abla Rafa Nadal de las pelotas con las que se jugará a partir de ahí la edición más especial de Roland Garros: "Se van a poner como piedras y peligrosas". Porque el Grand Slam de la tierra, salvado también de las garras del covid-19, no va a tener nada que ver en 2020 con el de siempre. En otoño en París hará frío, seguramente lloverá, incluso es posible que se jueguen partidos a cubierto en la renovada pista Philippe Chatrier y eso cambia las condiciones de juego. Efectivamente, la bola pesarán más y será muy complicado hacerlas que vuelen y cojan efectos. Además, no habrá público en las gradas y los jugadores estarán metidos en una burbuja, aunque a este desafío ya se han acostumbrado. Por eso, el balear, que solo ha jugado los tres partidos del Masters 1000 de Roma desde febrero, parte como favorito, pero menos que otras veces.

Su deseo es adaptarse a un torneo diferente e ir mejorando poco a poco para tratar de conquistar su decimotercer título de Roland Garros y su vigésimo Grand Slam, lo que le igualaría a Roger Federer en lo alto de la lista de todos los tiempos. "Tengo que afrontar cada día con la predisposición a aceptar los retos que se puedan ir presentando y superarlos desde la tranquilidad. De todos los Roland Garros que he jugado este es el que las condiciones son más negativas en general en todos los sentidos", reflexiona Nadal, que no se refiere solo al propio tenis, sino que detecta "falta de alegría" por la imposibilidad de disfrutar con normalidad de todo lo que ofrece París.

Pero es lo que hay y Rafa Nadal, que se estrena en un duelo inédito ante el bielorruso Yegor Guerasimov, asegura que va a "darlo todo" por mantener su idilio con el torneo. "La situación no es la ideal, pero acepto el reto con mentalidad positiva, determinación e ilusión", asegura. Si hay que mirar a sus principales rivales, Novak Djokovic y Dominik Thiem están en primera línea de los pronósticos. El serbio viene de ganar en Roma y querrá sacarse la espina de su fiasco en el US Open para recortar distancias con Federer y Nadal. El austriaco, por su parte, salió triunfador de Nueva York y su confianza está por las nubes. Sin embargo, su primer rival es Marin Cilic, un hueso muy duro, y va por el lado del cuadro del balear, lo que significa que las dos últimas finales solo podrán repetirse en semifinales.

También hay que contar con Daniil Medvedev y Alexander Zverev, a quienes les van muy bien las condiciones de juego en un torneo que hoy mismo deja un duelo de primera ronda entre Andy Murray y Stan Wawrinka, dos ganadores de grandes que se resisten a salir de la escena. En un guiño al pasado, en el cuadro masculino destaca la presencia del ecuatoriano Emilio Gómez, hijo de Andrés, ganador de Roland Garros en 1990; y de Sebastian Korda, hijo de Petr, que se llevó el Abierto de Australia en 1998.

En el torneo femenino, Garbiñe Muguruza llega reforzada tras rozar la final en Roma, contenta por "poder jugar tres Grand Slams en este año tan complicado" y con las mismas dudas sobre cómo se desarrollará el torneo en estas fechas. "Creo que he aprendido de los errores y me siento mejor que otros años y motivada. Espero poder alargar el buen tenis todo lo que pueda", afirma la campeona de 2016, que parte este año como undécima cabeza de serie y debutará ante la eslovena Tamara Zidansek. Muguruza solo ve un inconveniente: "No me gusta jugar sin público porque te transmite energía, cuando te apoyan y cuando no".

En ausencia de la ganadora del año pasado, Ashleigh Barty, que no ha salido de Australia desde que saltó la pandemia, las miradas apuntan a Simona Halep, ganadora en Roma, y a Naomi Osaka, que no suele brillar en la tierra, pero que puede aprovechar esta época para explotar su estilo de juego y sumar su cuarto Grand Slam tras vencer en el US Open. Serena Williams, que ayer cumplió 39 años, no se conforma con lo que ha logrado y vuelve a darse otra oportunidad de alcanzar su vigesimocuarto grande. "Estoy en una posición en mi carrera en la que no puedo darme por satisfecha, no puedo salir aquí, sentarme y decir que estoy feliz", comenta la estadounidense, que piensa que pese al frío y la burbuja, "estar ahora en París es mejor que quedarse en casa".

Estas dos semanas en París hará frío, lloverá, incluso es posible que se juegue a cubierto y eso cambia las condiciones de juego