- El despertador suena, en la mejor de la suertes, a las 8.30. “En función de los enanos”, matiza el exalbiazul Ibai Gómez al otro lado del teléfono. Por lo general, se despierta a las ocho, desayuna un café solo -si acaso con un poco de aceite de coco-, bebe agua, se despide de su mujer y sus dos hijos -Aiala y Marko- y ataviado con la ropa con la que se entrenará minutos después, pone rumbo a Lezama, donde su cita, como si de una consulta médica se tratase, es a las 9.50 horas. Por allí se deja ver puntual todas las mañanas desde el pasado domingo, cuando la plantilla del Athletic, tras someterse a los pertinentes test del coronavirus, regresó a la actividad en Lezama. Atrás quedaron dos meses de entrenamientos en casa debido a un virus que ha trastocado los planes de vida de millones y millones de personas, confinándolas en sus hogares y privándolas de libertad. Los futbolistas tampoco se han librado. Obligados a buscar alternativas para ejercitarse en casa, el propio Ibai, quien reconoce, eso sí, haber sido “un afortunado este tiempo” por tener “un montón de espacio para hacer distintas actividades, entre ellas nadar”, asegura que “el fútbol no tiene nada que ver con lo que hemos hecho”.

Él, que a diferencia de muchos de sus compañeros ha podido tocar balón a diario -Mikel Vesga admitió en una reciente entrevista a este periódico que nunca había estado tanto tiempo sin relacionarse con un balón de fútbol-, lo argumenta de manera breve pero clara: “Yo tengo una cinta para correr, otra para realizar esprines, rodillo para la bici… Por mucho que el rodillo pueda simular un entrenamiento normal en bicicleta, no es igual que salir a rodar por una carretera, como tampoco correr en cinta tiene nada que ver con hacerlo en la calle, ni esto último con correr con botas de fútbol sobre un campo de hierba natural”.

Un brusco e inesperado cambio de chip, un clic en el cerebro para tratar de mantener la forma con vistas a un regreso a los entrenamientos para el que no había ninguna fecha marcada y que a todas luces es especial, pues los futbolistas se ejercitan aún de uno en uno, sin contacto con sus compañeros. “Ha habido desadaptaciones y el objetivo cuando supimos lo que se nos venía encima era minimizarlas. De momento parece que va bien la cosa y ya veremos cuando se vayan introduciendo más cambios”.

Por muchas vueltas que uno le dé a la cabeza tratando de encontrar un escenario que pueda asemejarse al actual, no parece esta una empresa sencilla. “Ni en verano. Tal vez me tomo una semana sabática, pero me cuesta porque me gusta mucho hacer deporte y lo echo de menos. Y esto que nos ha tocado vivir tampoco tiene nada que ver con el verano”, expone Ibai. “En verano sales a la calle a correr, tienes la posibilidad de hacer esprines largos, puedes jugar a pádel, a tenis… Esto ha cambiado todo, ni me acuerdo de cuando iba a Mallona cambiado desde casa”. Ese hecho que evoca a la infancia, a esos niños y niñas que comen el bocadillo con las medias de fútbol hasta las rodillas, el pantalón corto y la chamarra, cosas del invierno, es una obligación para todos los futbolistas de Primera y Segunda División, ya que está prohibido utilizar las duchas de sus respectivas ciudades deportivas.

Las distintas sesiones de entrenamiento diseñadas por los técnicos estos días en Lezama son una especie de liberación. Lo que durante tantos días estaba limitado a unos pocos metros, y eso en el mejor de los casos, como ha sido el de Ibai Gómez, es ahora a escala real. “Yo tengo unos reboteadores elásticos en casa en los que el balón rebota bastante y los he usado mucho. Pero claro, en casa he podido dar pases de 10 metros máximo y en Lezama ha sido otra cosa, se asemeja más a la realidad porque las distancias son otras. También cambia el césped, que en casa donde puedo entrenar tengo hierba artificial. Digamos que en estos cinco días, aunque estemos aún entrenando en solitaria, ha cambiado todo”, relata el bilbaino. No obstante, en Lezama han podido esprintar sin restricciones, sortear conos, golpear el balón simulando acciones reales de partido… En definitiva, han vuelto a sentirse futbolistas.

Unas sensaciones perdidas durante dos largos meses que el pasado domingo se mezclaron con cierta dosis de incertidumbre en el regreso a los entrenamientos por no saber muy bien qué se iban a encontrar. Sin embargo, todo ha ido rodado estos días. “He tenido una sensación de extrañeza. Pero sí es verdad que ahora son ya distancias más reales y en ese sentido ha sido importante que, aunque sea de manera individualizada, hayamos podido dar este paso. Cuidamos mucho el tema de la higiene, somos muy meticulosos con ello. Desde una perspectiva muy extraña, es importante poder adaptarnos de nuevo al fútbol, sobre todo aquellos que no han podido hacer nada con el balón en este tiempo. Ahora tenemos distancias reales, un campo de fútbol, nos calzamos las botas. Ha cambiado todo mucho”, expone Ibai.

En este sentido, tal vez por aquello de que hasta hace relativamente poco ha estado entrenando a chavales, se mete en la piel de Gaizka Garitano y no tiene más que palabras de agradecimiento tanto para él como para el resto de su cuerpo técnico: “En medio de la dificultad por no saber cómo iba a ser, me meto en el papel del entrenador y está todo súper bien organizado y montado. El nivel de exigencia es muy bueno y la verdad es que, sabiendo las dificultades de todo esto, estamos muy contentos. Es verdad que a nosotros nos gusta jugar partidillos, interactuar entre nosotros, enfrentarnos… y que se echa de menos. Pero todo llegará, hay que tener paciencia y reconocer que han organizado muy bien los entrenamientos”.

A la espera de que se concrete cuándo podrán pasar a la siguiente fase, la de los entrenamientos en grupos de hasta ocho jugadores, lo que sin duda supondrá un gran progreso en su búsqueda de la normalidad, el atacante de Santutxu dice no saber “cómo va a ser”. Se mantiene cauto. “Hay que esperar a ver los pasos que se van dando. Aunque suene raro, somos unos mandados. Nos van diciendo y actuamos en consecuencia”. A esa segunda fase le seguirá una tercera antes de que los entrenamientos sean completamente normales y se asemejen en la medida de lo posible a los partidos, donde volverán los contactos con los rivales y las fricciones, algo que no preocupa en exceso a Ibai: “En el tema del contacto con los rivales y demás es verdad que llevamos ya dos meses sin jugar un partido, pero en esto sí que en verano estás también un mes y unos días en una situación similar y en ese sentido no creo que se vaya a notar tanto”.

Contacto al margen, muchos expertos han puesto el foco en la posibilidad de que se disparen las lesiones en la vuelta a los entrenamientos. Acostumbrado a trabajar siempre en la prevención de lesiones, Ibai admite que sí ha hecho “más hincapié” en ello durante el confinamiento. “También he tenido más tiempo para precisar. Me he regulado yo y en ese sentido puedes especificar más”, aunque repite que “por mucho que tú hagas y tengas muchos medios, el fútbol no tiene nada que ver con lo que tú puedes hacer en casa. Incluso con lo que hacemos en casa. Hay que tener paciencia. En dos meses se ha podido crear una desadaptación y de lo que se ha tratado ha sido de minimizarla al máximo. Ahora, con atención, vamos dando pasos para buscar una adaptación paulatina, no de golpe”.

Aprovechando la coyuntura y con el objetivo de buscar unas sensaciones nuevas a la vuelta, Ibai se marcó el reto de perder musculatura, hasta el punto de que desvela que ha perdido “cuatro kilos”. “Estoy bien así. Tengo los datos de antes y los de ahora a nivel de umbral, grasa y demás y he mejorado”, agrega. En ese sentido, el confinamiento le ha venido bien, aunque aclara que “es algo subjetivo”. “De mi anterior etapa en el Athletic al Alavés cogí cinco kilos de músculo y me encontraba mejor entonces que en el último año en el Athletic. En el peso hay bastantes variables. Yo sé que he perdido músculo porque me miden esa variable. Pero me da igual, el peso me varía mucho, se trata de que yo me sienta bien”. Sensaciones que irá afinando en las próximas semanas, camino de cierta normalidad en el fútbol, esa que ayer recuperó Alemania.

“He sido un afortunado este tiempo. He tenido espacio para hacer distintas actividades, entre ellas nadar”

“En el tema del contacto con los rivales es verdad que llevamos dos meses sin jugar, pero no creo que se vaya a notar tanto”

“Ha habido desadaptaciones y el objetivo cuando supimos lo que se nos venía encima era minimizarlas”

Jugador del Athletic y ex del Alavés