pasado este tiempo? ¿Ha tenido mucho 'mono'?

-De competir no, de competir en absoluto. Sí que echo de menos muchas cosas relacionadas con la competición. Viajar para ver a los compañeros de competiciones, el ámbito de entrenamiento me gustaba mucho, estar en Canadá con mis entrenadores y con los patinadores también se echa de menos... Digamos que estos años han pasado bastante rápido pero la competición no la echo de menos.

A mucha gente le sorprendió su decisión de dejarlo estando en lo más alto. ¿Tan duro es?

-Sí, te lleva al extremo y además no solo eso sino que cada día te cuesta más. Y la competición llega un momento que se acaba. Tienes que elegir el momento en el que tú personalmente quieres que se termine. Si quieres acabar en lo más alto o ver cómo vas bajando en posiciones y tienes que ir remontando. Yo tomé mi decisión. Estaba contento y a gusto con lo que había hecho, con toda mi trayectoria, y por eso fue fácil para mi decidirlo. Además tenía muchos proyectos en mente que necesitaban también de mi tiempo y con las competiciones, los viajes y los entrenamientos no me daba la vida para dedicarme a estos proyectos nuevos.

¿Cómo fueron los meses desde que anunció que lo dejaba hasta el último campeonato?

-Cuando te pones algo en mente tienes que decidir hacerlo al cien por cien e ir para adelante. Yo por ejemplo cuando decidí hacer la última competición sabía que no era necesario y menos ir a un Europeo que tenía mucha presión, la gente ya sabía que sería el último campeonato... Podría haber salido de otra manera pero es cierto que salió bastante bien así que también a nivel personal dices, me he puesto este reto, lo he conseguido y ahora ya es cuando tengo que mirar al futuro y a las cosas que quiero continuar haciendo.

¿Qué aspecto del patinaje es más exigente, el mental o el físico?

-Ambos. Sobre todo yo creo que al principio cuando se están mejorando todos los elementos del programa y la parte artística es más duro a nivel físico. Pero luego llega el momento de las competiciones, del entrenamiento diario y es muy mental. Yo diría que es casi 50-50. Y cuando alcanzas un nivel es la mente la que te juega mejores o peores pasadas más que el cuerpo, a no ser que tengas alguna lesión. Pero en general lo que hace el cambio es poder remontar momentos malos, intentar tener los mejores momentos posibles... y eso es todo de mente.

¿Siente la necesidad de transmitir todo su conocimiento y experiencia a los jóvenes?

-Por supuesto. Eso es al fin y al cabo lo que queremos hacer. Que poco a poco podamos transferir lo que yo he aprendido y todas mis experiencias a los deportistas que tenga la oportunidad de tener al lado. Normalmente solemos organizar campamentos de verano y otras cosas pero nunca nos habíamos decidido a movernos -a través de la Federación Española y la Javier Fernández Academy imparte clases magistrales y jornadas de patinaje inclusivo- e ir a la casa de los otros patinadores. Queremos que también tengan la oportunidad, porque no todo el mundo puede desplazarse. Este año hemos apostado por esto. También para enseñarles parte de los valores que a veces nos olvidamos. El deporte es deporte pero también tiene que ser por un lado una diversión. De esa manera va a ser mucho más fácil entrenar y esforzarte todos los días.

¿Cómo está el patinaje de base, siguen faltando infraestructuras?

-La falta de instalaciones va a ser el problema principal yo creo durante mucho tiempo. Al no contar con muchas pistas de hielo no hay la posibilidad de tener más patinadores y por tanto hay un porcentaje más pequeño de poder sacar una persona con talento. Es lógico. Pero bueno, con lo que hay tenemos que trabajar. Tenemos que esforzarnos y sobre todo intentar ser más inteligentes y aprovechar las instalaciones para que no cierren. Que los deportistas que están haciendo ahí sus entrenamientos tengan las mejores cualidades posibles y puedan seguir mejorando año tras año.

¿Continúa siendo imprescindible salir de España para alcanzar un nivel importante?

-Hombre, nosotros vamos a luchar para que no. Es nuestro reto. Intentar hacer un proyecto en España para que no se tenga que ir nadie a entrenar fuera de nuestro país. Es lo que tuve que hacer yo y a veces no es un plato de buen gusto. Esperemos que llegue el momento en el que podamos decir que tenemos un centro especializado de patinaje sobre hielo que es lo que tenemos en mente y de esa manera poder dar la oportunidad a esas niñas y esos niños de que puedan llegar a conseguir las metas que se han puesto o por lo menos intentar apoyarles en su carrera deportiva.

¿Cómo se imagina de aquí a unos años, en el lateral de la pista en unos Juegos Olímpicos con algún discípulo?

-Ojalá, ojalá. Ese es el sueño yo creo de todos los entrenadores. Tener deportistas con talento, trabajadores, con buen carácter y sobre todo intentar ayudarles en ese trayecto del deporte que hemos dicho que es muy duro y tratar de allanarles el camino todo lo posible. Cualquier entrenador sueña con tener algún deportista, o muchos, que ves que mejoran y están compitiendo a un gran nivel.

"Mi familia lo pasó mal a nivel económico para que yo pudiera continuar patinando"

"El patinaje te lleva al extremo y cada día te cuesta más; tienes que elegir el momento en el quieres que se termine"

"Debemos esforzarnos y ser inteligentes para aprovechar las pocas instalaciones que existen y que no cierren"