uskara aitak eta amak oparitu zidaten, gaur banaiz horri esker da. Euskara, bizitza bizitzeko beste modu bat da". Son palabras que se deslizan hacia arriba y hacia afuera, desde lo más profundo del corazón -"bihotzez"-, y ligan el ayer y el hoy, lo ancestral y los tiempos que corren con la naturalidad y el instinto que transmite la leche materna, el arrullo y los abrazos familiares evocadores de los tiempos antiguos. Es natural e intrínseco. Es tradición y cultura. Es un regalo. Una manera de vivir la vida. Así la siente Asier Amondo Gorostizaga, Laudio, 1969.

El euskera es vida. De pecho y cuna. Heredado y asumido sin artificio como parte esencial de su crecimiento personal e intelectual. Enraizado en lo más profundo y ramificado hacia el exterior, ley de vida, parte de su existencia. Desde ahí, la expansión sigue su cauce como el agua coge el suyo. Va por donde tiene que ir. En su caso, la obra ha requerido de apoyo logístico y estratégico. Asier ha utilizado los dos por convicción, vocación y exigencia personal y profesional. Un sentimiento de recuperación y reconquista en las aulas y en la calle. Desde el primer impulso, a primera vista, de seguido. En cuanto que se echa el pie al suelo y se despereza al saltar de la cama. Asier, es pues, portador del legado euskaldun, del idioma y del pueblo que lo habla. Como tal ejerce. Enseña Euskera en AEK Laudio, es responsable de la Korrika en Euskal Herria y forma parte de la Asociación de los Grupos de Euskera que trata de cambiar los hábitos en cuanto al idioma en diferentes ámbitos: calle, escuela, frontón, tiendas€ "Euskaraldia ariketa kolektiboa da, non guztiok garen protagonista". Protagonismo desde la calle mediante una campaña que ha movilizado a miles de personas este año "que se encuentran y toman contacto desde el principio en euskera".

Parte de su infancia la pasó en Goizaga, Arrankudiaga, con tíos y primos, en la casa de los abuelos, aitite y amama, montando en bici, bajando al rio, "jugando a mil cosas y€", haciendo barrabasadas propias de los niños, como es de imaginar. Con otros diez chavales de su edad, en 5º de E.G.B., en la ikastola del pueblo "sí practiqué el juego de la pelota, vamos, que jugué un poco. A pala sobre todo". Y nombra a Aitor Kortazar, Koldo Zabala y Xabi Ugalde. De aquella docena de críos, uno, a lo sumo un par, saltaría a Areta, al club Herriaren; "quedaba lejos", se disculpa€ Ya de mayor, le quedan las pachangas con algunos amigos, "a mano pero suave", en Ibarruri, con Jaio y Arkaitz Zarraga. "Poca cosa", reconoce, "los veranos sólo". Allí, en Muxika, Bizkaia, la tierra de la madre, "es donde Aimar empezó a tontear con la pelota". Aimar es el hijo de Asier y de Maribi Gerrikabeitia, el responsable de que el padre, primero le siguiera los pasos hasta el frontón "antes incluso del desayuno, casi en pijama" y, en segundo lugar, presida y lleve las riendas de la Sociedad Pelotazale Herriaren desde que en 2018 "se nos fuera Rafa Olabarria. Herriaren bere txikitasunean, handia den kluba". La Sociedad Pelotazale cuenta con una escuela de 40 chavales, doce federados y un grupo de niñas "que lo mismo le dan a la mano que a la pala".

Cincuenta días de aislamiento y cuarentena en casa con los ordenadores a pleno rendimiento. El del chaval con sus estudios de 2º de bachillerato -tiene 18 años-, el de la madre, responsable de colonias en la Diputación Foral de Bizkaia -"especulando con que si se hacen o no"- y el suyo, que "echa humo de tanto uso y tanta reunión telemática con alumnos del centro, con gente de la Korrika y con los medios de comunicación". Así han transcurrido los dos últimos meses en la vida de los Amondo.

El pasado domingo, día 3 de mayo, Aimar estuvo en el Lamuza, el descubierto de Llodio. La primera salida, casi a escondidas, "para ver cómo le respondían las manos". El parón ha llenado de incógnitas la vida de los deportistas. A los que corren y saltan, los que le pegan al balón con los pies y los que utilizan la mano como herramienta. "¿Cómo responderán las manos de los pelotaris después de 50 días sin entrenar?", se preguntan todos.

El confinamiento ha transcurrido como en el resto de familias. "Lo hemos llevado lo mejor que hemos podido", confiesa Asier, "trabajando mucho, con la estática, los libros, experimentando con el horno y sin perder el contacto con la familia. He podido visitar a mi padre José Miguel -82 años- de cuando en cuando y aprovechaba la compra para dar una vuelta". Es la historia de nuestra vida reciente. La misma o muy parecida a la de todos. Ahora, con la desescalada, la cosa cambia. Es de esperar que sólo a mejor.

Laudio ha sufrido dos centenares de infectados, aunque "nunca sabes si tú lo has pasado o no". Sobrevivimos todos "al luto social, a las pérdidas€ comopodemos". Esperanzados y a la espera de "si podemos reanudar la actividad, qué competición y cuándo. Qué pasará con las fiestas de Gasteiz y si es verdad que el 25 podemos volver a los frontones".

La gran fiesta de la Korrika no corre peligro. En teoría. Toca celebrarla en 2021 y€ "no sabemos en qué condiciones estaremos, cuál será la verdadera repercusión de la pandemia, si habrá o no rebrotes, picos. Pura incertidumbre", reconoce, "de ahí que preparemos alternativas y planes diferentes según evolucione la pandemia y la lucha contra el virus". Domingo de Ramos de 2021 queda lejos pero está al lado. Nunca se sabe. Se han suspendido las marchas homólogas en Bretaña -Ar Rebadeg- y en la Gascuña -La Passem- citas en el sur y el oeste francés "que compartíamos con gusto con sus organizadores", verdaderas fiestas donde idioma y alegría van de la mano. "Korrikak euskarari bizipoza ematen dio, ekimen handia elkarlan erraldoian oinarrituta", termina Asier, guardián del idioma, de la lengua de los vascos, tesoro heredado de cuando los siglos desaparecieron entre las nieblas del pasado remoto. Mantener abierta la vía de comunicación con alumnos, colaboradores y familias, atender a la propia, en casa, desde casa, nos ha supuesto a todos un esfuerzo añadido. Hacer frente a la pandemia y a la dificultad en familia, por un club, por la pelota y la lengua. Un todo en uno casi, que deporte, cultura, lengua y tradición forman la sustancia e idiosincrasia de los pueblos. Un trabajo y esfuerzo comunes y en común.