Trélissac - La rabia también da pedales. Alimenta el espíritu y azuza la ambición. A Mikel Aristi, la bilis de la derrota le atrapó el miércoles en el Tour du Limousin, cuando estuvo cerca de la celebración, pero se le coló una mueca de decepción. El desengaño. Segundo. El primero de los perdedores. Aristi, velocista, no se flageló. Nada de autocompasión. Aprendió la lección. Rápido. A la carrera. Nadie espera. Menos en aún en las volatas. Con el instinto propio de los felinos, cazadores veloces, el de Bergara lanzó su zarpazo y descorchó la alegría. “El segundo puesto de ayer (por el miércoles) es positivo, vale para salir al día siguiente con un poco más de rabia porque sabes que puedes ganar”.

Gloria y miseria comparten colchón, sobre todo, en los asuntos de velocidad, donde todo es tan cercano, casi íntimo, y tiene aspecto de acto reflejo. De la derrota, Aristi se sacó una victoria y expuso la alegría del triunfo. “Estoy muy satisfecho por la victoria. El equipo tenía confianza en mí y ha apostado por mí. Me he sentido bien y los compañeros han estado conmigo. Yo he empezado a verme en cabeza y a ganar confianza. Al sprint, sabía que tenía que coger la rueda de Bouhanni. Él ha salido a 200 metros y seguido he salido yo. He tenido fuerza y he podido ganar”, dijo Aristi, que dio un golpe de autoridad al remontar al Bouhanni para irse a por la dicha. El de Bergara noqueó después a Gavazzi (Androni) y Cosnefroy (AG2R ) para conquistar la octava victoria del Euskadi-Murias, que en la presente campaña ha celebrado tres etapas en la Volta ao Alentejo, una en la Vuelta a Castilla y León y otra en el GP Torres Vedras-Trofeo Agostinho, de Enrique Sanz; dos en la Vuelta a Portugal, de Mikel Aristi y Héctor Sáez; y la última del propio Aristi en Limousin. Más lumbre para el Euskadi-Murias en la antesala de la Vuelta.- C. Ortuzar