no estáis solos. Es un compromiso. Los personajes y tema que protagonizan el desierto blanco al que me enfrento, más blanco y extenso que nunca, han surgido del limbo, de la nada. De la indiferencia. Del cero absoluto. Y sin embargo están. Y ya que están por qué no procurar que estén bien. Mejor para ellos. Mejor para todos. “Vamos a ayudarles y que no se pierdan por el camino”. Textual, hoja de ruta y mandamiento tatuado en piedra que me recita Koldo, del Programa Bideberria. “Un chaval ocupado”, puntualiza Teddy, “es un chaval útil y positivo”.
El M.E.N.A. es un chaval extranjero y menor de edad que ha decidido salir de su país de origen para labrarse un futuro. A menudo lo ha hecho sin haberlo consultado antes, agarrándose a la esperanza por pura intuición. Pocas veces, las menos, han podido decir adiós tras un abrazo y algunas lágrimas. Alejandro es un joven marroquí de 17 años -toma el nombre del responsable del centro sevillano en el que estuvo acogido un tiempo-, natural de Banimalal, que contó con la ayuda paterna para pagarse el pasaje en patera hasta la península. Salió de Tánger. La policía del mar se lo llevó a La Línea de la Concepción. De allí pasó a Sevilla, a un centro en medio de la nada donde vivió dos meses y medio sin nada que hacer. Tras un par de noches en Madrid y Bilbao desembarcó en Vitoria. “Quiero aprender castellano”, dice, “hacer algún curso más adelante y ponerme a trabajar”. Alejandro, como todos los demás busca establecerse, trabajar, ganar dinero para ayudar a la familia y poder viajar a su país de vacaciones. En Marruecos trabajaba en el campo recogiendo fruta. La historia de Jon, joven berebere de 17 años natural de Tengher guarda cierta similitud. Malvivió año y medio en Tánger, en la calle, “buscándome la vida”, gracias a la gente, -en Marruecos “la gente te ayuda en la calle”, nos dice, “en España nada, no es posible”- pero lo tenía claro y, en cuanto pudo, cruzó la frontera en los bajos de un camión -lo intentó varias veces pero la seguridad portuaria marroquí le pilló-, donde, tras cinco horas de trayecto llegó a Algeciras. Pasó cinco días en la calle, “como en Marruecos otra vez, mal, muy mal”, recuerda, hasta que, tras aguantar un día en Bilbao, donde “aguanté solo un día”, dice, “me pasé la noche vigilando de que nadie me robara las zapatillas” y a las seis de la mañana ya estaba en la calle “sin nada que hacer”. Quiere ser mecánico. Lleva cuatro meses en el centro, “sin tiempo libre, todo el día ocupado”, aprendiendo castellano, haciéndose al sitio y a la ciudad y con muchas ganas de trabajar. Da fe y comparte vivencia Leire, técnico educadora y “una más de esta familia que solo busca que los chavales estén bien, sean responsables, se formen y, cuando cumplan los 18, puedan empezar a trabajar”. Habla con el corazón y la responsabilidad de quien tiene familia y mira por su futuro.
Estos chavales no están de paso, vienen para quedarse. El Programa Bideberria trata de llevarlos a la mayoría de edad preparados, confiados, capaces de administrarse por sí mismos y dispuestos a buscar su primer empleo, un contrato anual de 40 horas semanales que les permita labrarse un futuro junto a nosotros, formar parte de nuestra sociedad como uno más. Primero protegerlos, luego prepararlos, entre medias socializarse y, al final, “huir de una vida miserable, regularizar su situación y convertirse en ciudadanos activos”.
En el primer ciclo, el módulo de acogida marcará la evolución del menor. En el segundo se produce un impulso formativo y educacional hacia los jóvenes que se abren a la convivencia y el tiempo libre. La autonomía y la responsabilidad individualizada toman protagonismo en el siguiente paso, fase en la que el menor aprende a administrar sus recursos, la búsqueda del primer trabajo y la culminación del proceso migratorio. Así, en cuatro líneas maestras, queda expuesto el programa sustentado desde la Diputación Foral de Álava que refleja un esfuerzo de solidaridad y una inversión humana y de futuro. Juan, otro joven marroquí que llegó en patera desde Tánger quiere “apuntarse a algún curso y ponerse a trabajar cuanto antes”, pero, antes que nada, “necesita mejorar el idioma”, apunta Leire, “y superar el proceso formativo”. Rafa cruzo el estrecho desde Alhucemas. Es el más joven del grupo, tiene 16 años. Nada más cruzar llamó a casa. Nadie sabía lo que se traía entre manos. “La madre no paraba de llorar”, dice. Su máxima ilusión es trabajar y “ayudar a la familia”. Mientras, convive con otros 20 chavales -“sin problemas”- a quienes los cuidadores guardan “dinero y móvil”. Nana llegó desde Kofocity, en Ghana. Es un chaval -el único cristiano del grupo- fuerte, no muy alto, que no sabe de fechas “pero sí de infiernos”, pues debió atravesar medio continente africano, cruzar el desierto, experimentar de cerca la guerra en Libia y nueve horas de travesía en el mar. Tras pasar por Italia y Francia, lleva siete meses en el centro. En nada, “voy a hacer un curso de mantenimiento de electrodomésticos”, descubre. “Me encanta la soldadura”.
Hace unas fechas, tras la celebración de la segunda jornada de pelota inclusiva, la Federación Alavesa de Pelota Vasca discurrió un nuevo plan. “A propósito de inclusión, y con los chavales extranjeros acogidos en nuestra ciudad” -dicen, conocedores del plan que Bienestar Social despliega en Gasteiz- “¿hacemos algo, contribuimos, echamos un capote?”. Dicho y hecho. En Diputación acogen la idea de manera positiva y permiten que visitemos el grupo, módulo cero -de acogida- en el que los chavales aprendieron a fabricarse su primera pelota, donde se les mostró un vídeo con las diferentes modalidades y tuvieron la oportunidad de probar distintas herramientas y hasta de pegarse unos pelotazos en el frontón de pared única en el Parque del Norte. Lo pasamos en grande. De ahí al siguiente paso, apenas unas horas y cierta burocracia para resolver unos encuentros quincenales con el grupo, en el complejo Beti Jai, donde los menas ocuparán el tiempo en una actividad que les mantendrá activos, aprenderán de nuestra cultura a través del deporte y mejorarán aspectos de relación y convivencia, aspectos claves del Programa Bideberria que en el Ayuntamiento ya conocen de primera mano.
Que si una cortada, un gancho, dejadita sobre la txapa, una volea? Pelota con efecto y mucho afecto. Pelota solidaria y contributiva, que, entre todos, sólo busca acogida, integración y respeto. Dignidad.