BRUSELAS - Y entonces llegó el domingo. Los griegos consultaban el oráculo para predecir el futuro, para saber de él y para encontrar respuestas ante dudas existenciales, espirituales, políticas y para asuntos domésticos. Era el lugar donde hallar consejo o consuelo. En tiempos de Siri y de Ok Google, cuando todo se consulta sin desmayo en la red, Mikel Landa no necesitó ninguna ayuda externa para saber lo que ocurriría en la crono por equipos que cosía el Grand Palace, el pasado de Bélgica, su historia, con el futuro, el Atomium, una escultura monumental dedicada a algo tan pequeño que no se ve pero está en el origen de todo. En el ser humano, el principio, lo atávico, se enclava en el instinto, algo tan poco prensible como una corazonada. Esa sabiduría propia que no se encuentra ni en Internet ni en la Enciclopedia Británica susurraba el sábado al alavés que el domingo no sería un buen día. “Es el peor día del Tour para mí”. Landa esperaba un calvario. No falló ni una coma en su presagio. Su pronóstico se cumplió punto por punto en los 27 kilómetros que tomaron el tiempo al Tour. El reloj se cayó encima del Movistar, manecillas de plomo las suyas en el callejero belga. “He sido un lastre, pero lo que hemos perdido está dentro de lo previsto”, apuntó Landa, antes de pensar en el futuro porque el presente vestía de luto. “Vamos a salvar esta semana lo mejor que podamos y luego viene nuestro terreno”, analizó. El alavés está obligado a remontar el vuelo como las cometas. Tendrá que ser en las alturas, en las montañas, donde empujan las corrientes, porque en la tierra de Eddy Merckx, su equipo fue devorado por el Jumbo, atómica su crono. Mejor incluso en 20 segundos que la del Ineos, segundo bajo el Atomium y el mejor entre quienes sueñan con el perfil de los Campos Elíseos.

El equipo británico, la referencia de la Grande Boucle, el acorazado que posee a Geraint Thomas, el campeón en curso, y a Egan Bernal, al que muchos esperan en el trono más pronto que tarde, colocó 45 segundos de lastre sobre la mochila de Landa. El mismo tiempo que tuvo que encajar Nairo Quintana. El Movistar solo le ganó tiempo al Trek de Richie Porte, 15 segundos, y al Ag2r de Romain Bardet, al que le rascó 14 segundos. El resto fue una colección de derrotas. La mayor, frente al Jumbo de Kruijswijk y del líder Teunissen, vencedores del día. Los neerlandeses, una manada de rodadores excelsos sobre una planicie, -el perfil de su país, que no se ahoga por la invención de los diques y los canales- fueron los mejores. Pararon el crono en 28:57, 20 segundos mejor que el Ineos, que mandó durante todo el día tras partir los primeros hasta que el Jumbo, el equipo que cerraba, les arrancó la dicha. Los últimos serán los primeros en el reino de los cielos.

La gloria fue para el exuberante y pizpireto ochote del líder, que tiñó más si cabe el amarillo con una crono sideral para impulsar a Kruijswijk. La contrarreloj de Bruselas certificó que el Ineos camina por el Tour con el mismo paso marcial con el que le gustaba marchar al Sky. La carrera francesa es la pasarela de los británicos. Además de conquistar un puñado de segundos, Bernal y Thomas lanzaron un mensaje que no necesitaba traducción ni reflexión. De momento, apenas gastadas dos etapas, se encuentran cómodos, aferrados al molde de equipo al que le basta con la defensa para sumar coronas. Solo Kruijswijk está por encima. El resto de opositores al triunfo en París danzan en el retrovisor. Thomas y Bernal aventajaron en 7 segundos a Rigoberto Urán (Education First), en 12 a Thibaut Pinot (Groupama), en 16 a Vincenzo Nibali (Bahrain), en 21 a Jakob Fuglsang (Astana), el mismo tiempo que concedió Adam Yates (Mitchelton), en 45 a Landa y Quintana, en 58 a Richie Porte (Trek) y en 59 a Bardet (AG2R).

falta de potencia La miseria entre los favoritos la compartieron Landa, Quintana, Bardet y Porte. Todos ellos deberán correr a toque de corneta. El engranaje se le atascó al Movistar en un equipo diseñado para las cumbres y donde faltaron vatios y caballaje ante una crono corta, apenas un suspiro, que obligaba a un continuo esprint. El ensamblaje de Landa, Quintana, Valverde o Soler, ciclistas con mejores prestaciones cuando la carretera toma relieve, penalizaron al Movistar, que apenas pudo colocar una tirita para contener una pérdida dura respecto al Ineos. Peor le fue a Bardet y Porte, ambos frisando el minuto de pérdida. Un mundo cuando el rival es el Ineos. Tendrán que rebelarse ante una actuación decepcionante en un Tour que no permite errores.

Además de la autoridad del Jumbo y el faro del Ineos, el neón de la carrera francesa, la crono elevó al Deceuninck del debutante Enric Mas, con solo un segundo de pérdida ante los británicos. Groupama también mostró su mejor versión. El trabajo para mejorar la coreografía y la presencia del poderoso Stefan Küng sacaron la sonrisa de Pinot. La dicha también se instaló en el Astana, que optó por la terapia grupal para recuperar a Fuglsang, aún dañado. El danés, que quedó herido en el primer asalto en el ring del Tour, salvó la jornada con un buen tiempo tras ser mecido por los camaradas de su formación, que fortalecieron sus piernas para que él descansara las suyas. Las penas, compartidas, lo son menos. Eso pensaron después en el Movistar. Landa tenía razón.