uanito Oiarzabal Urteaga nació sobre una mesa de mármol en el mes de marzo del 56. Nalgas, piernas, cuerpo y cabeza más duros que la propia piedra. En el número 20 de la calle Nueva Fuera. Sus padres, Rufino y María Luisa.

Me recibe en su casa del barrio de Betoño por detrás de Kimur, el perro de la familia que sale a recibirme al jardín en cuanto se abre la puerta. La voz quebrada, de tono alto, la escucho después de años sin vernos. Sigue igual. Algo sordo, un poco más grueso. "A ver cómo me sacas, que no se me vea el perfil€", ordena en cuanto armo la máquina. "Desde que en 2016, en el Dhaulagiri, en medio del proyecto por ser la primera persona en subir por dos veces las 14 cumbres más altas del planeta -la aventura 2x14x8.000 se presentó en agosto del 2009-, sufriera una embolia pulmonar y un trombo en la pierna izquierda, he tenido que medicarme y desde entonces mi salud empezó a resentirse", cuenta. "Todo se agravó un año después en el Nanga Parbat -Montaña Asesina y Montaña Desnuda la llaman-, donde murió Alberto". Zerain y Mariano Galván perecieron arrastrados por una avalancha en el mismo lugar, la arista Mazeno, del que escaparon con vida seis años antes. Alberto Zerain ya había esquivado la muerte en 2008 en el K2, en el día de La Tragedia, donde once alpinistas cayeron a la vez. "Alberto era mi garantía. Me daba confianza. Con él iba cómodo y arropado a donde fuera", reconoce Oiarzabal. "Era mi amigo y me protegía. Me daba seguridad. Con su muerte se me fue la ilusión". Medicado de por vida y sin el amigo€ "me fui alejando del proyecto".

Tozudo como pocos, el Yac alavés de patas prodigiosas, -Martín Rodríguez, antiguo profesor de gimnasia lo intuyó desde al principio: "Juanito, no vas a valer para esto, te pesan mucho las piernas", le dijo un día, cuando Martín y Cecilio Ugarte atendían a los jóvenes en su gimnasio de Landazuri-, ha hecho carrera alrededor del mundo, en cada monte, montaña y cordillera donde se fijaran sus ojos. Era atlético pero no había nacido para eso. Tras muchos cientos de montes, grandes y pequeños, 24 ochomiles "y dos más" (cuatro veces el Cho Oyu) "he acabado con las dos rodillas muy tocadas y con una operación en la derecha".

"¿No grabas? que luego escribes yo qué sé€", me riñe. Porque sabe que lo mismo digo Olaguibel en vez de Dhaulagiri y no copio en sentido estricto sus palabras. "Déjame que escriba, prefiero tu sentimiento antes que tus palabras exactas", le digo yo. De eso va sobrado. "Tú mismo, como los periodistas antiguos", sentencia entre una sonrisa y medio cabreo. Y empieza la charla, que se entremezcla con una llamada y otra. Habla con amigos y empresas que le acompañan de aventura en aventura. Y casi bebo tranquilo, un bitter kas, mientras me distraigo observando fotos y recuerdos de mil aventuras que cuelgan de las paredes del salón. Por fin acaba y suelta: "Mañana salgo para el Umión con un cliente y el 16 vuelo a Pakistan con Mikel, mi hijo (tiene 21 años) y con Sebastián Álvaro para grabar un documental". De los montes Obarenes, cumpliendo como guía profesional de montaña -"Puedo trabajar en cualquier lugar de España, por eso puedo desplazarme", se explica- al Himalaya, donde el señor de Al filo€ tiene previsto grabar un documental sobre la vida profesional de nuestro montañero. En el campo base vitoriano permanecerán Araceli y Sangita, una preciosa nepalí de 15 años, adoptada cuando tenía uno "que nos vuelve locos a todos". Quizá, a 5.180 metros "junto al chaval, en el Moses Peak, y si nos aclimatamos bien, un poco más alto, los 6.000, ordene un poco mis pensamientos y€".

Dicen, han escrito, que Juanito lo deja. "€ Cuando yo diga". En enero, en rueda de prensa, "para anunciar lo que tenga que decir", insiste. El piolet acabará colgando de la pared, junto a "todos esos recuerdos", cuando Juanito lo diga. Además de grabar el documental, Álvaro aprovechará para entrevistar a los miembros del Seven Summit, una expedición internacional que tratará de ascender el K2 en invierno, el último hito, "el penúltimo, mejor". Y entonces sí, Juanito dirá. Él dirá.

La leyenda de Oiarzabal, "uno de los grandes de la historia del himalayismo, entre los grandes del deporte vasco y del alpinismo mundial", me recuerda Javier Lekuona, periodista y amigo del montañero, "más noble que ninguno", observa, comenzó "con mi hermano Txetxu y mi padre". En el Gorbea, que estaba al lado. "Tendría 7 u 8 años". El paso siguiente, los Pirineos, a los 15, "con Miranda, Atzo, y mi gran amigo Mikel Ruiz de Apodaka". Y el tercero, naturalmente, le llevó a los Alpes. Allí "descubrí los secretos de la montaña" y aprendió todo lo que "uno debe saber para salir con vida más adelante". A Juanito se le conoce por las grandes cimas, pero "también destaqué abriendo rutas cuando era joven en montañas más bajas y tan peligrosas como un ochomil". Lo imprevisto, un vivac inesperado, sortear los peligros en Alpes "me curtieron". Toda aquella experiencia y "mucha fortuna" le han mantenido vivo después de 47 expediciones. Un milagro. La dificultad no es un sitio determinado sino "cualquier monte de más de 4.000 metros", pero "apunta el pilar oeste del Makalu y la cara norte del Kanchenjunga como dos de los sitios más complicados de mi carrera".

Juan hizo sus pinitos con la pelota. En el Vitoriano, en el Seminario, antes de los 10, y en Gamarra, con 16 o 17 años, "sobre todo a mano". Ogueta, "que me quería mucho", fue uno de sus referentes. Como Iturri, estrella del Deportivo, "templo de la herramienta". Ha tenido buena relación con Mikel Goñi y coincidió con Titín III en el Adarraga, "de blanco" en uno de aquellos encuentros televisivos del Conquis o programas similares.

Al lado de Mikel Fuentes, "el del Toloño", con Emilio, "el de la Ferretería", ha disfrutado de un buen número de partidos. "Mikel es un crack. La de experiencias que hemos vivido juntos en un frontón". Y me cuenta "aquella final del cuatro y medio del 97 en el Ogueta, que dominaba Titín (15-20) ante Retegui para caer al final por 22-21. ¡Cómo corría el Moët, cómo lo pasamos, cómo nos reímos!" Aimar es el mejor, dice, "pero es más estirao". E Irujo, un crack. Y avisa, está enterado, "tengo ganas de ver al chaval, a Larrazabal".

Sí, va de Juanito el asunto, va de pelotas y de más cosas. Por su profesión sobre todo, por supuesto. Con Oiarzabal abrimos quizá la veda para que vayan entrando por aquí otras gentes, más personajes. Se verá.