Anoche el Eibar no pareció el Eibar. Si por algo se ha caracterizado con Mendilibar ha sido por su elevadísima tensión. Sin embargo, los armeros comparecieron ayer lacios, como tocados por la derrota ante el Athletic, y cuando Lucas Boyé marcó en el '37 se acabaron de hundir. Un par de coletazos más por vergüenza que por fundamento, supusieron el canto de un cisne que se queda demasiado atrás.