LONDRES Garbiñe Muguruza y Sam Sumyk ya no trabajarán juntos. La de Caracas anunció ayer la ruptura con el entrenador francés que le llevó a conseguir todos sus éxitos y a alcanzar el número 1 del mundo. Pero esa relación que comenzó a las puertas del US Open de 2015 cuando Muguruza cortó con Alejo Mancisidor, el técnico que condujo los primeros pasos de su carrera, llevaba al menos un año sin producir beneficios en el juego de la vasco-venezolana, que aparecía estancado y falto de confianza.
“Unas palabras para anunciar el fin de una extraordinaria aventura. Dos Grand Slams y el número 1 mundial. Más que agradecida por estos cuatro años. Gracias, Sam”, escribió Muguruza en sus redes sociales. Caer en primera ronda en Wimbledon, justo después de que el preparador galo considerara que su pupila estaba para hacer cosas importantes, fue la gota que colmó el vaso y la razón de que la jugadora haya tomado una decisión que muchos le estaban reclamando.
Hasta ahora. Garbiñe Muguruza siempre había defendido su trabajo con Sam Sumyk, pese a los evidentes desencuentros que salían a la luz en las pausas técnicas que alienta la WTA. Sin embargo, su peor resultado en un Grand Slam desde 2014 y su caída progresiva en el ranking mundial, consecuencia de que ahora mismo Muguruza solo parece capaz de ganar con un plan de juego, han provocado el fin de un trabajo conjunto al que se llegó por la intervención de IMG, la agencia que representa los intereses de jugadora y entrenador.
Muguruza dijo que se iba a tomar una pausa tras la eliminación en Wimbledon ante Beatriz Haddad-Naia “para volver a jugar cuando tenga ganas” y en sus planes está regresar en el torneo estadounidense de San José que abre la segunda gira americana de cemento. Como han hecho otras de las mejores jugadoras del circuito, la de Caracas tendrá que buscar un nuevo técnico, un proceso que no será sencillo ni tiene plazo temporal. Lo primero será quizás reconocer cuáles son los aspectos a mejorar y poner los medios, empezando por ella misma, para convertirse en una jugadora más regular, sin esos picos tan altos y tan bajos que han acabado por pasarle factura anímica, como se vio en Wimbledon. Con más partidos en sus piernas y con mejores sensaciones, Garbiñe Muguruza podrá poner en orden su juego, volver a ser una tenista temible y al Top 10. Al fin y al cabo, lo que le está pasando a ella ya les ha pasado a otras.
serena pisa fuerte Por otro lado, Wimbledon seleccionó ayer a sus semifinalistas entre las que, al contrario que Roland Garros, hay nombres reconocibles, entre ellos el de Serena Williams, que se planta en la antesala de la final del Grand Slam londinense por decimotercera vez en su carrera. La de Florida venció la dura resistencia de dos horas de su compatriota Allison Riske (6-4. 4-6 y 6-3). “Esta es la primera vez desde Australia que me siento bien físicamente”, aseguró Serena, que en semifinales se medirá a Barbora Strycova, la checa correosa y avispada que a sus 33 años debutará en unas semifinales grandes tras vencer por 7-6 y 6-1 a la británica Johanna Konta, que sucumbió a la presión a partir de un 1-4 favorable en el primer set. La otra semifinal es de alto rango ya que medirá a Simona Halep, exnúmero 1 del mundo, y Elina Svitolina, última ganadora de las Finales WTA, que eliminaron en dos sets a Shuai Zhang y Karolina Muchova, respectivamente.