uando en 1998 Edurne Pasaban pisó por primera vez la nieve del Himalaya, no sabía lo que hacía. Ni adónde iba. El club de montaña de Tolosa, su club, había preparado una expedición al Dhaulagiri I. Su primer ochomil. Ya había conquistado el Mont Blanc, el Cotopaxi y el Volcán Chimborazo. Ya había estado en los Pirineos, los Andes y los Alpes. Pero aquello era otra cosa. Otro nivel. Un escalón más hacia el cielo. El Dhaulagiri era para profesionales y, por eso, aunque estuvo cerca de coronarlo, Pasaban volvió a casa sin premio. "Fue mi primera oportunidad de ir a un ochomil, éramos unos pipiolos sin experiencia. Elegimos esa montaña sin tener ni idea, porque conocíamos a gente que ya había ido", cuenta Pasaban a los escaladores Iker y Eneko Pou por videollamada. Así que en 1998, Pasaban abandonó el Himalaya con los bolsillos vacíos y sin presagiar ninguna de las alegrías que le acabaría dando aquella cordillera. Sin sospechar que, 12 años después, aquellas montañas le harían firmar la historia del ochomilismo con su nombre y apellido.

Porque en la primavera de 2010, Edurne Pasaban besó las cumbres del Annapurna y del Shisha Pangma para dar el golpe definitivo al reto de los 14. Para convertirse en la primera mujer en coronar las 14 cimas más altas del planeta. Con todo, este éxito estuvo acompañado de polémica porque justo 20 días antes de que la tolosarra colocara los pies en el techo del Tíbet, poniendo fin a su desafío; la surcoreana Oh Eun-sun terminaba su periplo por las montañas más elevadas del mundo tras ascender el Annapurna. Oh Eun-sun se anunció como la primera mujer en subir los 14 ochomiles, pero había hecho trampa. En 2009, el Kangchenjunga se le resistió por el mal tiempo y, en vez de volver a intentarlo, simuló su coronación. Aportó unas pruebas que casi cuelan, pero que acabaron desacreditadas; y fue retirada de la competición. Así que Pasaban se convirtió en la primera. En la verdadera pionera.

El próximo 17 de mayo hará 10 años del ascenso de la tolosarra al Shisha Pangma. En agosto, habrán pasando diez desde que se desestimara la ficticia cumbre de Eun-sun. Una década desde que Pasaban se encumbrara como la primera mujer en coronar todos los ochomiles. "Si tendría que repetir esto, no cambiaría muchas cosas porque la ilusión que sentí en la primera expedición también la sentí en la última. Desde el 98 hasta el final lo viví igual y eso es muy guay. He escalado con lo mejor del alpinismo y gracias a ello estoy aquí. No hubiera acabado los 14 sin la gente de alrededor", reconoce la guipuzcoana. Porque Pasaban hizo historia cuando el ochomilismo tenía prestigio. Cuando no existían las expediciones comerciales y los campos base estaban vacíos. Así que cuando la tolosarra holló su primer ochomil, nada menos que el Everest, no se encontró ni colas ni esperas. Este estaba desierto. "Esta expedición fue bastante clave porque nos encontramos con un equipo italiano con mucha experiencia y fue una gran oportunidad. A partir de ahí, empecé a escalar con ellos", recuerda Pasaban a los hermanos Pou.

Era 2001 y su tercer intento de hollar el Everest, pero a Pasaban le había gustado tanto la experiencia que un año después subió primero a lo más alto del Makalu y después alcanzó la cumbre del Cho Oyu. En 2003, la cuarta montaña más alta de planeta, el Lhotse, se convirtió también en su cuarta conquista. Y entonces apareció Juanito Oiarzabal y Al filo de lo imposible: Gasherbrum I, Gasherbrum II, K2 y Nanga Parbat. "Cuando empezó Al filo no tenía en mente los 14, solo iba sumando ochomiles escalando con lo mejor del alpinismo. La presión era estar al nivel de Zabalza, Vallejo, Oiarzabal...", dice Pasaban. Pero entonces, en 2006, sufrió un apagón. Llevaba en la mochila ocho ochomiles, pero lo que más le pesó fue la depresión: "En ese año no consigo ninguna cumbre porque dudaba mucho de mi camino. No sabía si estaba haciendo bien, quería ser madre... Pero un año después veo la luz y es entonces cuando empieza mi verdadero proyecto por los 14. Ese fue el objetivo que me ayudó a salir". El Broad Peak, el Dhaulagiri y el Mansalu le devolvieron la energía. El Kangchenjunga, la presión. Y el Annapurna y el Shisha Pangma, la gloria.

Diez años después de convertirse en la primera mujer en conquistar los 14 ochomiles, muchas cosas han cambiado en la vida de Pasaban. "Cuando acabó el proyecto de los 14 me entró miedo, pero te reinventas o mueres. Así que me dedico a dar conferencias, charlas y clases en escuelas de negocio. Vivo de eso y me encanta", cuenta Pasaban. Además, la alpinista está "superfeliz" porque consiguió otro de sus mayores anhelos: ser madre. Ahora, a la tolosarra le pilló el confinamiento en el Vall d'Aran, donde disfrutaba de las últimas jornadas de la temporada de nieve, y allí continúa con su familia. Pero a Pasaban todavía le quedan muchas cosas por hacer, como celebrar el décimo aniversario de su gesta: "Mi ilusión era subir a una montaña que he visto millones de veces pero que nunca he subido, el Ama Dablam. Quería haberla subido en otoño pero parece que no va a poder ser".

El Everest fue el primer ochomil de Pasaban, coronado en 2001; el Shisha Pangma, en mayo de 2010, el último

"Cuando acabó el proyecto de los 14 ochomiles me entró miedo, pero ahora estoy superfeliz", reconoce la tolosarra