- De 160 a 0. Las cifras no corresponden a la capacidad de frenada de un coche. Los números ocultan una historia humana. Nada amable. Esa es la nueva realidad de Ion Rivero, masajista de refuerzo del Caja Rural. "Mi calendario constaba de 160 días, de todas la carreras en las que iba a estar. Ahora, es cero. Cero carreras, cero ingresos. Con todas las pruebas suspendidas, sin carreras, me he quedado sin mi fuente de ingresos", narra Rivero para DNA. El calendario de Rivero es ninguno, al igual que sus ingresos al suspenderse toda competición al menos hasta el 1 de junio. La situación de este joven de Bergara, en su quinta campaña como masajista en el ciclismo previo paso por aficionados, ejemplifica la dramática situación de los otros, esos hombres y mujeres imprescindibles que pertenecen a la caravana ciclista pero que no tienen cobijo fijo en las estructuras, azotadas como nunca antes.

"En mi caso, yo soy el masajista de refuerzo del Caja Rural. Ellos tienen dos en plantilla. Yo soy el tercero. Acudo a las concentraciones y a las carreras con ellos, pero no pertenezco al equipo como tal aunque hago todo el calendario del equipo", describe Rivero, que tenía un plan de trabajo de 160 días para la presente campaña. Con el frenazo provocado por la pandemia del coronavirus, apenas ha acumulado 30 días de tajo. El letal patógeno que todo lo puede, ha evaporado sus ingresos y lo que es peor, no existe ni una sola certeza sobre la duración del caos que atemoriza al mundo. Rivero desconoce si durante este curso podrá contar una fuente de ingresos. "De momento voy tirando de los ahorros. No me queda otra que apretarme el cinturón porque los gastos siguen estando ahí. Solo se puede esperar y que todo esto se resuelve cuanto antes, pero es una putada. Además, no puedes hacer nada para cambiar la situación, salvo quedarte en casa", apunta Rivero.

El masajista guipuzcoano no deja de ser la punta del iceberg de un modelo, el del ciclismo, que funciona con sus particularidades, lejos de los ideales de contratación. Fundamentalmente existen dos modos de empleo para masajistas, auxiliares y mecánicos que no son empleados fijos, que son ramificaciones del organigrama orgánico de las escuadras. "Por un lado están los que perciben un fijo mensual pero que tienen que pagarse la cuota de autónomos y por otro lado estamos a los que nos dan de alta en la Seguridad Social por cada día que trabajamos para el equipo", explica Rivero, que entiende que cuando se restablezca la campaña, el modelo de contratación continuará siendo el mismo. "Creo que es una forma rentable para los equipos. En ese aspecto no creo que todo lo que está pasando cambie el sistema", dispone el masajista. La tarifa que se abona a esta clase empleados oscila entre los 60 y los 100 euros por jornada dependiendo de la fortaleza económica de los equipos.

De ahí las 160 jornadas y la correlación de carreras que el masajista tiene tatuadas a fuego en la mente. Su sueldo está ahí. Por el momento, el leviatán del coronavirus, el monstruo de este tiempo, ha devorado tres meses de competición de un solo bocado y ha dejado a más de un equipo tiritando. Y en esta tesitura no es en absoluto descartable, que los sueldos de esta clase de empleados también sufran recortes. Con un tercio del sueldo volatilizado, esfumado por el sumidero de las lamentaciones, Rivero desea que la temporada ciclista, siempre que se reanude, pueda estirarse al menos un mes más para amortiguar en lo posible el impacto económico y las pérdidas. La campaña ciclista concluye a finales de octubre, pero la UCI, los equipos, los organizadores y los ciclistas tienen la intención de que el mes de noviembre sea hábil a todos los efectos para mitigar el devastador efecto del directo a la mandíbula. "Un mes más de competición nos daría algo de aire, más en casos como el nuestro, en los que dependemos directamente de los días que se corra para poder tener un sueldo", expone Rivero.

Cuenta los días, eternos, el masajista guipuzcoano, en medio de un océano de incertidumbre. La inseguridad cubre el horizonte con una lona negra incluso en los días luminosos de primavera. El eclipse del covid-19 cubre el sol. "Lo peor es que no sabemos lo que va a pasar, el tiempo que estaremos así y los ahorros duran lo que duran. Algo así era inimaginable. No entraba en los planes de nadie. En mi caso tengo algo de paro porque estuve dos temporadas cotizando con el Murias, pero la situación es muy dura", determina Rivero, consciente de que la única alternativa es resistir. Cuando todo pase, cuando la luz invada el camino de las sombras, cuando la vida recupere el pulso, las carreras amanezcan, las piernas pedaleen y los cuerpos de los ciclistas necesiten el abrazo reconfortante de un masaje, Rivero estará ahí, como los otros. Es su vida.

"Mi calendario constaba de 160 días, de todas la carreras en las que iba a estar. Ahora, es cero. Cero carreras, cero ingresos"

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