- Estaba cantado, pero la directiva del Betis optó por decidir la destitución de Francesc Ferrer Rubi bien entrada la madrugada, a eso de las tres, y esta misma mañana ya estaba entrenando a la plantilla verdiblanca el hasta entonces coordinador del área deportiva del club, el exjugador bético Alexis Trujillo. La excusa fue la derrota en San Mamés ante el Athletic. Una cuestión de azar. De mala suerte. Porque si Sergio Canales no lanza el penalti cometido por Iñigo Martínez al segundo anfiteatro Rubi seguiría ejerciendo el puesto de entrenador, cargo para el que firmó por tres temporadas, después de pagar al Espanyol un millón de euros para libertar su contrato. El técnico catalán no ha podido concluir ni el primero de los cursos.

Alexis Trujillo debutará en el Betis el próximo jueves en el estadio Benito Villamarín precisamente ante el Espanyol, el equipo del que hace una año se despidió Rubi dejándole clasificado para la Europa League en detrimento del Athletic. Los hinchas rojiblancos recordarán la que tuvo Iñigo Martínez en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla. Tiró al larguero, el conjunto rojiblanco perdió y, de rebote, los pericos se clasificaron para la competición europea.

El Betis confió en Rubi, un técnico emergente y ya con prestigio, para corregir el librillo de estilo que implantó Quique Setién, que rescindió su contrato en medio de una controversia entre la afición bética, donde había tantos seguidores como detractores, aunque la temporada terminó muy por debajo de las expectativas.

Pero el técnico catalán no pudo empezar peor. En el primer partido liguero el Valladolid ganó en el Benito Villamarín. Una semana después el Barça goleó al Betis (5-2) y desde entonces Rubi prácticamente no ha levantado cabeza. Se daba por hecho que se la iban a cortar tras perder el derbi (1-2) y ante la inminente visita del Celta, que entonces (como ahora) porfiaba por eludir el descenso. La victoria en casa (2-1) y el empate frente al Real Madrid en el Bernabéu (0-0) concedieron al técnico barcelonés una tregua.

En enero se las prometías felices los béticos tras una contundente victoria ante la Real Sociedad (3-0), y justo cuando la suerte parecía sonreír a Rubi se volvieron a torcer las cosas. El Rayo eliminó al Betis de la Copa (un objetivo en la agenda, al disputarse la final en La Cartuja sevillana). Tres derrotas consecutivas ante Getafe (1-0), Barça (2-3) y Valencia (2-1) y otros tantos empates frente a Eibar (1-1), Leganés (0-0) y Mallorca (3-3), comenzaron a distorsionar el otro objetivo preferencia, un puesto europeo.

Recobrado el desencanto y con el técnico a punto de despido se produjo un nuevo revolcón, con un triunfo de calidad, el último minuto, y nada menos que ante el Real Madrid (2-1).

El chute de autoestima ocurrió el 8 de marzo, es decir, la última jornada antes del parón provocado por la crisis de la covid-19. De vuelta al trajo, el Betis recuperó toda la inconsistencia anterior. Era un equipo desnortado, sin identidad y de escaso espíritu competitivo. La última referencia, la victoria frente al Real Madrid, hizo que la hinchada afrontara el nuevo derbi sevillano con renovada ilusión. Ocurrió todo lo contrario (2-0). Aquel día Rubi quedó definitivamente sentenciado. Solo faltaba poner fecha y hora, el 21 de junio, a eso de las tres.