uchos no lo creerán, pero tampoco habitan en su cabeza: asegura que antes de enfrentar su última final de Roland Garros no pensó en la posibilidad de igualar los veinte Grand Slam de Roger Federer. “Nunca fue una obsesión para mí, ni un objetivo final”. Cierto es que se muestra humilde, con un estilo de vida que, describe, no ha cambiado desde los 15 años. Conserva el mismo entorno cuando no está requerido por su ajetreada profesión. “Las cosas básicas, importantes, de mi vida, no han cambiado mucho. Sigo viviendo en el mismo lugar, tengo los mismos amigos”.

Omitir las alturas, las cumbres del planeta, es una manera de evitar el vértigo, que añade presión en la escalada. También es un modo de imprimir personalidad en un mundo de comparativas. “Estoy aquí para hacer mi camino”. Es decir, yo soy yo: Rafa Nadal, único, exclusivo. Pero cierto es que más allá de Rafa Nadal existen historias que permiten evaluar qué lugar corresponde a cada cual en la memoria del deporte. Al final, qué es el deporte sino medirse a rivales. “Ganar es la esencia del deporte. En la alta competición lo que cuenta es la victoria. Pero le añades una satisfacción mucho mayor cuando uno sabe que ha tenido que hacer sacrificios y esforzarse para lograr su objetivo. Eso es lo que te da la satisfacción personal”, dice, durante el reposo del guerrero. Hacia allí enfoca su mirada: el bienestar con uno mismo.

Pero el de Manacor, aunque mire hacia otra parte, está inmerso en una carrera por ser la estrella más brillante de la constelación tenística. Una vez igualado el récord de Federer y con Djokovic al acecho de la cabeza de la carrera, la pregunta es: ¿Y ahora qué?

En el horizonte se presenta un apasionante 2021. Crucial para la carrera del Big Three por los Grand Slam. Para alguno puede representar sus últimos raquetazos. Federer tiene previsto regresar a las pistas el próximo enero, en el Open de Australia, después de recuperarse de una operación de rodilla. El suizo, pendiente de ver qué nivel alcanza tras casi un año inactivo, contará con 39 años en el torneo en el que sumó su último grande, en 2018. En su ocaso, continuar sobre las canchas es sinónimo de exprimir la que puede ser su última temporada en activo, un año cuyo gran reto probablemente sea el oro de los Juegos Olímpicos que le falta para que la cuadratura sea un círculo en su palmarés. No obstante, sus mayores opciones pasan por Wimbledon, donde disputó su última final de un major y en la que dispuso de dos bolas de partido ante Djokovic.

Nadal, de 34 años, confiesa que lo pasó mal durante el confinamiento impuesto por el coronavirus. El brusco y prolongado parón hizo mella. “El cuerpo respondió mal durante varios meses. Poquito a poco se fueron enderezando las cosas, pero fueron meses complicados”, repasa. Pero Nadal, paradigma del valor de la mente en la vida terrenal, ha regresado. Conocedor de su exigido cuerpo, renunció al US Open para encomendarse a la arcilla. En Roma cayó en los cuartos de final, ante Schwartzman. Sufrió su primera derrota en el Foro Itálico tres años después. Brotaron las dudas. Pero he ahí la psicología de alguien poderoso. En Roland Garros arrancó dominador para culminar con su mejor nivel en la final, donde, como figuraba ayer en la prensa serbia, aconteció “la derrota más grave de Djokovic”.

Está por ver si Nadal continúa seleccionando torneos para afrontar con mayores garantías los grandes, lo que podría implicar renunciar al número 1. De entre el Big Three, una vez superada la treintena de años, es quien más títulos de Open ha amasado: seis, por los cinco de Djokovic y los cuatro de Federer. En Australia podría ser el primer tenista en ganar al menos dos veces los cuatro majors. Otro reto podría ser la Copa Masters, el único gran título que no ha mordido.

Djokovic gozará pronto de la ocasión de poder resarcirse de la severa derrota que sufrió en sus carnes frente al rey de la tierra, pero también de la absurdez que le condujo a la descalificación -el pelotazo a una juez de línea- en un US Open que se antojaba hecho a su medida. El serbio, nueve meses menor que Nadal, acudirá a Australia como campeón en un escenario en el que se ha impuesto en ocho ocasiones. El paso de Djokovic por Melbourne es, dentro del Big Three, la segunda mayor jerarquía en un territorio Open después de las trece coronas de Nadal en sus fiestas de París. El serbio buscará apurar su capacidad de todoterreno.

En cuanto a la regularidad de los tiempos más recientes, el duelo por la cúspide de la Era Open se disputa entre Nadal y Djokovic. El manacorí ha conquistado tres de los siete últimos grandes, mientras que el serbio ha hecho lo propio en cinco de los últimos nueve. Desde 2018, ambos se han repartido todos los Grand Slam, con dos excepciones: el Open de Australia de Federer en 2018 y el US Open de Dominic Thiem en 2020.

Las nuevas generaciones tratarán de inmiscuirse en un debate que ha estado muy cerrado desde que Federer emprendiera su camino de éxitos en los Grand Slam. Su primera victoria fue en 2003, en Wimbledon. Desde entonces, el Big Three se ha repartido 58 de los 69 grandes. Andy Murray y Stan Wawrinka han sido los más entrometidos en la pugna, pero ahora viven alejados del nivel que les condujo a ganar. En la actualidad la competencia la protagonizan los Thiem, Alexander Zverev, Stefanos Tsitsipas o Daniil Medvedev, entre los que solo suman un grande, el pasado US Open que firmó el austríaco. En cualquier caso son los que tratarán de frenar la carrera que resolverá quién es el mejor tenista de todos los tiempos para aquellos que midan el nivel en forma de números. Este es el apasionante devenir del tenis.

En el Open de Australia, en enero, Federer regresa tras su lesión de rodilla y Djokovic defiende título en su lugar predilecto

Nadal (34) y Djokovic (33) buscarán exprimir su menor edad con respecto a Federer (39), quien debe apurar el que puede ser su último año