a situación de crisis que vivimos debido al coronavirus ha supuesto la paralización de las competiciones de baloncesto y cualquier otro deporte que sepamos hasta nueva orden. Parada probablemente tardía, aunque efectiva. Quedarnos en casa -el que pueda- ya es un lema. Estas situaciones de cambio hacen fluir el pensamiento a raudales. Hasta hace nada era impensable que las grandes ligas profesionales tuvieran un stop hasta nueva orden. Hubiese parecido mentira, pero la realidad está superando cualquier planteamiento inesperado. Ahora es cuando nos damos cuenta de cuestiones que nunca nos hubiésemos planteado antes. Incluso quienes somos críticos con el deporte profesional hasta extremos que nadie pone en solfa, nos damos cuenta de lo que se echa en falta la Liga Endesa, en sus vertientes masculina y femenina, la Euroliga, la NBA o tantas otras. Parece que nos han quitado una parte esencial de nuestro acontecer diario. Estando en vigor, puedes elegir conectarte o no a este escenario que nos come tantas horas de existencia. Pero la impotencia de no poder elegir, todavía es más frustrante. Más lo es el hecho de no poder ir a ver un partido de niños o de jóvenes en pleno apogeo. Ahí es donde está la esencia de todo. Las circunstancias nos han quitado incluso lo más importante.

Los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo son un hecho en los días que corren y el mundo del baloncesto no se escapa a este procedimiento consistente en una suspensión temporal de la relación laboral para aquellas empresas que hayan tenido un descenso de la demanda de sus servicios o productos o incluso ante el parón completo de su actividad. Si nada cambia el estado de las cosas, clubes como Obradoiro y Estudiantes ya han planteado su puesta en práctica. Otros se verán condenados a hacer lo mismo.

El cierre de las fronteras en la UE, por primera vez en su historia durante 30 días, amenaza con que competiciones como la Euroliga echen el cierre esta temporada. Equipos como el Olympiacos y el Zalgiris ya han mandado a sus plantillas a casa y el resto no tiene pinta de que sean capaces de retener a sus jugadores para nada. Sin entrenamientos no hay trabajo en el seno de las plantillas. ¡Qué debacle debe ser para los cuerpos técnicos el hecho de no poder realizar sesiones de trabajo teniendo tiempo para hacerlo! La frustración es más perversa de lo que parece, especialmente si has nacido en Montenegro o en territorios aledaños.

Otra cuestión es ver qué ocurre con otras competiciones domésticas como la ACB o la Liga Femenina. En países como Lituania, Ucrania, Suiza, Suecia, Eslovaquia o Noruega no se jugarán más partidos con independencia de la evolución de la crisis sanitaria en la que nos vemos envueltos.

Para muchos equipos se corta un momento de forma pletórico en el que dar forma a un título. En el caso del Araski, el virus amenaza con poner en suspenso su mejor sesión en la máxima categoría. En el del Baskonia, las vicisitudes pueden servir para quitar hierro a la peor temporada de su historia contemporánea. Aunque, siendo justos, el parón deja sin recorrido la buena racha de victorias que llevaban acumuladas los de Ivanovic.

Aún así, el mundo del deporte profesional sigue poniendo de manifiesto los privilegios que tienen sus protagonistas. La doble moral impera. En el espectro futbolístico han sido llamativas las críticas del presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, al presidente de LaLiga, Javier Tebas -viejo conocido de la afición alavesista-, por haber repartido test entre los clubes de Primera División para que todos sus jugadores pasaran los controles de si eran positivos o no de coronavirus. El Baskonia y el Alavés también han caído en esta retórica, la de los elegidos.

Podría parecer, en parte lógico, que las costosas plantillas y parcela técnica de los primeros equipos -especialmente con las expediciones del equipo azulgrana a Israel y Alemania- requiriesen una comprobación de su salud, pero sin síntomas parecía exagerado. Más disparatado parecía aún realizar las pruebas a casi un centenar de personas, incluidos los trabajadores de las oficinas, cuando muchas otras con síntomas en sus casas siguen estando a la espera. Aún así, sorprendentes los resultados: tres positivos entre los jugadores de la primera plantilla albiazul y siete más entre el cuerpo técnico. El Baskonia no ha detectado ningún caso positivo en su plantilla y personal de banquillo, pero sí cinco positivos entre los trabajadores de la entidad. Todos asintomáticos. Por poner otro ejemplo, al grupo total de mayores del Centro Residencial San Martín Sanitas no les hicieron los test hasta el pasado fin de semana, a pesar de que una semana antes está publicado que fueron positivas en coronavirus 22 personas en su interior. Resultado: el 70% de la residencia contagiada. 38 personas con positivo y 16 con negativos momentáneo. Ayer, al menos, nueve fallecidos que sepamos.

Resulta curiosa la noticia de que el Baskonia y el Alavés hayan querido homenajear a los sanitarios de la provincia poniéndose la camiseta de OSI Araba en el los primeros partidos que puedan llevar a cabo, mientras que las pruebas o test para descartar el virus de moda en sus escuadras las hayan pasado fuera aparte de este sistema público vasco. Clarividente la reprimenda de la consejera de Salud, Nekane Murga: “Creo que no han ha hecho un uso racional de los recursos sanitarios”. El exigente protocolo no incluía a jóvenes con perfiles saludables, más aún cuando el estado de alarma ya estaba decretado desde el domingo y la medicina privada estaba a disposición del Estado. Muchas notas y poca música. Aún así, el reconocimiento debido porque los profesionales de la salud y asistenciales se lo merecen todo. Sin ellos y sin el baloncesto, nada sería lo mismo.

Los ERTE son un hecho y no parece que el mundo del baloncesto vaya a poder escaparse de las suspensiones de empleo

Es curioso que Baskonia haya querido homenajear a OSI Araba y sus pruebas hayan sido fuera del sistema público