- Lucas Eguibar (Donostia, 1994) nos atiende desde un tren con destino a Austria. Hace cuatro días se proclamó campeón del mundo de snowboard boardercross en la estación sueca de Idre Fjäll, en una de las finales más ajustadas que se recuerdan. El deportista de Basque Team se llevó el oro tras una bajada de 77 segundos, después de una épica remontada en la que pasó de tercero a primero y gracias a la foto finish. Pero casi sin tiempo para saborear lo conseguido -una histórica victoria- se encuentra de camino a Reiteralm, a la sede austriaca de la siguiente parada de la Copa del Mundo. El donostiarra tiene la espalda maltrecha y las piernas reventadas, sin embargo, la dorada medalla que cuelga en su cuello le ha otorgado un hambre voraz. Un apetito que solo saciará un Globo de Cristal, premio que se entrega al ganador de la Copa del Mundo, igualito al que consiguió en 2015.

Han pasado tres días desde que se proclamó campeón del mundo. ¿Ya va asimilándolo?

—Sí, poco a poco, pero sí. Estos días han sido una locura. La gente se ha volcado conmigo, escribiéndome, preguntándome qué tal... Tengo tantos mensajes que no he podido leer ni la mitad, pero estoy muy agradecido porque me siento muy querido ahora mismo.

Nada más cruzar la línea de meta dijo no recordar nada de la final, ahora con el paso del tiempo... ¿va recuperando la memoria?

—Sí, claro. En esos momentos acababa de pasar todo y mi cabeza estaba disfrutando. Asimilándolo. Ahora ya he visto la bajada un par de veces y me acuerdo de bastantes cosas. Me acuerdo de cómo lo hice, de que lo hice tal y como tenía planeado, de que salió todo como quería.

Así que su plan era aprovechar un poco la velocidad del tramo final para remontar.

—Aprovechar un poco no, aprovechar bastante (risas). Vi que en muchas rondas anteriores había ocurrido lo mismo. Al final quien va delante es el que corta el viento, pero el tramo final de esta pista facilitaba que los que iban por detrás pudieran coger más velocidad.

Lo tenía todo estudiado.

—En carreras anteriores había pasado que yendo tercero o incluso cuarto podías pasar hasta la primera posición... Se notaba mucho y sí, lo tenía estudiado; así que dije bueno pues voy a ir segundo o tercero en el grupo y luego al final voy a intentar darle caña.

¿Entonces no hubo ningún momento durante la carrera en el que se planteó aguantar su posición, defender la medalla aunque fuera de bronce?

—No, la verdad es que no. Iba súper tranquilo siempre. Iba pensando en el último tramo y estaba dispuesto a arriesgarlo todo porque quien no arriesga no gana. Tenía las piernas reventadas y el circuito era muy exigente, por lo que si tiraba yo del grupo sabía que iba a llegar muerto al final. Entonces decidí ir tranquilo y darlo todo abajo. Además, tenía tan claro lo que quería hacer, tan interiorizado, que en ningún momento me arrepentí o intenté cambiar lo que estaba haciendo.

Menos mal porque la final salió justo como quería.

—Sí, justo. Por eso estaba flipando cuando todo acabó. Había visualizado tantas veces lo que tenía que hacer y me había mentalizado tanto de lo que iba a pasar, que flipé que ocurriera tal cual. Que saliera igual. Por eso no supe cómo reaccionar cuando gané porque no sabía si estaba soñado o acababa de hacer lo que tantas veces había pensado.

Se lanzó literalmente sobre la línea de meta.

—Sí porque vi que Alessandro (Haemmerle) se estaba acercando mucho y en carreras tan ajustadas solemos lanzar la tabla porque para ganar cuenta lo primero que pasa por la línea de meta, que suele ser la punta de la tabla. Entonces, cuando le vi tan cerca, me lancé sin pensármelo.

Le salió bien.

—Sí, porque además en el último saltó cometí un pequeño error. En los treinta metros antes de la línea de meta vi que no había nadie a mi par, que estaba yo solo en primera posición; pero entre el cansancio, los nervios y la presión... fallé un poco en el último salto del circuito. Me desequilibré un poco y vi que Alessandro se acercaba mucho, así que dije... o me tiro o la cago.

¿Fue la final soñada?

—Puede que sí. Siempre he soñado con estas carreras y luego conseguirlo hace tanta ilusión... Sobre todo conseguirlo así. Es decir, cuando ganas fácilmente una competición obviamente te alegras y estás muy contento; pero cuando ganas una carrera tan luchada, en la que todos acaban cansados, parece el doble de mérito. Le das el doble de valor. De hecho, yo acabé con la espalda reventada porque me hice daño en cuartos de final y aún todavía tengo bastante dolor...

Es la final de un Mundial más ajustada que se recuerda y se la llevó usted.

—Sí, es que fue increíble.

Tan increíble que cuando cruzó la línea de meta se llevó las manos a la cabeza. ¿En ese momento sabía que era campeón del mundo o tuvo que esperar a la ‘foto finish’?

—Esperé a que me lo confirmara la foto, pero Alessandro me dijo al acabar que yo había pasado primero y el que entró tercero también me comentó que yo había cruzado antes... Yo también noté que iba un pelín antes que el resto, pero como todo pasa tan rápido y además estaba flipando con lo que acababa de conseguir que no quise creérmelo hasta que lo vi en la pantalla.

¿Y ahora qué? Después del Globo de Cristal y del Campeonato del Mundo... ¿los Juegos de Pekín 2022?

—Ojalá que pueda tener el mismo éxito en los Juegos.

¿Este oro hace que vaya a la cita olímpica con más ganas o más relajado porque ya es campeón del mundo?

—Este oro no cambia nada porque ya tengo mentalizado cuál es mi trayecto a seguir. Mi itinerario. Sé que en los Juegos puedo estar ahí luchando por todo, pero me intento convencer de que si no consigo los objetivos o los resultados que me pongo tampoco pasa nada porque mi vida va a seguir igual. A ver, no sería campeón olímpico, pero no quiero que los resultados condicionen mi éxito porque yo el éxito lo busco en base a mi vida personal, no a los resultados.

¿Entonces con qué intenciones irá a Pekín?

—A Pekín iré con muchas ganas de ganar, pero sabiendo también que si no se gana no pasa nada. Si no se gana, seguiré trabajando y seguiré intentándolo hasta que gane. Pero intento que las carreras, buenas o malas, no me influyan.

Y de acuerdo a esa filosofía, ¿cómo se plantea el resto de temporada que le queda, con el Globo de Oro en el aire?

—Pues igual. Ahora llego a Austria donde tengo la semana que viene una nueva prueba de la Copa del Mundo y lo primero de todo es a ver si me recupero porque tengo bastante dolor de espalda. Pero el objetivo va a ser el mismo, ir a por todo. Además, es un circuito que me puede gustar, así que voy con el mismo hambre de siempre o incluso más porque, sabiendo que estoy delante, que el Mundial me ha puesto el primero... los demás ven que estoy fuerte. Entonces voy a aprovecharme de eso. Pero sobre todo quiero disfrutar de esta semana.

Acostumbra a tatuarse su vida. ¿Ya ha pensado en qué parte del cuerpo irá este Mundial?

—(Risas). No, la verdad es que ni me acordaba, pero tengo que pensar en algo.

“He visualizado tantas veces lo que tenía que hacer para ganar, que flipé cuando ocurrió tal cual lo imaginé”

“Ganar siempre alegra, pero cuando ganas una carrera tan luchada, tan cansada, le das el doble de valor”