- A Primoz Roglic, aspecto de tipo duro, ajeno a la palabrería y reacio a la propaganda, le bastó con acelerar, sin levantarse del sillín, para arrodillar a sus rivales en la desembocadura del Col de Porte y asaltar el liderato del Critérium Dauphiné. El esloveno empuñó un ritmo marcial y deletreó un triunfo descomunal. Lejos del frenesí del molinillo que exhibió Armstrong y estiró Froome, también doliente entre las montañas, Roglic pulverizó a todos, guiñapos en manos de su poder. Roglic, el que fuera saltador de esquí, continuó su vuelo imparable sin abandonar el sillón aporreando con sus poderosas mazas los pedales. Su redoble dejó el eco secó de un golpe de autoridad que atravesó el oído de Bernal, Pinot, Buchmann, Quintana, Landa… Todos ellos lejos de Roglic. Desencajados rostros cuando Roglic abría los brazos para posarse suavemente en la cima de la montaña y sonreír a su mujer y a su hijo. El esloveno, perseguido por Pinot y Buchmann, escribió con letra firme otra soberbia actuación.

Aspirante al trono de París, el líder del Jumbo empequeñeció al gigantesco Bernal, campeón de la Grande Boucle. Al colombiano le invadió la sensación de ahogo cuando boxeo con Roglic, una roca áspera. Él que tan bien domina la asfixia, se quedó sin aire. Los pulmones se le llenaron de arena y las piernas, de plomo. Tras la escaramuza de Buchmann, Bernal se había metido en el cogote de Roglic, pero cuando el esloveno, forrado de músculos y repleto de ambición, abrió gas, desintegró al colombiano, que se quedó sin habla. Mudo ante el discurso lacónico de Roglic. Esa escena, de apenas unos segundos y una docena de pedaladas, anunció el final de Bernal, que, exhausto, danzando en el abismo, tuvo que izar la bandera blanca, el color de su maillot de mejor joven. Roglic había quemado el motor del colombiano, que se apartó de su rebufo para no explotar.

La aparición del esloveno, un bisonte en estampida, fue el remate que imaginó el Jumbo después de que el Ineos, encolumnado, con esa pose tan suya, con esa imagen de marca que luce en Francia, llevara a hombros a Bernal a través del Col de Porte, una penitencia. El equipo británico dominó la ascensión a una montaña, fuera de categoría, que sirvió de mesa de autopsias. Todo era paz y armonía en la campiña inglesa hasta que tronó una detonación. Ya lo dijo Napoleón: “Todo el mundo tiene un plan hasta que suena el primer disparo”. La cota alpina arrancó las caretas en un baile de máscaras que partió muchas caras a poco más de dos semanas para el Tour.

Jonathan Castroviejo, Kwiatkowski y Thomas rebajaron las expectativas del grupo, donde Roglic observaba a Bernal. Se arremolinaron Pinot, Buchmann, Landa, Quintana, Miguel Ángel López o Porte siguiendo el icónico y maldito vals del Ineos. El esloveno, aunque en minoría, viajaba en el sidecar de Sepp Kuss, su sherpa, después de que a Dumoulin se le atragantara el estirón de Thomas. Froome desconectó antes. El gran campeón, al desnudo. Le desabrochó Kwiatkowski. Kruijswijk también dimitió cuando Buchmann se sumó a la algarada que inició Quintana, que ha recuperado la alegría. Para entonces, Landa se sostenía entre los mejores, pero con el gesto torcido por el sufrimiento. Valverde, Mas, Bardet y Urán se habían esfumado tiempo atrás. Desordenada la carrera, a un palmo de la cima, Roglic se encaró con Buchmann y pasó al ataque. Fue un despegue quieto pero violento, como el esfuerzo sostenido en una bicicleta estática. Subió de revoluciones, sin arabescos, muecas o lengua burlona. Simplemente aceleró y venció. Tomó diez segundos de renta. Hierático, Roglic, no tuvo que ponerse en pie para dejar a todos sentados. También a Bernal. Y sentado, el esloveno mira a todos por encima del hombro. Roglic no necesita levantarse del sillín.

Segunda etapa

General

Octavo en la general. Después de asistir al exhibición de Roglic, Mikel Landa, que entró en el grupo de favoritos y es octavo en la general a 20 segundos del esloveno, subrayó estar “satisfecho” con su rendimiento el día de ayer, si bien reconoció que “al inicio de la ascensión, no tenía las mejores sensaciones pero en la llegada ya me encontré mucho mejor. Intentaremos dar mucho más”. Froome, que no pudo estar con los mejores, expuso que se siente “cada vez mejor a medida que corro más días”. “Me siento optimista sobre el Tour. Cada día es un test y se trata de aumentar la condición física. Estoy muy contento con el progreso que he logrado hasta ahora”, cerró.