VITORIA- El sábado 17 de octubre a las diez de la noche se cumplió un objetivo que estaba marcado desde hace mucho tiempo. Ese no era otro que, por parte de Lexuri Crespo, correr la primera ultratrail de su vida. Esta santurtziarra, de 34 años y con experiencia en carreras de montaña, puso su foco en enero en correr su primera prueba de larga distancia. Eligio una de las más antiguas y referente de muchas en Euskadi como es la Hiru Haundiak.

Pero llegó la pandemia y el confinamiento. Por parte de la organización la prueba seguía adelante aunque finalmente se suspendió. Le propuse darle la vuelta a la tortilla y hacerla los dos como estaba prevista en un principio, afrontarla en la misma fecha, el 16 y 17 de octubre y, por qué no, darle un carácter solidario. Eligió a Aspanovas (niñ@s con cáncer de Bizkaia) como asociación a la que echar una mano.

Y llegó la prueba. Son 101 kilómetros por monte, con más de 5.000 metros de desnivel positivo, subiendo entre otros Gorbea, Anboto y Aitzgorri, de ahí la denominación de Hiru Haundiak. Todo ello en 24 horas como tiempo máximo.

Después de cenar arrancó la Hiru Haundiak a las diez de la noche de Murguía. Salimos cuatro: Raúl, Abel (conocido como Spiderabel por ir siempre vestido de Spiderman), Lexuri y un servidor. Durante un par de kilómetros nos acompañaron unos chicos de la localidad que, además de darnos ánimos, nos apartaban algún coche que circulaba por ahí. Cuando se despidieron entramos ya en terreno montañoso y en la subida al primer coloso: el Gorbea.

La noche estrellada sin nada de viento ayudó mucho y pudimos subir rápido. Una vez cumplido el ritual de tocar la Virgen y ya con la compañía de Pedro, que nos esperaba en la cumbre, empezamos a bajar con cuidado. En poco más de tres horas y media estábamos en Ubidea, kilómetro 23 y primer avituallamiento. Y allí, esperándonos, Xabi, Belda, Ana, Ane, Oneka, Edu y más gente. Nos facilitaron la tarea muchísimo. Llamentar la baja de Raúl que con algún problema estomacal se quedó en Ubidea. Al poco estábamos ya camino de Otxandio. Solo nos separaba de esta pequeña localidad vizcaína un pequeño repecho y 5 kilómetros.

En Otxandio, nuevo avituallamiento. Y sumamos la compañía de Javi, que estaba haciendo algo parecido con sus amigos, pero que se había quedado solo. Ya los cinco -Javi, Abel, Pedro, Lexuri y yo-, empezamos nuestra marcha dirección Urkiola, sita en el kilómetro 36. Fue una de las peores partes, el terreno estaba mal, muy enfangado. Y a Lexuri le empezó a entrar el sueño, algo habitual si no has corrido mucho de noche y menos estas distancias. Poco a poco hicimos camino y llegamos a Urkiola.

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Lexuri supera el reto solidario de la Hiru Haundiak

Por delante, una vez con agua y alimentos para el camino, teníamos el segundo coloso: el Anboto, un monte precioso. Llegar a su base es bastante sencillo, por medio de una pista y unos collados espectaculares, pero sus últimos 700 metros son muy duros. Y de noche y con 40 kilómetros encima, más. Pero se superó bastante bien con la imagen de esos niñ@s de Aspanovas en la cabeza y el poder echarles una mano.

Y por fin amaneció. Otro momento cargado de magia, ese cielo rojizo con el Orixol de fondo hizo que nos paráramos a echar alguna foto. Nos encaminamos a la mitad de la carrera, el kilómetro 50, donde ya empiezas a restar, lo que ayuda mucho mentalmente. Paramos en Kruzeta, donde ya Javi no venía con nosotros. Lamentablemente lo dejó en el kilómetro 77. Mucho ánimo Javi, el año que viene seguro que puedes con ello.

Llegaba unos de los momentos más emocionantes, la llegada a Landa. Este paso, ya en el kilómetro 60, es el aprovechado por la carrera oficial para hacer un avituallamiento más grande, incluso con la posibilidad de cambiarte de ropa. Y es el lugar utilizado por familiares y amigos para acercarse y ver a la gente conocida. Se montó un buen sarao en el parking de Landa. Además de la familia de Lexuri y de amigos, hicieron acto de presencia unas personas por parte de Aspanovas, que también estuvieron en la salida, y con unos globos y unas banderas corporativas marcaron el lugar a pasar. Eso nos emocionó un montón. Ver a gente cercana nos reconfortó mucho y nos insufló tanta fuerza como los macarrones de Vero y las palmeras de Artetxe. Lexuri estaba cansada, pero esa muestra de cariño fue muy importante para conseguir el objetivo.

Llevábamos casi catorce horas de carrera e íbamos un poco justos de tiempo. Por eso con ropa limpia, llenos de ánimos y con el estómago lleno, acompañados de Vega y Yoli, de mi amigo Roberto, de Olaia y de Amaia salimos a buscar el paso por Albiturri. Este tramo de apenas 7 kilómetros fue de lo más ameno por la conversación, por haber descansado un poco y por las impresionantes vistas del pantano en la cima de Usako Atxa. Íbamos fuertes, con ganas, pero sabiendo que teníamos que apretar.

Dejamos a Itxasne y a Guille en el avituallamiento del kilómetro 67, y a esas exquisitas barritas de dátiles, para después de subir el duro repecho de la torre de comunicaciones dirigirnos a los temibles 78 molinos eólicos, sí 78, situados en la sierra de Elgea. Es más psicológico que duro, si bien tiene un par de repechos que ya con tantos kilómetros en las piernas se hicieron realmente indigestos. Menos mal que a mitad de camino, en el kilómetro 77, estaba Erlantz con la pequeña Ane. Él, Olaia y su furgoneta nos aprovisionaron de comida y bebida caliente. No hay palabras de agradecimiento suficientes.

Una vez hidratados y despidiendo a las chicas que nos acompañaban desde Landa, nos quedamos Abel, Roberto, Pedro y yo para acompañar a Lexuri en el tramo final. Aquí, Lexuri empezó, como no podía ser de otra manera, a dar señales de flaqueza, las cuestas se le hacían muy largas. Pero fuimos pasando más cimas -Oburu, Trango €- hasta llegar a otro de los parajes impresionantes del recorrido, las campas de Urbia. Sorprendidos y atrapados por su belleza, llegamos al último avituallamiento, kilómetro 88. Allí estaban Belda y Ana para darnos agua y alimento con el que encarar el tercer grande: el Aitzgorri.

Contamos con la ayuda de Ander, que literalmente se dejó el tobillo por llevar a Lexuri a meta, pero aquí me sorprendió el coraje de ella. Íbamos al límite, no sabíamos si iba a ser posible llegar a Araia en menos de 24 horas. Pues a las faldas del Aitzgorri hundió hombros, se puso muy seria y empezó a subir como alma que lleva el diablo.

Comenzaba el último tramo y probablemente el más complicado: la bajada a Araia. Ya de noche, tuvimos la mala suerte de perdernos, nos saltamos un tramo. Perdimos unos 20 minutos pero, una vez encontrado el camino, y tras una interminable bajada de 9 kilómetros, entramos en Araia.

Fue el momento de las lágrimas, de soltar todo lo que había dentro, del reencuentro con familia y amigos. Dar las gracias a todo el mundo y sobre todo a ti, Lexuri, por darme una lección de coraje fortaleza, perseverancia y humildad. Eres muy grande y me imagino que la gente de Aspanovas (al final se consiguieron 2.540€ para ellos), tu familia y amigos están igual de orgullosos de ti como lo estoy yo. Zorionak Lexuri, lo que has conseguido es enorme.