- El pasado 1 de marzo, cuando ni por asomo podíamos imaginar la que se nos vino encima, el Real Madrid ganaba en el Santiago Bernabéu al Barça de Quique Setién por 2-0, se ponía a un punto del equipo azulgrana, Zinedine Zidane recuperaba el sosiego y la prensa le concedía una tregua. Resulta que el Real Madrid acudió al clásico en plena crisis de juego y cuatro días después de perder en casa con el Manchester City en octavos de final de la Champions. El partido de vuelta se jugó el 7 de agosto, y aunque el Madrid fue eliminado (4-2 en el global) para entonces Zidane había llevado al equipo blanco a la conquista de la Liga, su gran obsesión des y asignatura pendiente después de haber ganado tres Copas de Europa. Y todo el mundo volvió a ensalzar las virtudes del carismático técnico francés.

En cierto modo, el clásico del sábado ofreció bastante concomitancia. El Barça había cambiado de entrenador, Messi tampoco tuvo su día y la figura del argentino Mauricio Pochettino volvía a revolotear por los pasillos de Valdebebas.

Perder ante el Cádiz, y de qué manera, y luego frente al diezmado Shakhtar Donetsk en Champions, ambos en casa, evidenciaron las carencias del equipo blanco y la indolencia de los jugadores apuntaron directamente a la figura del entrenador. No estaba mucho mejor el Barça, que venía de un empate con el Sevilla, la derrota en Getafe, la convulsa situación institucional, el cisma de Messi y la puñalada aún sangrante del Bayern.

Si algo tiene el clásico es capacidad redentora. Y eso hizo el Real Madrid, cuyos jugadores recuperaron el compromiso con la grandeza del club y con su técnico. Ronald Koeman, en cambio, no está cuestionado por razones obvias, pero ya se ha llevado unos buenos palos por la forma con la que gestionó el partido y la locura final, llenando de delanteros el equipo azulgrana en un gesto que tuvo mucho de romanticismo y poco de practicidad. El Real Madrid pudo redondear la victoria con un soberbio gol de Modric.

Koeman se agarró al penalti, previo aviso del VAR. Según las estadísticas, el VAR solo ha señalado seis penaltis por agarrón en 815 partidos y el de Lenglet a Ramos es el primero de la temporada. El agravio arbitral, gremio siniestro que en circunstancias similares siempre barre en dirección a la casa blanca.

Pero el fútbol no da tregua. El Real Madrid juega mañana en Alemania frente al Borussia Mönchengladbach obligado a no fallar tras la derrota en su primer partido de la Champions. Volver a perder sin duda dejará en casi nada la excelente victoria en el Camp Nou y complicaría su futuro en el grupo B, donde también está el Inter.

El Barça comenzó en Europa con goleada, pero era el Ferencvaros. El miércoles le aguarda en Turín la Juventus, donde sin duda se examinará con más rigor a Koeman.