n el soportal de Gorbea, en Murgia, el Mortirolo es la subida a la Virgen de Oro. Las montañas construyen la arquitectura de la frontera entre Bizkaia y Araba. En ese paisaje donde el cielo está más cerca, en las alturas, creció Mikel Landa, un ciclista transfronterizo siempre atraído por arrancarle palmos a las cumbres y rascarles la tripas a las nubes. El recreo de Landa era una bici que le agarraba de la pechera y le conducía, irremediablemente, a las cumbres, su morada. El de Murgia se recuerda subiendo y trepando.

Es su modus vivendi. Landa escala desafíos aferrado a la parte de baja del manillar, esprintando hacia las cimas, en posición felina. Le acompaña una media sonrisa. Es feliz Landa cuando se mide a las montañas. Allí se siente libre. Sin grilletes. Por eso encontró la dicha en el Giro, la carrera que venera la majestuosidad de sus montañas y enloquece con el ciclismo. Landa, que lloró de felicidad cuando tumbó la vertical de Aia en la Itzulia en abril, floreció en mayo de 2015. Su extraordinaria aventura germinó entre montañas.

2015 Dos victorias de etapa y podio en el Giro

Pintado del azul celeste del Astana después de su paso por el Euskaltel-Euskadi, Landa asomó en el Giro de Italia con la confianza recuperada tras su victoria de etapa en la Itzulia. Reconfortado entre paisajes que se asemejaban a sus recuerdos de infancia, el de de Murgia evidenció que nació para subir montañas sobre sus hombros.

Fiel a su manera de entender el ciclismo, con la bandera pirata cosida a su manual de estilo, Landa exhibió su potencial cuando la carretera elevaba el mentón y subía sus cuellos almidonados. El 24 de mayo de 2015 izó su estandarte en Madonna di Campligio. Despachó a todos para festejar su primer triunfo en una grande.

A Landa le gustó esa sensación y tras la jornada de descanso se lanzó hacia una nueva conquista. Triturado el Mortirolo, el de Murgia se anunció con un ataque a cuatro kilómetros de la cima de Aprica. Allí también dejó inscrito su nombre después de sepultar a Contador y Kruijswijk. Landa, segundo en la general, flotaba. Levitaba. No había montaña suficientemente escarpada y afilada para cortar su idilio con el Giro.

Sin embargo, en la penúltima jornada, el de Murgia tuvo que ceder ante las órdenes de equipo. El Astana quería a Fabio Aru en el segundo escalón del podio y entre lágrimas, Landa, inconformista, tuvo que tragar bilis. Finalmente, después de evidenciar que era el más fuerte en las montañas, su domador, el alavés cerró el podio del Giro. Esa misma campaña conquistó la etapa reina de la Vuelta a España y sirvió de muelle para que Aru alumbrara la victoria final en Madrid.

2016 Fichaje por el Sky y abandono en el Giro

El comportamiento de Landa en el parqué bursátil del ciclismo no pasó despercibido para el Sky, que le reclutó para su joyero. El poderoso equipo británico lo quería para su rosario de talentos y le concedió la capitanía para el Giro. Con el maillot del Sky forrándole el cuerpo, Landa inició el curso de modo inmejorable con un triunfo en la cumbre de Garrastatxu, en la Itzulia. Su aproximación al Giro se fortaleció con la victoria en la general del Trentino. Landa era la apuesta del Sky para la Corsa rosa. La carrera sonreía al alavés, pero su organismo le desabrochó inopinadamente de la carrera.

Enfermo, Landa tuvo que abandonar, abrazado a sus compañeros, que le remolcaban el orgullo después de la jornada de descanso. Una vez recuperado el resuello, el Sky alineó al murgiarra para el Tour de Francia. Sería una de las piezas del mecano que serviría a los intereses de Froome. Fue su estreno en la carrera francesa. Landa ejerció de mayordomo del británico, vencedor de la Grande Boucle con lealtad. Sin embargo, algo no funcionaba en el cuerpo del alavés. Su pedaleo se resentía. Una lesión en el psoax, que le incomodó durante el Tour, le impidió participar en la Vuelta.

2017 A solo un segundo del podio del Tour

El segundo curso en el Sky puso en órbita a Landa, que se quedó a solo un segundo del podio final de los Campos Elíseos de París. El de Murgia a punto estuvo de colarse en la foto de la avenida más famosa del ciclismo después de una gran crono en Marsella, donde Chris Froome certificó su último triunfo en Francia. Landa fue uno de los principales soportes del británico en aquel Tour, en el que el alavés destacó una vez más en las jornadas de montaña.

Arrebatador en las cumbres, mejorado en las cronos, Landa demostró su espíritu de campeón en varios pasajes. Supeditado a los deseos de Froome, apurado en el Tour, Landa reivindicó su nombre. FreeLanda se convirtió en su enseña. Probablemente, de haber contado con algo más de libertad, el podio del Tour luciría en su palmarés. Aquellos episodios de Francia desgastaron la confianza con el equipo.

Antes del Tour, Landa acudió al Giro compartiendo sidecar con Geraint Thomas. La mala suerte atropelló a Landa, que camino del Blockhaus se vio arrastrado por el accidente causado por una moto de la policía. Landa perdió 27 minutos aquel día y el rumbo de su Giro, al que miraba con ojos de deseo, y la intención de ganar viró del todo. El alavés dedicó sus esfuerzos a cazar etapas. Después de caer en duelo ante Nibali en Bormio y frente a Tejay Van Garderen en Ortisei, el indómito escalador se desquitó en Piancavallo. Landa logró el reinado de la montaña en el Giro. En el mes de agosto venció en la Vuelta a Burgos. Días después, anunció su fichaje por el Movistar.

2018 Tricefalía y dura caída en Donostia

La idea de Landa, después de dos experiencias a la sombra de líderes en Astana y Sky, era comandar al Movistar en el Tour de Francia, que se convirtió en el principal anhelo del murgiarra. Landa se reencontró con el triunfo en la cuarta etapa de la Tirreno-Adriático, en marzo. Después, en abril, el escalador concluyó la Itzulia en el segundo puesto. El curso giraba redondo para Landa, cada vez más convencido de sus opciones en la carrera francesa.

En el hexágono desembarcó compartiendo gobierno en el Movistar, que en una hecho insólito alistó a tres líderes: Landa, Nairo Quintana y Alejandro Valverde. La mezcla que pretendía el Movistar, que se sostenía sobre el papel, porque el papel lo soporta todo, no maridó debidamente. Landa, penalizado por una dura caída camino de Roubaix en la jornada del pavés, fue el mejor hombre del Movistar en el Tour.

El equipo, sin un referente nítido, nunca pudo mirar a los ojos al Sky, que dominó la carrera. Geraint Thomas se llevó la gloria y Chris Froome obtuvo la tercera plaza. Entre los dos se coló Tom Dumoulin. Landa fue séptimo, lastrado por la caída de Roubaix, que le dejó más que tocado y descascarilló al alavés. Concluida la Grande Boucle, Landa estrelló su temporada tras padecer una caída durísima en la Clásica de Donostia, que le noqueó.

El de Murgia sufrió una fractura de una vértebra lumbar que le mandó al hospital. Después de una dura rehabilitación, el ciclista retornó pensando en los Mundiales de Innsbruck, pero Javier Mínguez, el seleccionador, decidió dejarle fuera de la lista para frustración de Landa. Valverde se pintó con el arcoíris.

2019 Cuarto en el Giro y sexto en el Tour

Dobló la apuesta Mikel Landa para la pasada campaña. Quería el Giro y también el Tour. En cursos anteriores demostró que esa combinación era perfectamente asumible para su organismo, con enorme capacidad para adquirir la forma necesaria en poco tiempo. Eso, sumado a su talento para la escalada, le empujaban al doblete. A la carrera italiana se presentó con la idea del triunfo. A su lado estaría Richard Carapaz, un ciclista sólido, joven y en auge. El ecuatoriano, ambicioso, espumoso, se mostró más fuerte que Landa y el alavés trabajó para él cuando lo necesitó Carapaz. Finalmente, el murgiarra se quedó a apenas ocho segundos del cajón después de que Roglic le superara en la contrarreloj definitiva de Verona. De nuevo, un puñado de segundos dejaban a Landa sin un lugar en el podio.

Con el paladar amargo de estar tan cerca, pero a la vez tan lejos, Landa reconstruyó su ambición para enfocar el Tour. Movistar se decidió nuevamente con la cohabitación de Landa, Quintana y Valverde para acometer el asalto a la Grande Boucle. El resultado apenas varió respecto a 2018. El triunvirato presentado por la escuadra de Eusebio Unzué nunca pudo equipararse a la batería de fuego engranada por el Ineos, heredero del Sky. Landa intentó hacerse un hueco, pero el desgobierno se impuso en la estrategia del Movistar.

Con todo, Landa volvió a brillar para concluir sexto en el Tour que bañó de gloria a Egan Bernal. Geraint Thomas, que compartía casaca con el colombiano, fue segundo y Steven Kruijswijk, tercero. Comprobado una vez más que en Movistar no dispondría de un equipo bajo su órdenes, Landa decidió fichar por el Bahrain McLaren. Su historia en su nuevo equipo la ha suspendido, de momento, el coronavirus.