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Alrededor del 20% de la población mundial puede ser considerada de raza negra. La Fórmula 1 tiene 70 años de historia. Ha participado un millar de pilotos. Todos blancos. Salvo uno. Lewis Hamilton (7-I-1985, Stevenage) es la excepción. “Cuando empecé mi carrera en la F-1, hace 14 años, fui el primer piloto de color y hasta ahora, tristemente, sigue siendo así”.

En el año en que la lucha por los derechos de las personas negras se ha multiplicado, Hamilton, ceñido por el mono negro y a bordo de un Mercedes negro, rompe la lógica de la probabilidad: resalta convirtiéndose en el piloto más laureado de la historia de la F-1.

En 2020 Hamilton ha encabezado los registros más importantes del Gran Circo. Este año ha batido los récords de victorias -posee 94 por las 91 de Schumacher- y de podios -163 por 155 de Schumacher-; anteriormente superó las plusmarcas de poles -97 por 68 de Schumacher- y de puntos -3.738 por 3.018 de Vettel-. La última frontera de Hamilton eran los siete títulos de El Kaiser. En el Gran Premio de Turquía, después de 264 carreras disputadas, igualó a Schumacher, que corrió 308 grandes premios. Hamilton es el rey de la Fórmula 1.

Hamilton ha crecido al volante de un Mercedes dominador. Es consciente y se harta de agradecer el trabajo de alrededor de 1.500 personas que hacen posible semejante bólido, quizá el más poderoso de la historia. La escudería alemana ha monopolizado los títulos desde que nació la Era Híbrida en 2014. Resulta paradójico que fuera Schumacher quien sentara las bases de la máquina con la que Hamilton destronaría al jerarca. Cuando la escudería Mercedes nació en 2010 recuperó al retirado Schumacher para desarrollar el coche; El Kaiser se jubiló de manera definitiva en 2012, y para 2013 Mercedes reemplazó al piloto más galardonado con Hamilton, que decidía abandonar McLaren en una decisión entonces cuestionada. Tras un año de paciencia se descubrió el potencial de Mercedes, la fábrica que mejor se adaptó al reglamento. Desde 2014 Hamilton ha firmado seis de sus siete títulos, datado el primero en 2008. “No tenía una bola de cristal cuando firmé por este equipo”, advierte, dando valor a su intuición y su labor de desarrollo.

Con el paso del tiempo Hamilton se ha ido robotizando. Es habitual oírle quejándose por la radio, muy humano y un denominador común en las carreras. También sabe llorar, como se vio ayer. Pero en la lucha contra el crono, en el vuelta a vuelta, es un cyborg del asfalto. Un piloto implacable al que nada intimida, como carente de emociones, impasible, gélido, sólido. Pura concentración sobre ruedas. Siempre ha sido rápido, pero su capacidad de gestión y estrategia ha ido progresando. Ahora sabe proteger la mecánica y los neumáticos, lo que le ha aproximado a la perfección. Es una apuesta segura, por eso Mercedes le ha concedido todo el crédito.

Esta temporada tampoco ha encontrado competencia. Una imagen icónica fue cuando cruzó la meta del G.P. de Gran Bretaña sobre tres ruedas, transmitiendo al mundo que nada podría detenerle en su carrera contra la historia. Ha firmado diez victorias en catorce carreras. En tres de las cuatro sin triunfo fue sancionado (Austria, Italia y Rusia). Penalizaciones que han sido prácticamente lo único que ha frenado su acumulación de éxito. En Turquía remató la faena con su mejor actuación del año. Estampó el sello de un campeón, que gana cuando las circunstancias son adversas. Arrancó sexto para lograr lo improbable, ganar. A falta de tres carreras para concluir el Mundial se sentó en el trono, con 307 puntos, 110 más que su compañero, Valtteri Bottas. “Se lo dedico a todos los niños que creen en los imposibles, para que sigan creyendo en sus sueños. No dejéis que nadie os diga que no podéis hacerlo”. Con esta mentalidad se fraguó el idílico broche de ayer. Así se ha gestado la gloria de Hamilton, solapando un sueño a otro hasta ir “más allá de lo que jamás hubiera soñado” en un inicio para reinar en 2008, 2014, 2015, 2017, 2018, 2019 y 2020.

Fuera de las pistas su pasión por la música y la moda, así como el veganismo, dice, le han impulsado hacia el éxito, el que ha aprovechado como altavoz para causas como el movimiento Black Lives Matter (La vida de los negros importa) o la preservación del medio ambiente. El inglés trata de mostrar compromiso con la sociedad. “Igualar la marca de Schumacher deja los reflectores y una gran responsabilidad sobre mí. Reconozco que no seré eterno, por eso solo quiero ser ese que deje un ejemplo para las generaciones que vengan”, expresó.

Los últimos días se ha especulado con su futuro, con su continuidad en la marca hegemónica. El vínculo contractual expira al término de la presente temporada. Pero resulta harto complicado pensar que no aprovechará la oportunidad de superar a Schumacher que brinda 2021, el último año con la reglamentación vigente y que se intuye como una prolongación del dominio de Mercedes. “Espero que el año que viene sea aún mejor. Quiero quedarme”, confirmó. A sus 35 años, aseguró que se siente “como si acabase de empezar”. Lo que acompañó de sus constantes proclamas: “No podemos ignorar los derechos humanos y tenemos que trabajar para que desde ya mismo todo sea más sostenible en este deporte. Quiero formar parte de este desarrollo, al menos durante los años próximos”. Su reinado en la F-1 es una reivindicación. Porque los siete títulos importan. El imperio de Hamilton es un legado para los que vendrán por detrás, para que encuentren las puertas abiertas.

Clasificación de la carrera

A. Giovinazzi (Alfa Romeo) Abandono

Mundial de Pilotos

Mundial de Constructores