tomar por ahí, así lo dirían los más jóvenes, los críos. Y a tomar viento, mi abuela. Cuando algo se esfuma, se acaba o desaparece de súbito, de manera inesperada, se estropea; algo falla, lo que sea, cualquier cosa, empresa, proyecto, objetivo, plan€ da igual, un grito lastimero y desgarrado, la desesperación y rabia incontenidas se escapan fácil con un sonido mayoritario que representa la expresión común: "¡a tomar por el culo!", que zanja, de raíz y por la yugular, la duda que fuere en cuanto a su significado absoluto. Otra cosa es que parezca o no apropiado decirlo y, menos, remarcar la malsonante en negrita y con comillas. Se me permita.

La vida se nos ha ido al limbo desde que marzo nos volvió ermitaños. A lo poco, encerrados o escondidos. A lo mucho, contagiados o fallecidos. La pandemia ha trastocado 2020. Nos lo ha roto por la mitad. Ha destruido vidas, familias, trabajo, economía y futuro a medio plazo.

Nos quitaron el deporte aunque lo vamos recuperando poco a poco. El fútbol profesional, la fuerza de choque del cuerpo de privilegios retoma actividad el viernes próximo; o como dice Iraultza: "vuelve el negocio, no el fútbol". Antes corrimos -al principio todos y luego algunos menos de los de siempre-, compramos estáticas o recuperamos las del desván, -el negocio de las bicis de monte y carretera y los despachos de psicólogos, al parecer, van a estar en puja al final de la desescalada-, le hemos dado patadas a un balón en el parque, encestado algún otro, hemos subido al monte y los clubes privados nos han dejado coger palas y raquetas con mucho protocolo y no tanta atención.

La pelota ha desaparecido. De extranjis, algunos pelotaris utilizan los descubiertos hasta que el municipal le llama al orden. En algunos pueblos se puede. Aquí no. La pelota profesional no levanta cabeza y echó el candado hasta nueva orden. Los pelotaris utilizan permiso especial y protocolo, y algunos frontones con salvoconducto, para estirar piernas y calentar manos. La pelota aficionada no ha tenido suerte desde que comenzara marzo y se llevara por delante el torneo de los torneos: el GRABNI. A freír espárragos la temporada, el año y la pelota.

La esparragada de temporada, de Legaria, a 6,90 el manojo, está bajo el mostrador, tras el cristal, donde Fernando Arroniz Antoñana atiende a la clientela de su carnicería de Ariznavarra sin parar un día desde que pandemia y cuarentena trastocaron nuestros planes. Esencial pues. Natural de Orbiso, donde naciera 56 años atrás. Es de Olaizola y de Barriola. Le gustaba Retegui II y admira a Altuna. Ha visto jugar a Nalda y Pinedo, nuestros dos últimos estandartes. Ha seguido las carreras de MikelRafael y Alvarado y, "he oído hablar de Larrazabal" que, es público y notorio, entrena y se prepara en el municipal de Amurrio y, "según dicen, será el próximo alavés en debutar", suelta con media sonrisa y "esperanzado". Montañés de pro, fanático de los Jauregi, de Sabando, de Prado y Zengotita. La Blanca, San Fermín y San Mateo enmarcan las tres ferias de verano que apunta en el calendario. El Labrit, "el mejor escenario, el ambiente por excelencia", el Adarraga y el frontón Ogueta los conoce al dedillo. Luego, siempre quedaba un espacio y tiempo para los demás frontones y las competiciones oficiales: el Manomanista, el Cuatro y Medio y el Campeonato por Parejas, en compañía de Bladimiro Gámiz, paisano, Rafa, un chaval de Gernika y Manu Altuna, carnicero como él. "Algunos euritos sí que caían", cuenta, en referencia a pequeñas apuestas que formaban parte del espectáculo, "casi siempre, cuando jugaba Barriola".

Sin pelota en directo, lo último que ha disfrutado ha sido la reposición televisiva de "la final del parejas de 2008, creo. Xala y Beroiz contra Olaizola y Begino". No majo, la de 2008, en el Ogueta, a últimos de marzo según Google, Olaizola y Mendizabal la jugaban para ganarla ante Titín y Laskurain.

Desde el 13 de marzo hasta hoy, de 9:00 a 20:00, Fernando ha estado pendiente del negocio en la calle Ariznavarra número 2. Con mascarilla de fabricación casera y al pie del cañón. El comercio pequeño, esencial, local y próximo "no ha fallado", pero "hemos echado en falta a los abuelos, la gente mayor más habitual" que ha debido quedarse en casa 60 días seguidos. Ha sido uno de los pocos que ha hecho vida normal cada día. No se ha cruzado con el virus y apenas conoce un par de casos de contagio: un instalador de cámaras frigoríficas y un chaval de Meano trabajador de una fábrica de embutidos. Gente con la que tiene una relación profesional. Podría decirse que "la obligación se antepuso al miedo". Imprescindible, "sentí que no podía faltar ni fallar a mis clientes". Es su trabajo, y "¡mi sustento!".

"Nos viene una buena", dice, pero no se atreve a cuantificar la crisis. "Nuestro gremio, el pequeño comercio tardará en recuperar el paso", teme. 31 años en la brecha, desde el 89, cuando cambió la carnicería de Murieta donde trabajaba por cuenta ajena para abrir la suya. Ha sido panadero, trabajó en una granja, en el matadero, en un almacén frigorífico y en medio "perdí un año en la mili".

Los embutidos, industriales y artesanos -productos de la montaña en su mayoría-, el rabo, los callos y carrilleras, croquetas y san jacobos y las carnes de cordero, ternera, cerdo y pollo han sido los productos más demandados por los vecinos del barrio, en la esquina frente a la parroquia de San Pablo. Y los paquetes y legumbres a granel y las nueces, uno de los frutos secos favoritos de Tino (Tino Rey), cliente y amigo que "de cuando en cuando me pasaba alguna que otra entrada para la pelota".

En estas duras fechas, tan apocalípticas para unos cuántos, que seguro olvidamos en otro par de semanas según la velocidad a la que nos lleva la vida, Fernando ha formado parte del pequeño número de personas que se han quedado sin pelota -uno de los deportes que peor lo están pasando- y han permanecido en pie, incansables al desaliento y frente al virus con la obligación del servicio a los demás. Tras el mostrador, ocupándose de nuestra alimentación.