o ha parado un solo día en casa. Le han mantenido ocupado las labores del campo. Las viñas. Cien días de laboriosidad y sudores y el parto de Ane, que vino al mundo el pasado día 1 de junio en el hospital de San Pedro de Logroño. El mérito aquí es más de Andrea. AneViteriAsensio vino al mundo para quedarse; comer, dormir “y cagar”, dice el padre. Como todos los recién nacidos sanos. “Apenas unos días revueltos. Todo fenómeno”. Una bendición. Hasta el 29 de julio “estaré dedicado en cuerpo y alma a mi familia, y el resto de permiso paternal lo cogeré en invierno, cuando pase la época de más trabajo”. Todo el tiempo para la mujer y la hija. El martes “nos habremos ido a pasar y disfrutar de cuatro días en Somo, en una casa rural, solos los tres”. A la vuelta “otra vez a tope, para normalizar trabajo y vida”.

La actual historia de JesúsÁngelViteriPérez, pelotari que tuvo su página deportiva unos meses atrás, tiene que ver con su profesión. Hombre de campo, fiel a su oficio y filosofía de vida, y representante de los esforzados trabajadores y cuidadores del primer sector de la economía, principal y primigenio del que dependen todos los demás. La agricultura, la ganadería, la minería, la pesca y la explotación forestal, actividades cuyo desempeño supone la obtención de la materia prima de nuestra subsistencia. Viteri ha vivido la cuarentena subido al tractor para atender las tres hectáreas familiares y los quehaceres propios en Viña Ijalba donde presta sus servicios en beneficio de un vino ecológico, un caldo natural cuya obtención no depende sino de un tratamiento natural de la tierra y viñas. “Utilizamos el procedimiento de la gente antigua, el de toda la vida, sin químicos agregados ni herbicidas, lo que significa que debemos estar mucho más encima en el día a día pues dependemos de la climatología y lo que la tierra y el tiempo determinen”, resume nuestro viticultor.

Eugenio y Fabiola, los padres de Jesús Ángel, venden los 20.000 kilos de uva propia a las Bodegas AGE de Fuenmayor. Se supone que sus cepas producen el grano con el que luego se elabora el rico crianza Azpilicueta, apellido del fundador de la bodega en las postrimerías del siglo XVIII, don Félix.

El pelotari de Lapuebla de Labarca ha vivido el confinamiento de la familia a dos patas. Con su mujer, vigilando el embarazo, en Fuenmayor -“la mujer ha llevado las riendas en casa, cuidándose y cuidándome, sin pasar complicaciones por su estado”- y con el resto de la familia, atendiendo a los padres, “los veía asomarse al balcón de casa”, y pendiente de mis sobrinos, Oihan e Izaro, hijos de “mi hermana Beatriz”, todos en Lapuebla.

Aprovechando que no paraba en casa, porque han sido semanas de mucho trabajo, “me encargaba de hacer las compras para mi casa y la de mis padres”. Cuando por fin se puso salir a la calle Jesús Ángel y Andrea aprovecharon para “dar largos paseos por caminos de vereda, sin acercarnos al pueblo ni ver gente”, protegiendo el embarazo de ella.

Cuando tocaba visitar las viñas propias, padre e hijo, cada uno en su coche, se acercaban a la finca y ahí pasaban el tiempo. En la época más dura del trabajo con la vid: la espergura , la eliminación de los verde, los brotes sobrantes, y “elegir lo que se va a quedar, lo mejor de cada cepa”, las semanas se pasaban “sin darnos cuenta, con oficio y mucho esfuerzo”. Hubo que limpiar los troncos, desnietar lo sobrante para que la vid cuaje. Y, sobre todo, tratar la viña con mucho cuidado y atención puesto que “ha llovido mucho. No podías descuidarte”, anota por último, siempre atento al cielo, que el cielo responde con sorpresas de última hora… “tuvimos suerte por Lapuebla”, me cuenta, “que por Villabuena y Samaniego cayó piedra y picó la cosecha”.

En casa, Andrea, lo hizo casi todo, -“mejor, prefiero, cocina de escándalo… a mí me quedaba poco tiempo libre”-. Se trataba de no pensar demasiado en la pandemia. “No lo he llevado mal porque no tenía tiempo para pensar”, me dice, pero reconoce “que veía como todo se venía abajo, te asustas, reina la incertidumbre…”. En Lapuebla hubo tres casos y “se nos fue una chavala muy joven”. En Fuenmayor, sin embargo, “no falleció nadie aunque hubo más infectados”. En Logroño “estuvimos al límite, como en Vitoria”. Superado el trance, especula, como todos, “con lo que vendrá”, y fija la atención en la economía: “No sabemos qué se cobrará, cómo se venderá y, de qué manera reaccionará la hostelería”.

En cuanto a su ocupación, los últimos días han supuesto un esfuerzo redoblado contra el mildeo, un hongo que ataca las viñas -hoja y parra- “cuando ha llovido mucho”.

En casa no había tiempo para ejercicio. “Tratábamos de descansar, ver la tele, pasar un poco de las malas noticias -te volvías loco si no- y cuidarnos mucho”.

Viteri ha sido un buen pelotari. Ha jugado toda su vida a mano y se reenganchó al a pelota no hace mucho, en otra modalidad, la pala, casi sin querer, para echar unos partidos con los amigos. Antes, de chaval, de joven -tiene 38 años-, jugó provinciales, partidos de Liga Vasca y GRABNI. Lo hizo con ficha alavesa y con La Rioja. Hizo pareja con Rico y Gorka, dos exprofesionales del San Cosme de Logroño, en el Torneo de Federaciones. Y ganó junto a IkerLegorburu una edición del Virgen Blanca de aficionados. Una de sus más queridas txapelas.

En cuarentena ha visto algo de pelota por la tele, “muy poco”. Destaca sobre todos los demás el partido de la final del manomanista entre Irujo y Urrutikoetxea“que dominaba el navarro y se llevó el vizcaíno por 22 a 21, al esprint”. “Me gustó verla repetida”.

La vida de Jesús Ángel y Andrea se fija en Ane. “Ella es nuestra meta y fin. En cuanto te la traes a casa, sólo existe ella y no te queda tiempo para nada que no sea o dependa de ella”, asume. Los días pasan “sin darte cuenta”. La pequeña es la que manda. El bebé y el campo, sus dos grandes amores. La obligación desde que Eva mordiera la manzana en el génesis -¿por qué tuvo que ser ella?-, los esfuerzos de ganarse la vida, y el fruto del amor y del vientre de Andrea, que aquí sí tuvo más que ver la mujer.

Con el doce más uno concluye el tiempo de pandemia pero no el de los cuidados. Cuídenseme y nos vemos a la vuelta.