GASTEIZ - La quinta victoria de Tiger Woods en el Masters de Augusta ha sido uno de los grandes hitos de la historia del deporte. La imagen de la leyenda de Cypress vestido de nuevo con la chaqueta verde levantó la admiración de personas tan distantes como Donald Trump y su predecesor Barack Obama, que lo calificó como un ejemplo de “excelencia, carácter y determinación”, de campeones de otros deportes y de personalidades de todo pelaje. El golf es una de las grandes actividades de ocio en Estados Unidos y en su vertiente profesional, Woods es uno de los grandes ídolos de varias generaciones de practicantes y aficionados, desde aquellos que le vieron ganar por primera vez el Masters en 1997 a quienes se han incorporado a un golf muy cambiado cuando parecía que el californiano no iba a volver a lo más alto.
Pero Tiger, en la época en que las redes sociales multiplican el eco de cualquier cosa, ha vuelto para protagonizar una de esas historias de superación y redención que tanto gustan en su país. En realidad, ya lo hizo el pasado agosto cuando se impuso en el Tour Championship que cerraba la temporada estadounidense. “Tirar la toalla nunca es parte de la ecuación”, afirmó tras imponerse en Augusta. Son quince majors ya, logrados en tres décadas diferentes, lo que sitúa al último ganador del Masters a la altura de los más grandes deportistas de la historia, si no lo estaba ya. Le han comparado con Muhammad Ali, Michael Jordan, Michael Phelps o Roger Federer por su capacidad de trascender más allá de su deporte.
Las televisiones ya empezaron a notar el efecto del regreso de Woods el año pasado y sus audiencias repuntaron. La tercera jornada de este Masters fue la retransmisión de golf más vista desde 2015 y la cobertura de la jornada final fue la emisión matinal de golf más vista en la CBS en 34 años. El adelanto de la jornada dominical, que empezó cuando en la costa Oeste aún era de madrugada, impidió un dato aún mejor. También los patrocinadores intuyen que su negocio va a crecer y Nike, siempre al lado de Woods, ha recibido la recompensa a esa fidelidad.
UN legado ABIERTO En lo estrictamente golfístico, la victoria del californiano se produjo en una de las ediciones del Masters más disputadas. Nunca hubo tantos jugadores del Top 10 mundial en la pelea por el torneo, con un margen muy estrecho entre unos y otros, y en la última jornada seis jugadores llegaron a liderarlo, solos o en compañía. El arreón final le dio la victoria y después recibió una catarata de felicitaciones. Algunos rivales directos le estaban esperando en el camino a la casa club y otros le hicieron llegar su satisfacción a través de mensajes en redes. “Lo que él he hecho por el golf no puede ser medido. Todos lo debemos mucho”, resumió Ian Poulter. “Ha sido un gran día para el golf”, coincidieron todos. Y es que saben que mucho de lo que mueve su deporte en estos años es gracias a esa capacidad de atracción de público y patrocinadores que generó la figura de Tiger Woods a comienzos de este siglo. Ahora cada semana juegan en el PGA Tour por un premio de, al menos, un millón de dólares y todos se han beneficiado de ello.
Ahora los jugadores, muchos de los cuales apenas eran unos niños cuando Tiger comenzó a despuntar, le tienen ahora como un serio aspirante a los trofeos. Todos los torneos van a querer contar con él, aunque el californiano, que ya tiene 43 años y que sabe que debe cuidar su cuerpo, sabe que debe racionar su calendario. De hecho, el Masters solo es el sexto torneo que disputa en 2019. La gran incógnita a estas horas es si tendrá tiempo de alcanzar los 18 majors de Jack Nicklaus. Woods tiene ahora una competencia enorme, los jugadores cada vez pegan más fuerte a la bola y cada vez llegan más jóvenes y mejor preparados a la élite. Dentro de un mes, llegará otra oportunidad en el PGA Championship de comprobar hasta dónde alcanza la voracidad de este nuevo Tiger, al que ven más amable y cercano.
Lo que ya ha ganado es mucho y quizás sea un reto más asequible superar los 82 triunfos de Sam Snead, récord absoluto en el PGA Tour. El californiano suma ya 81. Lo de esta semana en el Masters es una historia insuperable en su nudo y su desenlace en la que, por cierto, fue actor secundario Jon Rahm durante las dos primeras jornadas. Si aún le queda algo por ganar a Tiger Woods ayer le lanzaron un guante de forma evidente e interesada. Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, le felicitó y le animó a que el año que viene participe en los Juegos de Tokio. Porque ahora que es posible, el espíritu olímpico no quiere privarse del contagio del ‘efecto Tiger’.