la guerra parece haberse declarado en el Deportivo Alavés, por lo que tanto la armonía como la convivencia entre algunos estamentos que lo conforman estarán sometidas a constantes tensiones en el mes escaso que queda de competición.
Todo comenzó, al menos de manera oficial, cuando un lunes festivo se proyecta al exterior desde el DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que el entrenador ha decidido no continuar en el club, y el público en general se da por enterado. Y todo empezó a torcerse cuando el que manda empezó a mover sus hilos. Enseguida, la prensa amiga, en su página web, afirma que ya está casi hecho con el nuevo entrenador. Además, ese mismo día aparece en el programa nocturno de su cadena amiga (mejor dicho, de su amigo y compañero de mus de esa cadena en tiempo vacacional) para hacer una valoración de la información y, de paso, del otro asunto que le preocupa: la ampliación del campo. ¡Qué casualidad!
El máximo mandatario albiazul confirmó que Abelardo no continuará la próxima temporada, algo que sabía todo el mundo. No se quedó solo en eso sino que añadió que el técnico le había pedido más del doble del salario. Aunque sea cierto, me parece que soltar eso es de una persona cuando menos poco elegante. Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar, sencillamente. No contento con eso desveló más confidencias que deberían haber quedado en el contexto de una negociación. Con decir que no habían llegado a un acuerdo para la renovación bastaba, todo lo demás sobraba. A no ser que quisiera desacreditar al técnico, tacharlo de deshonesto por sacar a la luz algo que habían pactado no hacerlo todavía y ponerlo en evidencia delante de todos.
El dirigente alavesista se mostró sorprendido y, sobre todo, enfadado por la filtración de esta información y culpó al entorno del técnico. Según él, lo sabían cuatro personas (eran bastantes más), dos de ellas del club (Sergio Fernández y él), y aseguraba que ellos no habían sido. Así que blanco y en botella. Ya ven: lo llevaron tan en secreto en la entidad que ni siquiera su presidente estaba al tanto del resultado de las negociaciones. Aunque solo sean cuatro las personas que tengan conocimiento de algo ya son multitud y lo sé por experiencia; nunca te puedes fiar de quién es el que revela un secreto. La mayoría de las ocasiones es el que menos te lo esperas y no siempre es el que más se puede beneficiar. Aunque, en este club, según qué noticias y dónde aparezcan ya sabemos a ciencia cierta quién divulga indebidamente la información confidencial. Lo de las revelaciones a la prensa sin su consentimiento lo lleva mal el máximo accionista, no perdona ni una al que se va de la lengua cuando no debe. No es el primer caso, y si el que sustituye a Abelardo no tiene clara la filosofía del club no va a ser el último.
También Abelardo estaba molesto desde el mercado de invierno cuando le debilitaron el equipo con la venta de dos futbolistas y no fueron sustituidos por otros con las mismas cualidades. De hecho, los tres que arribaron, salvo Inui que ha ido de más a menos, no han jugado mucho (uno, absolutamente nada). Y si pensaba que para la temporada próxima no le iban a ofrecer un proyecto interesante, como suele ser habitual por lo visto en campañas precedentes, o por tener otras ofertas mejor consideradas tanto en lo deportivo como en lo económico, lo normal es que quiera progresar y se busque la vida por otros lares. Nadie es imprescindible.
Querejeta debería estar agradecidísimo a Abelardo por lo que ha conseguido en esta temporada y media en el club. Y que no tenga ninguna duda: que acabe el equipo en un merecido puesto europeo o no, este curso va a ser extraordinario. A todos nos fastidia que, después de una campaña que estaba siendo admirable, en estas últimas jornadas se vayan al traste casi todas las ilusiones. Salvar el descenso en el anterior curso fue un hecho milagroso y le tenía que estar dando las gracias todas las mañanas al levantarse. Y lo de esta temporada tres cuartos de lo mismo. Con lo que hay, estar a estas alturas del partido donde nos hallamos es digno de encomio. A ver si la que viene, con una plantilla similar, logra la permanencia (objetivo esencial, no lo olvidemos) a falta de diez jornadas. Sería para darse con un canto en los dientes.