- Alocado el Giro, a merced del viento de octubre, juguetón, caprichoso y cambiante, sin patrones, con la jerarquía descascarillada, la corsa rosa entró por la punta de la bota. Se adentró la carrera en la península, tierra adentro, para ordenarse o volverse definitivamente caótico. En Sicilia enloqueció la carrera y en la otra Italia, que no deja de ser quiso recuperar cierta cordura con una etapa eterna y reflexiva de 225 kilómetros, la tercera más larga del itinerario rosa. No lo logró. El Giro sigue siendo imprevisible. Esa es su magia y su imán. Todo es posible. También que el pulcro y cartesiano Ineos se alborote. A lo loco se vive mejor. Huérfanos de Thomas, en la escuadra británica reaccionaron con un movimiento impensable no hace tanto. Descubrieron las fugas, otra forma de entender el ciclismo, si acaso más romántico y emocionante.

De ahí, de ese viaje hacia lo desconocido, entre la niebla, surgió la figura gigantesca de Filippo Ganna, quien fuera líder en Palermo, para vengar el abandono del galés. Ganna aplastó a todos en la fuga para celebrar en solitario su segundo triunfo de etapa tras una travesía de 140 kilómetros. Su primer triunfo lejos del reloj, su fortaleza, y de su espacio tras atacar en un puerto. Lloró de alegría Ganna, pura emoción. El campeón del Mundo vencía lejos de su hogar. Dominó el tempo de la fuga para elegir el momento exacto. Donde nadie le esperaba, entre la nieblas, asomó para citarse puntual con la victoria en una jornada en la que los favoritos no se molestaron aunque el líder. Joao Almeida rebañó cuatro segundos de las bonificaciones en Camigliatello Silano. La pedrea. Pello Bilbao, que continúa firme, se subió a la segunda plaza del Giro.

El premio gordo fue para Ganna, que se apuntó al desfile junto a su compañero Puccio y formaron una hilera con Tratnik , Hagen, Restrepo, Carretero, Conti y Zardini para rastrear la gloria. Esa era la propuesta hasta que alzó los cuellos almidonados el mentón del Valico Montescuro, una subida con apenas nuez, tendida y con un desnivel apenas audible: 5,6%, pero muy prolongada: 24 kilómetros. Un día entero en sí mismo. En ese ecosistema de los puertos que exigen un ritmo alto y constancia, se fue dispersando el humo de la fuga, pero el fuego no se apagó del todo. Ganna, Carretero y Zardini amarillearon al resto al tiempo que De Gendt, el escapista, y Rubio salieron en su busca desde las costuras del pelotón. Sin un mando nítido, el Trek pastoreó la ascensión con cierto aire funcionarial. De Gendt y Rubio accedieron entonces a la puja por la etapa que defendían Ganna, Carretero y Zardini, el que más padecía.

Aún restaban varios pisos al rascacielos cuando en el descansillo se arremolinaron De Gent y Rubio, los nuevos vecinos, con los viejos inquilinos. La reunión de escalera se tensionó de inmediato. Rubio, compañero de Carretero, abrió la puerta para salir de allí. De Gendt no le permitió el desaire y Ganna, rehabilitado el empuje, se unió tras airear los pulmones. En Montescuro se posó la noche, húmeda la tarde, solo coloreada con el blanco opaco de la niebla. Los árboles desaparecieron en las cunetas, fagocitados por un manto oscuro. Iluminado, se encendieron inopinadamente los 83 kilos de Ganna. El italiano era la linterna de una ascensión inquietante, fantasmagórica.

Anestesiados De Gendt y Rubio, Ganna enroscó sus manos en la curva del manillar y se dispuso a completar una crono, su especialidad. Campeón del mundo. El gigante italiano, plegado sobre su montura, era un jinete sin cabeza que rasgaba la niebla. En ella se perdieron De Gendt y Rubio, peleados. El Astana recogió sus rescoldos antes de que concluyera el puerto. Ganna, de natural pistard, ansiaba doblar la corona de Montefusco, abrazada la montaña por la niebla densa y lechosa. Por detrás se intuyó el acelerón de Fuglsang, al que se subieron Nibali, Pozzovivo, Kelderman, Pello Bilbao y Almeida, entre otros. Trazaron un descenso cuanto menos inquietante; con el piso mojado, reflejando el miedo y la niebla cegando las trazadas. Ganna, inalcanzable, puro fulgor, era el faro. Por detrás parpadeaba Nibali y su asombrosa capacidad para lanzarse como un kamikaze sereno. Desenroscado la bajada, asomó el perfil inacabable de Ganna, la luz que ilumina el Giro.

5ª ETAPA

GENERAL INDIVIDUAL

GENERAL PUNTOS

GENERAL MONTAÑA

GENERAL JÓVENES

GENERAL EQUIPOS