dependiendo de la persona a la que se le pregunte, habría muchísimas definiciones posibles acerca de lo que es un desayuno en nuestra cultura actual. Voy a quedarme con la que me parece que es la más extendida: es una comida generalmente ligera que se toma a primera hora del día, por la mañana. Yo añadiría que es la comida del día que más controversia genera. Qué comer, cuándo comerlo, su importancia en nuestra dieta y la sobreinformación que se nos escupe desde algunos medios, nos suelen llevar por el camino de la amargura. Por eso quiero analizar desde mi experiencia esta extenuante problemática.

El desayuno ha pasado de ser algo casi totalmente desconocido e infravalorado a la comida más importante del día. Yo, personalmente (y creo que muchos expertos piensan lo mismo), digo que el desayuno tiene exactamente la misma importancia que cualquier comida que hagamos en el día y en nuestra dieta. Por tanto, si una persona sana adulta (dejamos fuera a los niños) no toma un desayuno supercompleto no va a suponer un daño irreversible y podrá suplir esa energía con las ingestas que haga durante el resto del día. Eso sí, si lo que vamos a hacer después es una etapa del Giro de Italia, o cualquier otra cosa que implique un gasto calórico importante, es necesario tomar un desayuno copioso. Es decir, todo dependerá de la actividad posterior.

Otra cosa que me gustaría puntualizar acerca de los desayunos es que tenemos que olvidarnos ya de que es una comida en la que tomar sí o sí algo dulce o algo procesado (cuidado, que dentro de estas dos categorías entran muchas cosas de las que quizás algunos os estéis olvidando?). No es necesario atiborrarse, y además no me sirve eso de que tenemos todo el día para quemarlo. Es una manera de autoengañarse del tamaño de un Boeing 747.

A estas alturas ya sabemos que la dieta se tiene que basar en productos en los que los ingredientes sean el alimento en sí, y el desayuno no es una excepción. Esos pseudocereales en los que encima en el paquete sale alguien haciendo deporte, como dando a entender que encima son supersaludables? ¡No lo son! Y no es que lo diga yo, es que os lo van a decir los propios paquetes. Si nos parásemos a leerlos un minuto no tendríamos ninguna duda: azúcar a puñados, grasas saturadas y muy pocos nutrientes con interés real para nuestra dieta. Por no hablar de las famosas bebidas “a base de cacao” (no sé ni cómo llamarlas, porque tienen poco o casi nada de cacao, a decir verdad), que más bien son “a base de azúcar”. O las galletas. Como dice Aitor Sánchez, el autor de Mi dieta cojea, las mejores galletas son las que se quedan en la estantería del supermercado. O sea, ninguna galleta es saludable, a no ser que las hagamos nosotros.

Lo realmente preocupante, es que estoy seguro de que estos alimentos que acabo de mencionar, están en la mesa del desayuno de una gran parte de la población de nuestro entorno. Entonces, muchos estaréis diciendo: “¿Y qué quieres que desayunemos?” Pues comida, señores y señoras. La respuesta no puede ser más sencilla: comida. Fruta, pan, huevos, lácteos, proteínas de calidad, cereales de verdad. O, si te apetece, el arroz del día anterior, una ensalada, boniato, verduras? ¡O lo que te dé la gana! Pero que sea comida.

Y no os penséis que esto es una exageración o una rareza, conozco casos muy de cerca de gente que lo hace, ¡que desayuna comida! Por tanto, no olvidemos que el desayuno es una ingesta más, y que si aún no lo haces, te aconsejo que te acostumbres a desayunar comida y a dejar de lado esos pseudoalimentos que nos han metido en el cerebro y en la cocina algunas megacorporaciones alimentarias. Si sigues este consejo, verás cómo mejora tu calidad de vida, y cómo empiezas el día cargado de energía de verdad.